Uno de los efectos del nacimiento de Podemos y sus sucesivos spin offs ha sido que hemos podido seguir una novela de formación que se desarrollaba delante de nuestros ojos y que normalmente pagábamos también nosotros. Ha habido otras causas y consecuencias: Podemos fue, como ha dicho Ramón González Férriz, una operación de colocación de gente básicamente inempleable o, como ha explicado Rosa Belmonte, un invento para follar que se fue de las manos. Pero la vida, ya vemos, ofrece sus aprendizajes: Pablo Iglesias, por ejemplo, descubrió que es mejor vivir como los ricos que como los pobres. Aunque al principio todo parecía reducirse a una cuestión de voluntad política, cuando tenían cierta responsabilidad vieron que la realidad opone resistencias: no era solo una excusa neoliberal. Aprendieron también que hacer las cosas es muy cansado, que los escraches son menos agradables cuando los sufres tú y que la idea de que lo personal es político tiene sus inconvenientes.
El caso de Íñigo Errejón ha mostrado la inconsistencia entre el discurso público y el comportamiento privado del político. Ese fraude se suma a otros. El brillante politólogo solo empezó a amagar cierta defensa del pluralismo cuando fracasó a la hora de ser el líder de su partido. A veces parecía estar muy cerca de convertirse en un demócrata sin conseguirlo nunca. Defendía que en Venezuela se hacían tres comidas al día; Clara Serra le reprochó el modo en que dirigía Más Madrid. Tenía imagen de intelectual, probablemente porque llevaba gafas. Y se le consideraba más inteligente que Pablo Iglesias, que por otra parte le ha ganado todas las batallas. El caso muestra también la ceguera de la prensa y en particular de un sector muy preocupado por el feminismo y dar sermones, así como de los partidos de Errejón, Más Madrid y Sumar. (Tras bloquear una denuncia, cuando surgió el escándalo intentaron despedir a una mujer.)
Veremos en qué queda el caso judicial: es inocente mientras no se demuestre lo contrario, y lo incoherente o desagradable no es necesariamente delito. Pero resulta llamativo ver a Errejón declarando ahora su confianza en la justicia y sus procesos, y leer y escuchar críticas a mecanismos como las denuncias anónimas o los linchamientos digitales, que no molestaban cuando las sufrían otros. Cuando alguien expresaba cierta cautela ante los peligros de esos procedimientos, sus objeciones se despreciaban: en el mejor de los casos eran prevenciones pacatas. Las cosas han cambiado: el giro, como señalaba Ana Iris Simón, parece de Dickens. Errejón también negaba contra el sentido común y la evidencia que existieran las denuncias falsas, aunque asegura que la que han presentado contra él lo es. Es una suerte para todos y una muestra de civilización que pueda contar con las garantías que negaba a los demás.
Este artículo se publicó originalmente en El Periódico de Aragón.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).