La madre de otro niƱo asesinado

Ya Elvis Santoyo muriĆ³ en brazos de su madre por un disparo de la guardia costera de Trinidad y Tobago, a donde intentaban llegar por mar. La RevoluciĆ³n bolivariana de la que huĆ­an apenas serĆ” rozada por una tragedia que muestra la soledad profunda a la que someten la pobreza y los gobiernos totalitarios.
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El tĆ­tulo de este artĆ­culo es digno de una pĆ”gina de nota roja, aunque Letras Libres estĆ” muy lejos de ser un medio de este tipo. La elecciĆ³n no es fortuita ni es un alarde de irreverencia, porque estas lĆ­neas versarĆ”n sobre un asesinato cometido por la guardia costera de Trinidad y Tobago, dos islas que se encuentran al este de Venezuela, separadas del paĆ­s suramericano por un peligroso y agitado brazo de mar de nombre Bocas del DragĆ³n.

Desde los estados de Delta Amacuro y Sucre, al sureste del Mar Caribe, parten embarcaciones endebles cargadas de venezolanos que intentan emigrar a la naciĆ³n vecina, gobernada actualmente por el primer ministro Keith Rowley, aliado de la tiranĆ­a de NicolĆ”s Maduro. El pasado domingo 6 de febrero, Darie Elvis Eliagnis Sarabia cruzaba Bocas del DragĆ³n con su bebĆ©, Ya Elvis Santoyo, cargado en brazos. La guardia costera intentĆ³ impedir que la embarcaciĆ³n continuase su camino y disparĆ³. La madre, herida de bala, se dio cuenta de que el niƱo estaba sangrando, pero cuando fue detenida ya no habĆ­a nada que hacer.

Un escueto comunicado de la guardia costera de Trinidad y Tobago reza que intentĆ³ persuadir a los viajeros de manera pacĆ­fica, por medio de bengalas, llamadas por megĆ”fono y disparos al aire. Supuestamente, los venezolanos intentaron embestir el barco de la guardia para luego escapar, razĆ³n por la que las autoridades abrieron fuego contra el motor de la lancha, procedimiento usual en estos casos.

La muerte de Ya Elvis Santoyo es un daƱo colateral en el ejercicio de la legĆ­tima defensa de las fronteras de un Estado soberano, una indeseable consecuencia del absurdo empeƱo de emigrar ilegalmente a un paĆ­s en el que no se es bienvenido. La nota dirigida por el primer ministro a la vicepresidenta de la RepĆŗblica Bolivariana de Venezuela, Delcy RodrĆ­guez, asĆ­ lo indica. Se lamenta la muerte del bebĆ©, pero con severidad se seƱala el grave error cometido por los responsables del niƱo, verdaderos culpables de su fallecimiento al exponerlo a los peligros del trĆ”fico ilegal de inmigrantes. En suma, Trinidad y Tobago tiene una polĆ­tica antimigratoria tan o mĆ”s dura que la estadounidense y la europea, y lo reconoce abiertamente. Tal polĆ­tica ha de ser respetada hasta el punto de justificar la respuesta violenta en caso de desobediencia, asĆ­ se trate de una embarcaciĆ³n pequeƱa y sobrecargada de gente.

No hay fotos de Ya Elvis al estilo de las de Aylan Kurdi, el niƱo sirio hallado muerto en las costas de Macedonia en 2015. La imagen de Aylan, tomada por la fotĆ³grafa turca Nilufer Demir, dio la vuelta al mundo y despertĆ³ la indignaciĆ³n de todos los bienpensantes del planeta, entre los cuales se encontraban no solo lo mĆ”s granado de la izquierda mundial democrĆ”tica, sino tambiĆ©n los simpatizantes y aliados de la dictadura de la dinastĆ­a Al Assad en Siria, el gobierno venezolano entre ellos. Ahora, ningĆŗn fotĆ³grafo estrella tuvo la brillante oportunidad de captar la imagen de un bebĆ© baleado, posible candidata para un premio Pulitzer o para ser exhibida en alguna sala importante del mundo en ocasiĆ³n del World Press Photo. Finalmente, nada especialmente atractivo ocurre en la Boca del DragĆ³n, mĆ”s allĆ” de la muerte o desapariciĆ³n de un puƱado de venezolanos pobres, provenientes de una tiranĆ­a de izquierda y que enfilan sus tristes destinos a un paĆ­s como Trinidad y Tobago. No es fĆ”cil predecir el camino de una noticia de esta naturaleza en los medios internacionales: ĀæserĆ” semejante al de la muerte por inmersiĆ³n del niƱo sirio? ĀæO el asesinato de Ya Elvis no es igual de Ćŗtil a la hora de hablar de la maldad capitalista o del racismo?

Estos infantes ratifican el significado profundo y radical de la palabra vĆ­ctima, perdido en la maraƱa complaciente de los victimismos polĆ­ticos de todo signo ideolĆ³gico. No escogieron emigrar ni pudieron defenderse frente a las fuerzas de los Estados; tampoco tuvieron nada que ver en el hecho de que sus cortas vidas quedarĆ”n como borroso recuerdo de hostilidades polĆ­ticas e injusticias mayores. En su nombre puede defenderse lo defendible y lo indefendible, la verdad y la mentira.

Desde una perspectiva opositora, no cabe duda que la polĆ­tica para la muerte del gobierno de NicolĆ”s Maduro tiene mucho que ver en este asunto, pero la mano asesina corresponde a un guardia costero de Trinidad y Tobago. Es mucho mĆ”s factible que este funcionario sea juzgado y condenado, aunque no es posible asegurarlo dada la postura oficial de su gobierno, a que la RevoluciĆ³n bolivariana sea apenas rozada por este crimen. El seƱalamiento de los victimarios puede ser un ejercicio menos doloroso que enfrentar la tragedia tremenda de la pĆ©rdida de las certezas comunitarias de la vida personal, pĆ©rdida que obliga a entregarse al infinito azar de la decisiĆ³n individual.

La mayorĆ­a de nosotros no estĆ” preparado para enfrentar el drama de la madre de Ya Elvis Santoyo, actualmente en manos de las autoridades hostiles de Trinidad. Su intenciĆ³n era distinta a la consecuencia de haber embarcado rumbo al paĆ­s vecino, una decisiĆ³n de mujer pobre que simplemente repite lo que los seres humanos hemos hecho desde hace miles y miles de aƱos, pero que, racionalmente hablando, es un error de cara al mundo actual. Es muy fĆ”cil decirle a la gente como ella que existen leyes internacionales que la protegen y que ha sido vĆ­ctima de una atrocidad, cuando tal protecciĆ³n no es real. Es muy fĆ”cil tambiĆ©n decirle que no emigre, que apueste por la vida en Venezuela, que luche contra una tiranĆ­a, porque en el fondo, muy en el fondo, sabemos que esta mujer se quedĆ³ sola, en la soledad profunda a las que nos someten la pobreza y los gobiernos totalitarios. Cada destino se desgaja de la vida colectiva y familiar en un sentido mucho mĆ”s definitivo de lo que plantean los crĆ­ticos del capitalismo cĆ³modamente asentados en las democracias occidentales, al estilo de Byung Chul Han o Slavoj Žižek.

Ponerse en los zapatos de Darie Elvis Eliagnis Sarabia resulta mĆ”s urgente y humano que repetir una vez mĆ”s la infamia que significa el gobierno de NicolĆ”s Maduro, en un contexto en el que otras noticias se han apoderado de la atenciĆ³n del mundo. Pobre muchacha, definitivamente.

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Escritora y profesora universitaria venezolana. Su Ćŗltimo libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de MĆ©xico.


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