Mañana, el presidente Enrique Peña Nieto dará un mensaje a la nación con motivo de su tercer informe de gobierno. Nuestro mandatario llega a este momento en una situación muy complicada: nunca un presidente había tenido una tasa de aprobación tan baja. En esta bitácora, he dicho que esa desaprobación tiene que ver con un estilo de hacer y comunicar la política completamente desfasado. Pienso que el gobierno ha estado tratando de meter un diskette de los ochenta en un iPad de 2015. Eso explica mucho de la inoperancia ante las crisis, los errores garrafales en la comunicación cotidiana y los resultados tan negativos en términos de aprobación a la gestión presidencial.
Después de varios meses librando batallas en la retaguardia, en las semanas previas al tercer informe el gobierno decidió pasar a la ofensiva mediante una serie de acciones que, vistas en conjunto, revelan una estrategia de “reposicionamiento” o “relanzamiento” del gobierno. Cada una de estas acciones ha buscado responder a críticas reiteradas:
1. Para contrarrestar la imagen de que el presidente no tiene capacidad o decisión para implementar la reforma educativa, se lanzó una ofensiva jurídica, política y mediática contra los líderes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en Oaxaca.
2. Las portadas de los principales diarios comenzaron a mostrar fotos favorecedoras del presidente Peña Nieto tomadas por cámaras de presidencia de la República, más como propaganda que como periodismo.
3. Para atajar los rumores sobre conflictos matrimoniales entre el presidente y su esposa Angélica Rivera, se “filtró” convenientemente un par de fotos de la pareja abrazada y sonriendo en una fiesta.
4. Para desmentir las hablillas sobre el estado de salud del presidente, se organizó una carrera con militares que fue ganada por el mandatario en tiempo récord. Esa carrera tuvo como colofón el “#calcetagate”, que fue un chiste tuiteado por el presidente con el que dio respuesta a las críticas en redes sociales que decían que se había puesto las calcetas al revés.
5. Para evitar que Peña Nieto tuviera que hacer referencia al tema de la “casa blanca” en su discurso del 1º de septiembre, se decidió dar a conocer días antes los resultados de la investigación de la Secretaría de la Función Pública. El informe, exonera por completo al presidente y a su secretario de Hacienda. Aunque la resolución les fue favorable, tanto Peña Nieto como el secretario Videgaray se disculparon públicamente por haber hecho cosas buenas que parecían malas.
6. Finalmente, para desviar las críticas sobre la falta de cambios en un gabinete que no ha brillado por sus resultados, el presidente decidió hacer 10 cambios en su equipo.
Como en muchas otras cosas en la vida, en política también hay diferencia entre una buena idea y una buena ejecución. El intento del gobierno por recuperar la iniciativa ha tenido efectos limitados y hasta contraproducentes por los siguientes factores:
a) El mal timing. Muchas de las decisiones se tomaron meses después de que eran necesarias, como la salida de Jesús Murillo Karam y Monte Alejandro Rubido, que debieron ocurrir después de la matanza de Iguala y la fuga de “El Chapo Guzmán”, respectivamente.
b) La falta de consecuencias reales ante los escándalos de conflicto de interés. En especial, la exoneración de la Función Pública y las disculpas tardías y poco sinceras a la sociedad han afianzado la percepción de que el gobierno es impermeable a la exigencia ciudadana por mayor transparencia y honorabilidad de parte de los servidores públicos.
c) La ausencia de autocrítica y cambios de fondo.No hay acciones que comuniquen que el gobierno ha entendido el descontento social. Todo lo contrario: los cambios en el gabinete fueron un “juego de las sillas” en el que la misma gente se movió a diferentes secretarías. Tres botones de muestra: el mensaje claro de que los secretarios Videgaray y Osorio Chong son inamovibles pese a su desempeño; la permanencia de Gerardo Ruíz Esparza al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes pese al escándalo de las escuchas telefónicas de OHL; y la continuidad de Rosario Robles en el gobierno a pesar de los desastrosos resultados de la política social en lo que va del sexenio.
d) La insistencia en el discurso de las reformas. El presidente sigue hablando de las reformas como su principal logro a pesar de que esa narrativa carece de efecto persuasivo y choca con una realidad económica cada vez más adversa.Reconoce, positivamente, que la corrupción, la desigualdad y la crisis económica son frenos al desarrollo. Pero promete como solución “enfrentar estos retos para acelerar el efecto transformador de las reformas y que sus beneficios te lleguen a ti”, lo que sea que eso signifique.
e) La preocupación por la forma y la imagen por encima del fondo y la sustancia.De las seis medidas adoptadas, tres son operaciones para mejorar la imagen personal del primer mandatario, no para comunicar decisiones que permitan al país enfrentar los graves retos que vive como la devaluación de la moneda o la caída en los precios del petróleo.
Así, más que un cambio sustancial en el gobierno acompañado de una nueva estrategia de comunicación, lo que vemos es un mensaje de continuidad en forma y fondo. Cada día es más claro que el presidente y su gabinete hacen cálculos de poder –quién es presidenciable en 2018 y necesita un cargo nuevo; quién ha sido leal y merece quedarse a pesar de no haber logrado nada; quién es cercano y merece un ascenso a un cargo aunque le quede grande; quién ha sido bueno operando en las sombras arreglos políticos y empresariales– y que la sociedad no entra en esas consideraciones.
Lo que parece importar más en la comunicación gubernamental es la imagen del presidente como esposo feliz y sano deportista. La selección de palabras para comunicar revela la debilidad con la que se perciben, y por eso los spots del informe el presidente dicen que arrancan la segunda mitad del sexenio “con muchas ganas y más fuerza”, y no “con mejores ideas y un nuevo rumbo” o “con más transparencia y más capacidad”.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.