Treason is very much a matter of habit.
John Le Carré
Para John Le Carré, el escenario internacional que estamos viviendo hubiera sido perfecto: su mundo literario de villanos, espías y agentes dobles (moles, les llamaba), desinformación, políticos ambivalentes y burocracias ineficaces, hubiera embonado a la perfección con la realidad.
Tenía su propia, y muy precisa, visión de Vladimir Putin. En 20191 lo perfiló así: un espía de quinta categoría, al que el poder le había caído de milagro en las manos (su antecesor, Boris Yeltsin, no encontró a nadie mejor para cuidar sus intereses). Un mal espía transformado en autócrata, con un solo lente para ver la realidad: la konspiratsia. Gracias a él y su cohorte de neoestalinistas corruptos, Rusia no se dirigía hacia un futuro radiante, sino hacia su propio pasado, oscuro, dictatorial y delirante.
Con los años, consolidó una dictadura cleptócrata y aprendió las artes del espionaje. Se convirtió en el villano perfecto. Le Carré hubiera recogido encantado cada uno de sus pasos en los últimos años que han transformado a las “operaciones especiales que sustentaban la política exterior rusa, en LA política exterior rusa”.2
Rusia está en todas partes. Desde que invadió Ucrania, las actividades subersivas del Kremlin en Occidente (a cargo de la GRU, su agencia de inteligencia militar), se han multiplicado: asesinatos, sabotajes, incendios, marchas y propaganda.
Desinformación, ante todo. El Kremlin ha usado las nuevas tecnologías para reescribir la historia en los medios y, en Estados Unidos ahora, durante la campaña electoral, para bombardear a grupos demográficos específicos con narrativas falsas, que denigran a los candidatos demócratas y ensalzan a los republicanos.
No sorprende que los servicios de inteligencia europeos estén alarmados y que Richard Moore, cabeza de la M16 británica, haya concluido -con el consabido understatement- que “los servicios de inteligencia rusos se han vuelto un poco ferales, francamente”.
Donde no hay engaño es en las metas. Busca destruir a la Unión Europea, aplastar a los ucranianos y crear una nueva OTAN a su servicio. Pero, el despliegue militar ruso -incluyendo la amenaza nuclear como telón de fondo-, la diplomacia conspiratoria, la concertación de alianzas para apoyar un proyecto de transformación geopolítica que mande a Occidente al basurero de la historia, tienen como principal objetivo acabar con el poderío norteamericano.
En los hechos y en la ficción, colocar a un mole en la pirámide del poder en E.U., ha sido siempre el sueño dorado del Kremlin. Desenmascararlo y destruir sus planes, es el trabajo de los agentes audaces (de M16 o la CIA), a veces mortales comunes, y en la ficción, guapos e implacables.
En la realidad, el sueño de Putin ha encarnado en un mole insuperable: Elon Musk. El hombre más rico del mundo: un empresario visionario, creador de Tesla y un actor central del programa espacial norteamericano, con acceso a cualquier información militar. Sus compañías, SpaceX y Blue Origin, ponen en órbita a satélites encargados de la seguridad nacional. Starlink, su sistema de comunicación satelital es crucial, por ejemplo, para la defensa de Ucrania. Es además, dueño de X, una de las plataformas más grandes e influyentes del mundo.
Musk hubiera convertido a Le Carré en un escritor costumbrista: reducido a una trama sin héroes. Sin agentes sofisticados y valientes para desenmascar al mole, porque todo está a la vista. Musk ha reconocido que está en contacto frecuente con Putin (los peligros que este canal de comunicación directa con el Kremlin para la seguridad de Occidente son inmensos). Y es el mejor aliado de Donald Trump, otro ferviente admirador de Putin, frente a quien Le Carré hubiera tirado el arpa: jamás se atrevió a colocar a un mole, involuntario o no, en la cúspide del poder en Washington. Musk se ha sumado a la campaña de desinformación rusa en X. Y comparte con Trump un proyecto político que debe contar con el beneplácito de Putin: desmantelar la democracia norteamericana y destruir los cimientos económicos del país. Una oligarquía autoritaria y un estado empequeñecido, sin programas sociales. Elon Musk ha desechado cualquier objeción: los norteamericanos promedio sufrirán, si acaso, “privaciones temporales”, pero obtendrán a cambio, prosperidad eterna.
El electorado tiene unos días para ver con claridad lo que Trump propone: con un click –un trazo de lápiz en la boleta– puede hundir al país en la mayor crisis de su historia moderna. ~
Publicado en Reforma el 3/XI/24.
- En Agent running in the field. ↩︎
- “Vladimir Putin’s spies are plotting global chaos”, The Economist, 13 de octubre de 2024. ↩︎
Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.