Daniel Gascón

Max el politólogo II: Visita a Somosaguas

En la segunda entrega de las aventuras de Max, el futuro politólogo acude a la que será su universidad acompañado de su padre. Allí conocen a un profesor asociado que trabaja como camarero en la cafetería de la facultad para completar su salario.
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[En el capítulo anterior…]

-¿Estás listo? –preguntó Rogelio.

-¡Empoderado! –contestó Max, subiendo de un salto al Citroën Xantia de su padre–. No hacía falta que me acompañaras. Podría haber cogido el A en Moncloa.

-Mejor así.

-Aunque me vendrá bien tener algo más de tiempo para pasear por el campus: recorrer sus edificios, escuchar conversaciones entre estudiantes, oír sus discusiones políticas en la cafetería. Quizás hasta pillamos una asamblea.

-¿Pero no íbamos a preguntar lo de la matrícula?

-Tomaré notas en mi libreta. En el futuro podría intentar publicarlas en El Viejo Topo.

-Max, tenemos que volver pronto a casa.

-“Reflexiones ajenas” –dijo Max contemplando el poco cielo que se veía por la calle Ríos Rosas– “A vuelapluma por Somosaguas”. ¿Te gusta el subtítulo?

Con poco tráfico, Max y Rogelio llegaron a la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense.

-En la mismísima puerta –dijo Rogelio cerrando el coche con cierto orgullo.

-Papá, igual deberías haberte puesto unas zapatillas. Tus mocasines nos pueden traer problemas –dijo Max caminando hacia la entrada, mientras le sacaba unos metros de ventaja a su padre. Rogelio apretó el paso y entró detrás de su hijo.

Delante de ellos y ocupando el ancho vestíbulo se encontraron con una veintena de personas de pie, agrupados en silencio. Algunos miraban al suelo, otros cargaban gestos de dolor. Rogelio dijo en voz baja: “¿Y esto qué es? No veía algo así desde la ETA”.

Se oyó a alguien chistar. Un joven que estaba a su lado les señaló con un leve movimiento de cabeza un cartel que colgaba entre dos columnas. Anunciaba:

“1 MINUTO DE SILENCIO POR LOS VOTOS PERDIDOS.

SISTEMA ELECTORAL, TRAIDOR Y CRIMINAL”

Los congregados comenzaron a aplaudir y la reunión se disolvió en pocos segundos. El joven se dirigió a Max y a Rogelio:

-Hola, soy Javi. Perdonad que os haya cortado antes, pero en nuestra asociación intentamos que este momento sea muy solemne. Lo repetimos todos los miércoles después de merendar. Aunque si en el bar no hay palmeras de chocolate lo suspendemos y bajamos a Madrid.

-¿Quién se ha muerto? –preguntó Rogelio.

Max soltó una risa nerviosa y dijo algo avergonzado: “Nadie, papá”.

-Bueno –intervino Javi–, eso es discutible. Un voto triturado por el sistema electoral equivale a un sueño roto, a un alma perdida.

-D’Hondt –dijo Max.

-Eso es, un genocida de la soberanía popular. Nuestro lema es “Con D’Hondt, tu voto es un mojón”. ¿Eres nuevo en la uni? –preguntó Javi.

-Vengo a averiguar lo de la matrícula. Empezaré el curso que viene.

-Ah, pues ya te veo muy puesto. Quizás hasta quieras formar parte de nuestra asociación. Nos vendría bien sangre joven.

-¿Y qué asociación es esa? –preguntó Max.

-VQSPCQSP –deletreó Javi sin respirar–. Votemos que sí se puede, claro que se puede –explicó–. Nos inspiramos en Catalunya Sí que es Pot. Ven, te enseñaré el pasillo en donde estamos, junto al resto de asociaciones.

Max y Javi caminaban y conversaban por el pasillo central de la facultad, mientras Rogelio los seguía varios pasos por detrás, leyendo la cartelería que afloraba por todos los rincones del edificio:

“NI DIOS NI AMO. CÁGATE EN TODO”

“NAZI PARDILLO, TU BOCA EN EL BORDILLO”

“EL ORGASMO COMO LA TIERRA, ES DE QUIEN LO TRABAJA”

“#CASTAEVERYWHERE”

Los tres se detuvieron en la puerta de VQSPCQSP. Rogelio comentó:

-Vaya mensajes llevan algunos de los carteles, eh.

-¿Tiene algún problema con la libertad de expresión? –le preguntó Javi a Rogelio y, mirando a Max, dijo–. En VQSPCQSP estamos abiertos a toda clase de ideas. Bueno, excepto al twerking y a la pesca de arrastre. Y a Rubén Amón. Si tu padre quiere pasar que se quite los mocasines.

-Mejor me voy a dar un paseo –dijo Rogelio.

El padre de Max volvió al pasillo central. Se sentía algo confundido. “¿Había ofendido a ese chico?” —se preguntaba mientras sacaba su móvil del bolsillo. Le llegaban whatsapps de su hija, Silvia: “Hola” “Ya estáis n Somosaguas???” “Si habláis c politólog@ preguntadle sbr la transversalidad de C’s!!!” Rogelio no contestó. Se puso a caminar leyendo ahora las pintadas en las paredes de la universidad:

“AMORCRACIA”

“POLITÓLOGOS. NI PUTAS NI MILITANTES”

“TRANSMARIBIBOLLERAS TAMBIÉN SON CLASE OBRERA”

Enseguida se topó con la cafetería y pensó que era un buen momento para tomar algo.

-¿Qué le pongo, jefe? –le preguntó el camarero al otro lado de la barra.

-Un café solo, por favor. ¿Tienes coñac?

-Pensaba que ya nadie bebía carajillo –le contestó el camarero y se puso manos a la obra–. ¿Qué lo trae por aquí? No me diga que va a empezar a estudiar a estas alturas.

-No, no –contestó Rogelio con una sonrisa–. Vengo a acompañar a mi hijo. Quiere estudiar el año que viene aquí.

-Pues es una sabia decisión. Aquí se forma a los estudiantes con un solo espíritu crítico. Yo doy Variaciones intempestivas de la subjetividad estructural en el votante desencantado. Es una optativa.

-¿Usted es profesor?

-Sí, asociado. Entre clase y clase echo algunas horas en la cafetería.

-Qué bien –dijo Rogelio, y agregó algo dubitativo–, quizás entonces pueda explicarme eso de la muerte y el sistema electoral.

-Ah, ¿lo dice por la chavalería de uve-cu-ese-pe-ce-cu-ese-pe? –Rogelio sintió que se mareaba–. No les haga ni caso. Siguen sin entender que el problema está en la circunscripción.

El camarero se inclinó hacia Rogelio y le explicó el sesgo mayoritario y conservador producido por el tamaño y la varianza de la magnitud del distrito del sistema electoral español. Rogelio lo comprendió a la perfección.

-¿Y cómo es que siguen con la murga de D’Hondt?

-Es que les va más el rollo Monedero.

-Vaya.

-Pero no vea las habilidades analíticas que adquieren. El otro día, aquí mismo, dos chavales deconstruyeron la trama de Frozen mientras se tomaban un café con leche. Elsa es la reina del inmovilismo identitario.

-¿Qué le debo?

-Invito yo, amigo.

-Muchas gracias. Por cierto, ¿cómo es su nombre?

-Ramón Piragua, para servirle.

Rogelio salió de la cafetería entre nervioso y entusiasmado. Debía hablar con su hijo. Debía convencerlo de que Somosaguas no era la mejor opción para su futuro si quería convertirse en un politólogo riguroso, pensó. Volvió a sonarle el WhatsApp. Era Silvia: “Habéis visitado ya el local de Amigos de Bakunin???” Se puso rumbo al pasillo de las asociaciones. En la pared, frente a la cafetería, leyó: “PIRAGUA ♡ ZOOFILIA”.

Mientras tanto, Javi le presentaba a Max algunos de los miembros de VQSPCQSP.

-Hola chicos, este es Max, futuro camarada. Eso espero.

-Hola a todos y a todas –saludó Max.

-Mira, este de aquí es el Zafas, el más antiguo de la asociación. El tío sigue cateando año tras año Derecho Constitucional porque se niega a reconocer la legitimidad del régimen del 78 en el examen.

-Qué huevos.

-Esa de allí es Lola, nuestra presidenta. Nos lleva a todos firmes –dijo Javi–. Hace dos semanas la vino a visitar Rafa Mayoral para pedirle consejo, imagínate.

-“Lola, Lola, Lola, tu gestión es una trola” –empezó a cantar un joven desde el fondo del local, mientras se balanceaba en una silla y se tapaba la boca con una mano.

-Ese memo es el Juli, se pasa todo el día aquí. Es un máquina de la informática. Un día hackeó el email del decano y envío a todos los alumnos una foto de Rivera empotrando a Errejón.

-Había que denunciar el tonteo con Ciudadanos –dijo el Juli.

-Además es un especialista en la teoría de los juegos.

-¿Juego de tronos? –preguntó Max.

-No, chaval –le contestó el Juli–. Game theory. Pero eso no lo aprenderás en este antro –y mientras se lo decía hacía dos uves con los dedos, inclinando las manos hacia abajo.

-¡Puto neoliberal! –le gritó el Zafas.

-No le hagas caso a este friki –dijo Javi–. El resto de los más habituales están en clase o se han ido a por más palmeras de chocolate.

-¿Qué otras asociaciones hay en la facu? –preguntó Max.

-Poca cosa –dijo Lola–. Hay veintidós más, pero nada interesante. Aquí enfrente tienes a Alternativa Universitaria-Estudiantes de Izquierdas, que es una escisión de Estudiantes Alternativos por una Universidad de Izquierdas. Si sigues por el pasillo, hacia el fondo, tienes a Hegemonías en minoría, Marxistas-Onanistas Madrid-Oeste, Asaltar los Hielos y Significante vacío.

-¿Significante vacío no se había disuelto por unanimidad? –preguntó Javi.

-Sí, pero los marginados de El señor de los dadillos, unos chicos que se dedican a hacer juegos de rol –le aclaró a Max– vieron la oportunidad y ocuparon el local. Ahora están en la disputa por el concepto de “oscuridad” y creyeron que el nombre de Significante vacío les seguía sirviendo. Consiguieron que Errejón les hiciera un fav en Twitter.

-No son tontos –comentó el Juli–, han explotado la reputación generada en un típico juego de interacciones repetidas. Ahora se pueden presentar al electorado de la facu como renovadores eludiendo los problemas de información imperfecta. Surfean la incertidumbre sin despeinarse.

-Te dije que es muy listo.

-Luego –continuó Lola–, en la tercera planta, junto a Decanato, están Contrapoder, Contra-Contrapoder y Poder, ostias. La gente de Podemos está metida en esta última.

-¿Y los del PSOE? –preguntó Max.

-En El señor de los dadillos.

De repente, se abrió la puerta. Un chico entró alzando bollería en las manos:

A veure, qui vol una palmera de xocolata?

-Max, este es Jordi –dijo Javi–. Nuestro catalán en Madrid. Cien por cien indepe.

-Hola, encantado –dijo Max estrechando la mano de Jordi–. Qué chula tu camiseta –y leyó en voz alta la frase “KEEP CALM AND TRUST IN RUFIÁN”–. Yo soy muy fan de Lluís Orriols.

-¿Orriols? Quita, quita. Menudo españolista, tú.

-Y politólogo del régimen –añadió el Zafas.

-Politólogos de PRISA, de la Sexta, todos agentes del CNI. ¡Llepaculs!

En ese momento alguien golpeó a la puerta.

-Permiso. Estoy buscando a mi hijo –dijo Rogelio asomando la cabeza.

-Pase, buen hombre –le dijo el Zafas escrutando sus mocasines.

-Su hijo es un fenómeno –dijo Javi dándole una palmada en la espalda a Max.

-Sí, tiene mucho talento –respondió Rogelio–. Será un excelente analista político. No ha empezado aún la universidad y ya tiene algunas ideas interesantísimas. Cuéntales esa sobre cómo afrontar el desafío independentista. La respuesta pez o la respuesta rana. Esa inspirada en…

-¡En lecturas de Laclau! –interrumpió Max a su padre–. Pero ahora no tenemos tiempo, que mi madre nos espera para la cena y tenemos que pasar por el ALDI a comprar el pan. Muchas gracias por todo –se despidió.

Padre e hijo se dirigían a la salida del edificio. La tensión se palpaba en el aire. Justo cuando Rogelio se disponía a iniciar una conversación, Max comenzó a tirarle de la manga de la chaqueta: “¡Mira quién va por ahí! ¡Mira, mira!”, y le señaló con el dedo una persona que caminaba al fondo del largo pasillo. Era de baja estatura, con gafas redondas, pelo corto y alborotado. Vestía chaleco y le colgaba un fular rojo en el cuello. Llevaba unos andares extravagantes, saltarines, un hombro inclinado hacia el suelo, la mirada asomando de abajo hacia arriba. Iba dando palmaditas en la espalda a cuanta persona se cruzaba.

-¿Lo reconoces? ¡Igualito que en la tele, papá! ¡Es él! –dijo Max entusiasmado.

Rogelio reconoció a la persona que hacía que los ojos de su hijo brillaran de una manera especial. Su desconcierto y desilusión lo hundieron en la tristeza. “¿Dónde ha quedado el rigor?” –pensó mientras salían por la puerta y subían al Citroën Xantia–. “Esto no va a quedar así” –se juró en silencio, mirando cómo el edificio de Políticas se hacía pequeño a través del retrovisor.

Unos meses más tarde, cuando la primavera se marchó sin despedirse y el verano se apoderó de la ciudad, Max recibió una importante noticia:

-¡Mamá, papá! ¡Ha llegado el email del ministerio!

Rogelio, María y Silvia entraron deprisa en la habitación. Max estaba con los ojos pegados en la pantalla del ordenador.

-¿Y? ¿Dónde te han aceptado, hijo? –preguntó María, impaciente.

-¿Pero qué mierda es esto? –dijo Max llevándose las manos a la cabeza– ¿La Carlos III?

-Es una buena noticia, hijo -contestó Rogelio con voz calma-. Estudiarás donde están los mejores politólogos.

-¡La puñetera dictadura epistemológica, papá! ¡Me has arruinado la vida! –aulló Max desconsolado.

Silvia soltó una carcajada y el eco de sus risas se oyó hasta en Getafe.

[Continuará]

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Sebastián Lavezzolo es profesor de ciencia política en la Universidad Carlos III. Escribe en el blog Piedras de papel.


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