Foto: Gareth Fuller/PA Wire via ZUMA Press

La inmigraciĆ³n como tragedia

La tragedia de la inmigraciĆ³n ensombreciĆ³ el final de 2021 en el Reino Unido. El problema no se puede disimular ni postergar.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Hace aƱos, Boris Johnson declarĆ³ que la locura de Trump tenĆ­a mĆ©todo. Aparte de desear ser rey del mundo, quizĆ” sea lo Ćŗnico que haya dicho en serio en sus 57 aƱos de edad y durante los tres que lleva como primer ministro (PM) del Reino Unido (RU). Como lo harĆ­a un payaso profesional, Boris encanta a su auditorio con trucos que dependen de la sorpresa. La desmesura y el carĆ”cter inopinado de sus actos son indispensables en una rutina cĆ³mica que, sin embargo, comienza a cansar. 

Su reacciĆ³n ante la muerte de 27 personas a bordo de una balsa que se desinflĆ³ en las aguas glaciales del Canal de la Mancha el miĆ©rcoles 24 de noviembre fue pueril y tensĆ³ las relaciones franco-inglesas, al extremo de llevar a que el RU fuera excluido de la convocatoria que debĆ­a reunir a los miembros de la UE para examinar oficialmente la inmigraciĆ³n, con el propĆ³sito de lograr una polĆ­tica europea unificada ante la crisis.

A pesar de las garantĆ­as del partido Conservador, la inmigraciĆ³n persiste, haciendo mĆ”s Ć”speras las relaciones diplomĆ”ticas ya deterioradas por diferencias en cuanto al Protocolo de Irlanda del Norte, la crisis pesquera, el tema de las aguas territoriales, los compromisos firmados, que el RU rechaza, y sus exigencias para combatir al ā€œcocoā€ de las reivindicaciones y las promesas del Brexit: recuperar el control de la frontera.

Priti Patel, ministra del Interior, apuesta por una polĆ­tica antiinmigratoria que exacerba lo que afirma combatir. Frenar el trĆ”fico humano exige decisiĆ³n polĆ­tica para reformar el sistema de inmigraciĆ³n que mantiene a las personas en el limbo legal, confinĆ”ndolas en campos precarios e impidiĆ©ndoles trabajar. Lejos de resolver el problema de la inmigraciĆ³n, la intransigencia y la falta de respeto por acuerdos internacionales son un estilo acosado por la realidad.

La patera partiĆ³ de Calais con 30 pasajeros, una de ellas una mujer embarazada, las vĆ­ctimas en una Ć©poca marcada por desplazamientos masivos de personas de Siria, AfganistĆ”n, IrĆ”n,  Irak y SudĆ”n: poblaciones enteras huyendo de la guerra y del hambre, vĆ­ctimas del desastre humano y ecolĆ³gico. Nadie emigra voluntariamente. Los hay que todavĆ­a aspiran a una existencia digna que asocian con vivir en Inglaterra o morir en el intento.

El desastre revela que en la era post Brexit el RU necesita de la colaboraciĆ³n de Francia y los paĆ­ses involucrados territorialmente en el ignominioso trĆ”fico de seres humanos. Desde que la vigilancia sobre trenes y camiones se hiciera mĆ”s estricta, las lanchas son la alternativa a la que rĆ”pidamente se adaptĆ³ este negocio clandestino, aunque escandalosamente evidente. 7,800 personas fueron rescatadas en 2021 en aguas cuya temperatura, incluso en verano, es frĆ­a.

Los aspirantes a cruzar el Canal de la Mancha esperan su oportunidad en Calais, en campos en los que sobreviven en condiciones inhumanas, porque la fobia antiinmigratoria mueve los votos de quienes creen que amenaza su cultura. Esos son los votantes que esperan los resultados del Brexit done, hecho a la medida de cuatro aƱos y medio de arduas discusiones, y cuya creciente exasperaciĆ³n le roe los talones a Boris Johnson. Los entusiastas de las medidas duras desearĆ­an hacer el RU inaccesible, pero nada harĆ” desistir a quienes enfrentan la muerte constantemente, y para quienes un lapso de cuatro horas en el mar es lo de menos. AsĆ­, una de las grandes promesas del Brexit estĆ” por volverse humo, dando la razĆ³n a quienes ven en el PM un charlatĆ”n. ĀæDescubrirĆ”n los votantes que, como los 350 mil euros diarios prometidos por la campaƱa para abandonar Europa, el control de la frontera es otra ocurrencia de Boris?

El RU acusa a Francia de no impedir estas tragedias e incluso reclama que la balsa haya abandonado Calais sin que ninguna autoridad la detuviera. El lado francƩs argumenta hacer todo lo posible por combatir la actividad criminal, pero seƱala la dificultad de patrullar las costas desde donde estas embarcaciones se hacen a la mar.

ĀæQuiĆ©n arriesgarĆ­a cruzar paĆ­ses y continentes con tal de ver las costas de Dover? Es arduo medir la desesperaciĆ³n. Las distinciones establecidas entre refugiados e inmigrantes se tambalean, porque ĀæcĆ³mo distinguir entre la guerra, la persecuciĆ³n tribal y Ć©tnica, o la imposiciĆ³n de una dictadura fundamentalista? ĀæNo son todos ā€œrefugiadosā€, incluso aquellos que lo apuestan todo por llegar a Inglaterra convencidos de que entonces respirarĆ”n mejor?

Para recordarle a la derecha que lo apoya que no la ha olvidado, Boris declara injusto que el mercado no mejore los equipos y los salarios en lugar de contratar mano de obra temporal. Se refiere a los trabajadores migrantes que antes recogĆ­an frutas y sacrificaban cerdos o manejaban camiones y atendĆ­an casas de retiro, ahora ausentes, como otros que encontraron imposible permanecer en el RU despuĆ©s del Brexit. El apoyo de Johnson a la clase trabajadora es un guiƱo desparpajado que busca justificar el desorden productivo, de almacenamiento y de distribuciĆ³n de bienes. La tragedia de noviembre confirma que lo importante para alertar la mala conciencia es la cantidad de cadĆ”veres. No es novedad en las costas europeas, ni en el Canal.

Priti Patel busca sellar la isla al tiempo que Frost presiona para librarse de la jurisdicciĆ³n europea. La actitud del gobierno inglĆ©s ante los inmigrantes no es nueva, y conviene recordar brevemente su historia, que comienza con la incontrolable, indeseable e inesperada fragmentaciĆ³n descolonizadora del imperio. La inmigraciĆ³n es presentada desde mediados del siglo XIX como una avalancha humana que exigĆ­a marcos legales para discriminar la inmigraciĆ³n ā€œde colorā€.

El Acta de NacionalizaciĆ³n de 1948 sorprende porque admitiĆ³ el derecho de mudarse a Inglaterra de los habitantes de las que fueran colonias y ahora eran la Commonwealth. La presencia de los afrocaribeƱos hizo mĆ”s ardua la exclusiĆ³n racial, sin subvertir los principios de la Commonwealth ni violar leyes internacionales, como ocurre actualmente con el post Brexit. Hacia el fin de los cincuenta del siglo anterior habĆ­a en Inglaterra 210 mil ā€œno blancosā€, y 115 mil venĆ­an de la Indias Occidentales, es decir, del Caribe.

En 1967 el gobierno laborista se propuso hacer la ley mĆ”s rigurosa, provocando una oleada de pĆ”nico que se reflejĆ³ hasta febrero de 1968 en dos docenas de vuelos entre Nairobi y Londres con mil pasajeros a bordo antes de que se proclamara la Commonwealth Immigrants Act, que restringiĆ³ la entrada a los nacidos o naturalizados dentro del RU, o que tenĆ­an padres o abuelos que cumplieran esos requisitos. El acta violaba la ConvenciĆ³n de Derechos Humanos y la ConvenciĆ³n Internacional de Derechos Civiles y PolĆ­ticos y despojaba a la mayorĆ­a de kenianos de ciudadanĆ­a. La medida fue tan extrema que India, bajo la primera ministra Indira Gandhi, estuvo a punto de abandonar la Commonwealth.

En 1981, la ciudadanĆ­a britĆ”nica fue restringida geogrĆ”ficamente por primera vez a las Islas BritĆ”nicas. Fue entonces cuando la nociĆ³n de ā€œrefugiadoā€ se distinguiĆ³ de la de inmigrante. Esta distinciĆ³n fue importante desde el punto de vista humanitario, pero tambiĆ©n favorecĆ­a la astucia laborista que comprometĆ­a a los organismos internacionales a compartir las responsabilidades de los desplazados por el imperio. 

Las restricciones estĆ”n pensadas para limitar hasta el estrangulamiento toda responsabilidad ante la Commonwealth africana. En 1981 el Acta de NaturalizaciĆ³n restringiĆ³ la entrada de gente ā€œde colorā€ aprovechando la llegada de la nueva oleada de inmigrantes econĆ³micos procedente de Europa. La xenofobia cambiĆ³ de color alimentando la eurofobia que permea la cultura inglesa desde Agincourt.

La Commonwealth, en teorĆ­a, no puede coexistir con el ambiente hostil que Priti Patel favorece ante los inmigrantes. Esto, en un momento posterior al Brexit en el que la UE ya no tiene la obligaciĆ³n de respetar el Acuerdo de DublĆ­n de 1990, segĆŗn el cual la responsabilidad consular corresponde al primer lugar al que se llega. Al separarse de la UE, el RU encuentra que Francia no estĆ” obligada a recibir refugiados rechazados. La tensiĆ³n ha llegado a extremos en los que la mala fe es abierta y, de invocar el ArtĆ­culo 16 del Protocolo de Irlanda del Norte, Frost podrĆ­a poner en peligro el tratado comercial firmado con la UE. 

La idea de cruzar el mundo y esclavizar a los otros es ā€œnormalā€, mientras la de acceder al RU es materia de contorsiones legales y polĆ­ticas destinadas a mantener en calma el nacionalismo inglĆ©s, una bestia a la que el Brexit dio carta de ciudadanĆ­a y reclama su porciĆ³n. Si otras promesas del gobierno han sido rotas o postergadas, la resistencia contra los invasores es sagrada, y de ella dependen los resultados electorales en una Ć©poca caracterizada por la veleidad y la presumible reacciĆ³n de las clases afectadas por la inflaciĆ³n y los impuestos que hacen peligrar el ā€œmuro rojoā€ arrebatado por los conservadores.

La tragedia de la inmigraciĆ³n ensombreciĆ³ el final de 2021, pero no empieza ni termina con la muerte de quienes abandonaron Calais. La crisis en las fronteras de la UE, especialmente el caso contencioso de Irlanda del Norte, pero tambiĆ©n en los confines orientales, alerta oficialmente a los estados miembros para examinar un problema que no se puede disimular ni postergar.

+ posts


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā