Kissinger: En busca de los actores perdidos (II)

Al descartar a los paรญses europeos como posibles puntales del balance de poder internacional, Kissinger concluye que Estados Unidos no puede retirarse del escenario mundial como garante de la estabilidad,ย al menos a corto plazo.
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En la bรบsqueda de los actores que pongan los cimientos para construir un nuevo orden mundial, World Order, el รบltimo libro de Henry Kissinger, no transita bien del pasado al presente. Kissinger tiene razรณn en insistir que cualquier equilibrio mundial de poder necesita un Estado poderoso que garantice la estabilidad y ningรบn actor internacional pesa mรกs que los Estados Unidos. El paรญs no puede retirarse del escenario mundial: al menos a corto plazo, estรก comprometido sin remedio a jugar el papel de garante del balance del poder internacional.

Kissinger tiene tambiรฉn razรณn al desechar como futuros puntales de ese potencial balance de poder a los paรญses europeos que lo inventaron y practicaron por siglos. El resultado del juego entre los mecanismos que sostienen los burรณcratas que representan a la Uniรณn Europea (UE) en Bruselas, y que han privado de trozos de soberanรญa a los paรญses miembros que sin embargo tienen el poder de defender sus intereses en el exterior, es “un hรญbrido”. La Europa integrada, escribe Kissinger, estรก constitucionalmente a medio camino “entre un Estado y una federaciรณn. Opera a travรฉs de reuniones ministeriales y de una burocracia comรบn mรกs parecidas al Sacro Imperio Romano que a la Europa decimonรณnica”.

Cuando se trata de actuar en el exterior lo que priva es el vacรญo de poder. Y, cabrรญa agregar, Alemania ha retomado su disfuncionalidad histรณrica. Convertida de nuevo en el paรญs mรกs poderoso de Europa, ha impuesto una austeridad econรณmica que ha agravado la crisis de la periferia de la UE y se ha refugiado en una polรญtica exterior tan contenida que ha privado de rumbo a la Uniรณn Europea.

A partir de ahรญ, Henry Kissinger emprende un viaje por otros paรญses que podrรญan apuntalar la creaciรณn de un nuevo equilibrio mundial de poder. Es un anรกlisis desigual. Deja de lado a las naciones que conoce mal y le interesan poco, como los paรญses latinoamericanos. No aporta nada nuevo sobre Japรณn (que, por lo demรกs, sigue construyendo su polรญtica exterior bajo la sombrilla nuclear estadounidense), poco sobre India (que tiene un proyecto propio y no alineado), mucho sobre Saudi Arabia (que, de cualquier forma, no abandonarรก las maromas polรญticas de su difรญcil posiciรณn geopolรญtica y religiosa para convertirse en un actor global) y una visiรณn interesante de Irรกn y sus ayatolas. Aquรญ la posiciรณn de Kissinger es inflexible: es indispensable evitar que los iranรญes desarrollen armas nucleares. Y tiene asimismo razรณn: la proliferaciรณn nuclear “genera el clรกsico dilema nuclear: aun cuando estas armas reducen la posibilidad de una guerra” (la disuasiรณn es el suicidio mutuo de quienes se atrevan a usarlas), ”magnifican de manera gigantesca la ferocidad y costos de una guerra si llegara a ocurrir”. Lo que tiene que decir sobre China lo escribiรณ ya en un prolijo e interesante libro que se titula asรญ: On China. Lo que World Order agrega es la necesidad de negociar con ese inmenso paรญs que es ya un protagonista fundamental en el mundo por su peso econรณmico y su creciente poderรญo militar y polรญtico.

Lo cual lo lleva inevitablemente de regreso a Estados Unidos. Hay que tomar con pinzas sus exaltados juicios sobre la “excepcionalidad norteamericana” y su descripciรณn de la polรญtica exterior estadounidense como una diplomacia sabia que, segรบn Kissinger, ha sabido equilibrar con pocas excepciones, los valores morales y la realpolitik. Lo cierto es que la diplomacia norteamericana ha servido sistemรกticamente a los intereses nacionales del paรญs y ha echado por la borda todos los principios (a saber, la defensa de la libertad y la democracia) cuando ha sido necesario. Fue por lo demรกs, al menos durante la Guerra Frรญa despuรฉs de la muerte de Stalin, una polรญtica centrada en un enemigo imaginario. La Uniรณn Soviรฉtica habรญa abandonado la meta de dominar al mundo muchos aรฑos antes y no tenรญa el poderรญo para hacerlo.

El anรกlisis de Kissinger oculta apenas el mecanismo sicolรณgico que lo alimenta: el imperativo que tiene cualquier inmigrante de certificar su pertenencia y su nueva identidad lรญnea a lรญnea. El resto de los sesgos de su visiรณn del paรญs que lo adoptรณ se debe a una deuda mucho mรกs concreta: su lealtad inquebrantable al Partido Republicano. 

Sin embargo, ninguna salvedad quita validez a su tesis central: es indispensable restaurar un equilibrio de poder mundial para enfrentar los desafรญos del siglo XXI. Tampoco al hecho de que Henry Kissinger ha trazado un mapa casi impecable para lograrlo y para intentar descubrir el significado de la historia y construir un futuro mejor.

 

 

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Estudiรณ Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Polรญtica en El Colegio de Mรฉxico y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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