Disolver la Asamblea, una decisión peligrosa de Macron

Emmanuel Macron llegó al poder en 2017 con una extraordinaria jugada de póquer. Es posible que este año su aventura termine de la misma manera.
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La decisión del presidente Emmanuel Macron de disolver la Asamblea Nacional, como reacción al triunfo de la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) y a la derrota de su partido, Renacimiento, en las elecciones europeas, es sorprendente y peligrosa. Es verdad que, en esta nueva situación política, gobernar se volvería extremadamente difícil para él en los tres años que faltan para la próxima elección presidencial. Pero, ¿no había otras soluciones? Me parece, en todo caso, que la que eligió el presidente es la peor posible para Francia y para la Unión Europea.

Todo empezó con la voluntad de Macron de dirigir la campaña para las elecciones europeas. Su compromiso personal con esta campaña no podía impedir que una derrota de su bando fuera, de entrada, suya. Sin embargo, esta derrota era probable dada la pertinaz impopularidad del presidente, la poca notoriedad del cabeza de lista y el aislamiento del campo macronista. Una vez ocurrida, la derrota lo empujó, en su propia lógica, a seguir su mano a mano con la RN, disolviendo la Asamblea y anunciando que él conducirá también la batalla legislativa.

Macron espera formar un frente electoral anti RN. Pero esta idea no es realista. El actual sistema de votación por mayoría a dos vueltas aumenta las posibilidades de la RN de obtener una mayoría absoluta en la Asamblea, considerando tanto el altísimo nivel de votantes de extrema derecha en la mayor parte de los departamentos como la debilidad de los macronistas. Además, este método de votación impide cualquier recomposición del panorama político, en la medida en que la izquierda intentará unirse para salvar sus escaños, haciendo obsoleto desde el principio el intento de Raphaël Glucksmann, candidato del Partido Socialista, de organizar un centro izquierda autónomo e inmovilizando a la derecha de Los Republicanos que, atrapada entre la RN y el centro, no podrá más que negarse a pronunciarse a favor de cualquier alianza. Solo un sistema proporcional, al ofrecer autonomía estratégica a los diferentes partidos, habría podido facilitar una recomposición. Aún así habría sido necesario adoptarlo con mucha antelación para que pudiera producir sus efectos. En estas condiciones, la idea de un frente anti RN que pueda revertir la tendencia no parece seria, ya que desde 2022 no se ha hecho nada para organizarlo.

Emmanuel Macron cometió un error capital al “nacionalizar” el resultado de las elecciones europeas. Al anunciar la disolución de la Asamblea exigida unos minutos antes por la RN, redujo estas elecciones europeas a elecciones nacionales, reconociendo así que su mayoría relativa en la Asamblea ya no tenía legitimidad para gobernar el país. Ocultó la dimensión específicamente europea, que antes había destacado, y reconoció que la victoria de la RN le obligaba a “dar voz al pueblo”. De golpe, contribuyó a que estas elecciones europeas fueran vistas como elecciones nacionales, negándose un campo de visión más amplio que le permitiera destacar la importante victoria de la mayoría eurófila en el Parlamento Europeo.

Al organizar las elecciones legislativas después de las elecciones europeas, mientras la RN está en ascenso, Macron facilita que los votos que la RN obtuvo en las elecciones europeas se transfieran a las elecciones legislativas. Además, al querer liderar la campaña, es probable que esta se convierta no en una lucha entre los que están a favor de la RN y los que están en contra, sino en un referéndum en torno a su persona. ¿No podría haber esperado al posible –pero no seguro– voto de una moción de censura para disolver la Asamblea y luego esperar la posible formación de una nueva mayoría de RN –tampoco segura–, en lugar de correr el riesgo real de tener que nombrar a Jordan Bardella, presidente del partido de extrema derecha, como primer ministro, al día siguiente de estas elecciones anticipadas, es decir, unos días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos? Además, su decisión solo puede causar confusión y preocupar mucho a los diputados macronistas salientes, de los cuales es probable que una gran parte sean derrotados, y que tendrán que intentar soportar solos los embates de un RN combativo y que se beneficia de una dinámica positiva.

A esto se suma la cuestión de la posible cohabitación. En 1997, cuando Jacques Chirac disolvió la Asamblea, dejó que Alain Juppé, su primer ministro, liderara la campaña legislativa. Después de la derrota de la derecha, Chirca nombró a Lionel Jospin para que ocupara el Hôtel de Matignon, residencia oficial del primer ministro, y la convivencia pudo funcionar porque en cuestiones de política exterior sus desacuerdos no eran fundamentales. Este no sería el caso en unas semanas, ya que en lo tocante a la construcción europea y la ayuda a Ucrania las posiciones del presidente y del futuro primer ministro serían irreconciliables. ¿Podría Emmanuel Macron quedarse en el Elíseo? Y de ser el caso, ¿tendría suficiente autonomía, siendo que, al haber liderado la campaña, sería el primer perdedor de su bando?

Hasta este punto nos conduce el ejercicio solitario del poder, el egoísmo del presidente y el agotamiento de la república presidencial. El macronismo corre el riesgo de terminar como empezó: con una extraordinaria jugada de póquer. Emmanuel Macron la ganó en 2017. Es probable que la pierda en 2024. La triste paradoja de esta historia es que quien quería ser el baluarte contra el RN bien podría ser el que se verá obligado a nombrar a uno de ellos a un cargo de enorme importancia. ~


Este texto fue publicado originalmente en
Telos y se reproduce con autorización.

Traducido por Emilio Rivaud.

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es politólogo y director emérito de investigación en el Centre national de la recherche scientifique (CNRS) de Francia.


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