Foto: Paula Kindsvater / CC BY-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)

La voz de las mujeres

El maltrato a la mujer es la mayor vergรผenza de este paรญs. Y la epidemia de feminicidios no es mรกs que su atroz consecuencia. Hoy las mujeres alzan la voz para poner un hasta aquรญ a los desmanes del macho mexicano.
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El “macho” hace “chingaderas”,
es decir, actos imprevistos y que
producen la confusiรณn, el horror,
la destrucciรณn. Abre al mundo;
al abrirlo, lo desgarra.

Octavio Paz

 
 
Las mujeres mexicanas han decidido tomar la iniciativa histรณrica. Enhorabuena por ellas y por Mรฉxico. La marcha a la que han convocado hoy y el paro nacional de mujeres que ocurrirรก maรฑana pueden convertirse en un catalizador decisivo para comenzar a rescatar nuestra esperanza como sociedad civilizada. Ellas y solo ellas tienen la voz. Asรญ debe ser. Saben que la indignaciรณn y la pasiรณn son esenciales. Y saben que su movimiento debe durar, no unas semanas o meses: debe durar dรฉcadas.

Si los movimientos estudiantiles de Mรฉxico estaban justificados, el movimiento de las mujeres mexicanas lo estรก infinitamente mรกs. Por eso, aunque sus metas son distintas y mรกs trascendentes, es importante tomar en cuenta esas experiencias de nuestro pasado cercano.

En 1929, una inmensa ola de indignaciรณn juvenil atravesรณ las ciudades del paรญs en protesta contra el militarismo de los jefes sonorenses. Lo encabezaba un lรญder cรญvico indiscutido y respetado: Josรฉ Vasconcelos. “Haga que esto dure”, le decรญa su joven consejero, Miguel Palacios Macedo, pero Vasconcelos no lo escuchรณ. Cuando sobrevino el fraude electoral del PNR (el primero en su larga historia, bajo otras siglas) saliรณ del paรญs a un largo exilio.

Fue una lรกstima. De haber atendido los consejos de los amigos que le pedรญan no apostarlo todo a un estallido de indignaciรณn sino formar una instituciรณn polรญtica, Mรฉxico hubiera contado con un sano bipartidismo desde 1929. Fue una oportunidad perdida y, para toda una generaciรณn, el fin de una esperanza que ya nunca reverdecerรญa.

El segundo ejemplo es el movimiento estudiantil de 1968. Los vientos de libertad que soplaban en el mundo llegaron a Mรฉxico con una fuerza arrasadora. El gobierno โ€“como ocurre siempreโ€“ no supo ver en quienes participamos en el movimiento mรกs que una masa de marionetas manipuladas por la “mano negra” de los soviรฉticos y la CIA. No era asรญ. Quienes vivimos esos hechos que marcaron nuestra conciencia polรญtica querรญamos decir un NO multitudinario al sistema autoritario. Marchar libre y pacรญficamente por las calles, sin temor a que nos aprehendiera o golpeara la policรญa o el ejรฉrcito. Exigรญamos diรกlogo. El resultado de esa segunda ola de indignaciรณn juvenil es conocido: primero la represiรณn y el crimen, despuรฉs la dispersiรณn, la frustraciรณn, el olvido.

Fue una desgracia. Embriagados por el instante, no logramos que nuestro movimiento durara. Nunca pensamos en integrar un liderazgo coherente, plantear una reforma polรญtica, esbozar un plan a mediano plazo. ร‰ramos malos lectores de nuestra circunstancia. A nadie se le pasรณ siquiera por la cabeza la posibilidad de crear una asociaciรณn cรญvica, menos aรบn un partido polรญtico. Tuvieron que pasar por lo menos quince aรฑos para que la llama de libertad democrรกtica que habรญa iluminado al 68 en sus mejores momentos volviera a encenderse. No se apagรณ desde entonces y, tras una larga y ardua batalla, condujo a la frรกgil democracia que ahora tenemos. Pero en el trรกnsito se habรญan perdido aรฑos irrecuperables.

ยฟQuรฉ faltรณ en ambos casos? Faltรณ institucionalizar. Presentar un pliego petitorio con exigencias prรกcticas inmediatas, integrar un liderazgo sรณlido, formular un programa de largo plazo y orientarse a la formaciรณn de un partido polรญtico.

Al sugerir que las mujeres mexicanas consideren esos precedentes no ignoro lo mucho que han avanzado en tรฉrminos de organizaciรณn cรญvica, en la expresiรณn de sus agravios y en la formulaciรณn de sus derechos. Solo apunto la necesidad de exigir del gobierno actos concretos e inmediatos como la restituciรณn de las guarderรญas infantiles y los centros de atenciรณn para las mujeres que sufren violencia. Y subrayo que, sin institucionalizaciรณn, los movimientos sociales tienden a desdibujarse.

El maltrato a la mujer es la mayor vergรผenza de este paรญs. Y la epidemia de feminicidios no es mรกs que su atroz consecuencia. Hoy las mujeres alzan la voz para poner un hasta aquรญ a los desmanes del macho mexicano. Si el poder presidencial ha decidido no verlas ni oรญrlas, escuchรฉmoslas nosotros. Y pidรกmosles que, en esta hora oscura de Mรฉxico, sean ellas quienes tomen la vanguardia de la oposiciรณn institucional, defiendan su causa (que es la de todo mexicano bien nacido), abracen otras causas urgentes que atraviesan por una severa crisis (como la salud) y hagan que su movimiento perdure.

 

Publicado en Reforma el 8/III/2020.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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