La mayor catástrofe natural que se ha producido en España en las últimas décadas, con más de 200 muertos y enormes daños materiales, ha sido también una exhibición de negligencia, disfuncionalidad y cinismo. Las crónicas que describen lo que sucedió el martes 29 son difíciles de leer por la acumulación de fallos, descuidos y fatalidad que describen. A veces recuerdan la clave de la tragedia según Ricardo Piglia: el protagonista no sabe leer los signos que tiene delante. Otros momentos de la gestión y no digamos de las explicaciones son esperpénticos: descubrí que se podía avisar por móvil esa tarde, etc.
La incompetencia de la administración autonómica será difícil de olvidar. Pero también es imposible evitar la sospecha de que la respuesta del gobierno central habría sido más colaborativa si la comunidad autónoma afectada hubiera tenido un presidente socialista. El ejecutivo, que se comportó con remolonería y tacticismo, se ha puesto en modo anaeróbico en la lucha por el relato: por ejemplo tras la visita de Sánchez y los Reyes a Paiporta, con el delirante cuento de la emboscada ultraderechista, pura desinformación que se presentaba como una alerta de los peligros de la desinformación. Lo más positivo ha sido la solidaridad de muchas personas de todo el país, en unos días angustiosos donde se percibía una presencia insuficiente del Estado en tareas primordiales.
Además de determinar los errores y responsables, las investigaciones deberían servir sobre todo para mejorar los mecanismos. Ha habido fallos de comunicación y coordinación, y hemos visto que el sectarismo puede tener consecuencias graves. Otras medidas son estructurales. Al margen de declaraciones grandilocuentes y la preocupación razonable por el cambio climático, tienen que ver con canalizaciones, edificación, limpieza de los cauces. Lo más grave: sorprende el protagonismo de los políticos en un asunto como este, y hace pensar en la tendencia a colocar a personas afines en puestos técnicos y en que la mejor manera de ascender en la administración sea la cercanía a un partido. En las crisis lo real se gestiona de manera ineficaz, y los afanes se dedican a la forma de contarlo: es llamativo que el presidente de la Comunidad Valenciana dedicara la tarde del 29 a ofrecer la dirección de la televisión pública a una periodista y que, un día después de la tragedia, el Congreso cancelara toda la actividad parlamentaria salvo la votación para convalidar el decreto ley que rebaja las mayorías para el Consejo de Radio Televisión Española, que al parecer no estaba aún lo bastante sesgada a favor del Gobierno y sus aliados.
Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).