Valeria Lavezzolo

Las cinco advertencias de Satanás… a cinco políticos españoles

Satanás reúne a cinco políticos españoles para hacerles una advertencia a cada uno sobre su futuro. Antes de todo, les felicita: le están haciendo casi todo el trabajo.
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Un escenario rectangular con tres telas negras sin aperturas, en los laterales y al fondo, que hacen de paredes de una sala suspendida en la nada, en un sueño, en algo abstracto o imaginado. Una luz blanca, muy intensa, ilumina el centro de la escena, en la que están cinco políticos españoles de pie, con las cabezas hacia abajo, inmóviles, en estado de ausencia. Todos visten ropas blancas, lisas, que brillan inmaculadas al golpe de la luz. Pedro SÁNCHEZ, Alberto Núñez FEIJÓO, Yolanda DÍAZ, Inés ARRIMADAS y Santiago ABASCAL. Solo ellos ocupan el escenario. Según se ha dicho, la escena transcurre en el año 2022.

EMPIEZA LA ACCIÓN 

Tras 30 segundos de silencio, los cinco políticos alzan la cabeza y abren los ojos.

ABASCAL. — ¡Santo Dios! ¿Esto qué es? 

ARRIMADAS. — ¿Dónde estoy? 

FEIJÓO. — Pero bueno. ¿Estoy soñando o qué pasa aquí? 

ARRIMADAS. — ¿De dónde habéis salido vosotros? 

DÍAZ. — (A SÁNCHEZ.) Esto tiene que ser una pesadilla. 

SÁNCHEZ. —  Pues parece todo muy real. Qué ropa más bonita. Qué tela más suave. 

ARRIMADAS. — Esto es como en The Cube

FEIJÓO. —¿De qué? 

DÍAZ. — ¡A que sí, tía! 

ABASCAL. — (A FEIJÓO.) ¿Y España?

SÁNCHEZ. — (A DÍAZ.) ¿A que me sienta bien el blanco, Yolanda?

FEiJÓO. — En Galicia, cuando pasan estas cosas decimos… ¡Carallo!

ABASCAL. — ¡Que dónde está España, joder! 

Todos empiezan a deambular por el escenario con gesto desconcertado. 

ARRIMADAS. — Esto no está pasando. No puede ser. (Se oye una carcajada de fondo.) ¿Y tú de que te ries, Pedro? 

ABASCAL. — El único que no se toma en serio este secuestro batasuno es el Sr. Sánchez. ¿De qué se ríe, Sr. Sánchez? 

DÍAZ. — Relajaos un poco. Yo también he oído una carcajada y no ha sido Pedro. 

SÁNCHEZ. — (Encogiéndose de hombros.) ¡Lo veis! 

DÍAZ. — ¡Silencio! (Al cabo de unos segundos resuena una nueva carcajada. Aún más grave y temerosa.) ¡Ahí está! ¿Lo proceso de escucháis? 

ABASCAL. — (Dirigiendo su mirada hacia arriba pero hacia ninguna parte en concreto.) ¿Quién se atreve a encerrarme con esta gentuza, vestirme como un julandrón y reírse en mi cara?

SATANÁS. — (Se oye la voz de SATANÁS, omnipresente.) Bienvenidos. (Todos miran hacia arriba.)

DÍAZ. — ¿Quién eres?

SÁNCHEZ. — Hola, Súper.

ARRIMADAS. — ¿Qué Súper? 

SÁNCHEZ. — El de Gran Hermano, ¿no?

ABASCAL. — (Señalando a SÁNCHEZ con el índice.) Ya sabía que era cosa de este. 

FEIJÓO. — (A todos.) Orwell escribió una novela en 1984.

SATANÁS. — (Gritando.) ¡Silencio! (El grito resuena con gran eco.) 

SÁNCHEZ, FEIJÓO, DÍAZ, ARRIMADAS y ABASCAL. — (Aterrados.) ¡Ahhh!

ABASCAL. — Es el Maligno.

FEIJÓO. — ¡Jesús!

ABASCAL (A FEIJÓO.) — Anda coge este clínex y limpiate ahí atrás que estás hecho un desperdicio.

SATANÁS. — En efecto, yo os he traído aquí, pero no os llevaré conmigo. Al menos hoy, no. Solo os retendré unos minutos.

DÍAZ. — ¿Pero quién eres, majo? 

SATANÁS. — Soy El Diablo… Satanás, Lucifer, Mefistófles, Belcebú, o como queráis llamarme…

ARRIMADAS. — ¡Sánchez! 

DÍAZ. — ¿Pablo?

ABASCAL. — ¡Carrillo!

SÁNCHEZ. — ¿Susana, has vuelto? 

FEIJÓO. — ¿MAR, eres tú? 

SATANÁS. — ¡Silencio! (Todos se llevan las manos a la boca.) Os preguntaréis a qué os he traído aquí. Normalmente uso esta sala para las reuniones del G7, pero también suelo convocar aquí a mis fieles para darles consejos. En vuestro caso no es necesario. Lo estáis haciendo fenomenal solitos. Me dais poco trabajo. Más que cuando don Francisco, eso sí. Os he traído para, como ya he hecho en otra ocasión, a través de la pluma de Jardiel, proponeros… 

SÁNCHEZ. — ¿Un pacto? 

SATANÁS. — No, esa competencia la hemos externalizado en los compañeros de ERC. Oriol tiene un ojo en Barcelona y otro en Madrid. Yo os haré cinco advertencias. Una a cada uno. Os advertiré acerca de las desgracias más próximas que se ciernen sobre vosotros. Para que las evitéis, aunque el Destino sea inevitable.

SÁNCHEZ. —  No lo entiendo.

ARRIMADAS. — Es lo que tiene cuando te escriben la tesis.

FEIJÓO. — A ver. Déjame a mí, que soy un entendido de los sinsentidos. Que dice este señor que aunque queramos eludir nuestras desgracias, es decir, sus advertencias, no hay nada que podamos hacer. Que nos las tendremos que tragar.

ABASCAL. — Como con la Unión Europea, leñe.

SATANÁS. — Y, al contrario, al querer evitar vuestras desgracias, las provocaréis.

ARRIMADAS. — Qué complicado. 

DÍAZ. — (A ARRIMADAS.) Esto es cosa de Errejón.

ABASCAL. — ¡Sánchez nos trajo la ETA, la ruptura de España y a este Diablo chavista! ¡Alberto, házle una moción de censura, hostias!

FEIJÓO. — Le voy a poner un whatsapp a Isabel.

DÍAZ. — (Mirando hacia arriba con los brazos extendidos.) Vamos a ver, riquiño. ¿Qué sentido tiene que nos adviertas de nuestras desgracias si es que intentando evitarlas las vamos a provocar?

SATANÁS. — (Suena otra larga carcajada) Ese es mi trabajo… generar desdicha. Igual que vosotros. Soy el ángel caído, no Ángel Gabilondo. ¡Pero atención! (Suena un trueno.) Pues no repetiré mis advertencias. Alberto, empezaré contigo.

ARRIMADAS. — ¿Podemos empezar conmigo?

SATANÁS. — ¿Y tú quién eres?

ARRIMADAS. — Inés Arrimadas, líder del partido liberal en España, señor.

DÍAZ. — Liderese.

SATANÁS. — ¿Partido Liberal?

ARRIMADAS. — Ciudadanos, Sr. Maligno. Estamos en un proceso de re…

SATANÁS. — (Interrumpiendo a ARRIMADAS y soltando otra carcajada poco diabólica.) Venga, que no estamos para coñas. Empezaremos con Alberto. (Vuelve a sonar un trueno.) Señor Feijóo. Mi advertencia, su desgracia, es un secreto a voces. Lo saben hasta en la China.

ABASCAL. — (Interrumpiendo.) ¡Comunista!

SATANÁS. — (Continúa.) Isabel Díaz Ayuso le arrebatará el liderazgo de su partido. Es cuestión de días.

FEIJÓO. — ¿Pero qué dice, hombre? Isabel y yo tenemos un trato fantástico. Nunca me haría algo así. Además, con mi equipo de estrategia hemos planeado moderar el discurso para volver a recuperar la centralidad política, abandonada por el vendepatria del aquí presente, Sr. Sánchez, y dejar sola a Isabel en el monte. Será ella quien tenga que venir a tocar mi puerta cuando me instale en la Moncloa.

DÍAZ. — Pero, Alberto… Si cada vez que quieres tomar una decisión propia y algo moderada te lanzan a la caverna mediática como hienas enfurecidas y acabas siendo más talibán que los talibanes.

SATANÁS. — Intentando moderar su discurso acabará siendo más radical… y los españoles prefieren el original a la copia. ¡Isabel! ¡El Destino! (Resuena una larga risa diabólica.)

ARRIMADAS. — (Uniéndose a la risa de SATANÁS.) Menudo acomplejado, este. Ya le podemos llamar Casado, the second of his name.

SATANÁS. — Hablemos de su propia desgracia, Sra. Arrimadas.

ARRIMADAS. — Dispara.

ABASCAL. — ¡Etarra! 

SATANÁS. — Se trata de otro secreto a voces. Vais a desaparecer. En vuestro caso, ya se lo había advertido a Albert, por eso me extrañaba verla hoy a usted por aquí. Se le habrá olvidado a Villarejo borrarla de mi lista. (Hace una pausa.) Le advertí que su formación estaba destinada a esfumarse en un escenario político polarizado, y en esas el Sr. Rivera se lanzó a mis brazos. De hecho, hasta me pidió que le escribiera algún discurso. Tengo el copyright de “La Banda”. Lo que vino después ya lo conoce bien. Intentando evitar su desdicha, la ha provocado.

SÁNCHEZ. — Qué análisis político más fino.

ABASCAL. — ¡Politólogo!

ARRIMADAS. — ¿Entonces qué hago?

FEIJÓO. — Inés, en nuestro partido tenemos las puertas abiertas al talento. 

ARRIMADAS. — (A FEIJÓO.) ¿Y tú cómo has pasado?

SATANÁS. — Es el turno de la Señora Díaz. (Suena otra vez un trueno.)

DÍAZ. — Venga, majete. Vamos allá.

SATANÁS. — La izquierda llegará dividida a las próximas elecciones. 

DÍAZ. — Ya ves, Pablo está intratable. 

SATANÁS. — Habrá 82 listas. 

DÍAZ. — Venga, hombre.

SATANÁS. — Perdona, 82 y 300 gramos de confluencia. 

DÍAZ. — Mira, Satanás. Yo te respeto, y te proceso de escucho. Pero esto que dices es una soberana tontería. Sumar es para unir, no para dividir. Te doy un dato: uno más uno son siete. Fuente: Perea, Fran et al. (DÍAZ con énfasis en la voz.) Eso se llama trans-ver-sa-li-dad.

SATANÁS. — Eso es, transversalidad. Esa será tu forma de evitar la división y ensanchar el espacio a la izquierda del PSOE; pero así alentarás las iras de la vieja izquierda que acabará desenmascarando el odio que os tenéis unos a otros: izquierdistas, ecologistas, feministas, populistas, nacional-populistas, independentistas, defensores de Marlaska, todos minoritarios y peleados. (SATANÁS vuelve a soltar su malévola carcajada.)

DÍAZ. — No te creo. Eres un majadero. Además, ¡Iñigo está conmigo!

SATANÁS. — Errejón se presentará en 4 listas.

SÁNCHEZ. — (Entre risas y gestos de felicidad.) Ya no tendré que seguir fingiendo que estoy a gusto con Unidas Pablemos.

DÍAZ. (Con tono de sorpresa.) ¿Pero Pedro? (SÁNCHEZ le esquiva la mirada a DÍAZ, se acerca a FEIJÓO y, lentamente le coge la mano.)

SÁNCHEZ. — Page, Vara, Lambán, Felipe… por fin me querrán. Bueno, lo de Lambán lo dudo. Ojalá una gran coalición. Volveré a dormir tranquilo. (Suspira.)

ABASCAL. — ¡Lo sabía! Estos dos están compinchados. Alberto, eres un sedicioso.

SATANÁS. — Es tu turno, Santiago. (Suena el trueno diabólico.)

ABASCAL. — Déjame en paz, hostias.

SATANÁS. — Seguramente no te guste oír lo que tengo para decirte. Pero como sabes, se trata de tu Destino.

ABASCAL. — Cualquier cosa que no sea derrotar a Sánchez y llegar a Moncloa montando a caballo no me interesa.

SATANÁS. — Efectivamente, derrotarás a Sánchez.

ABASCAL. — (Sorprendido.) ¿En serio? (Se desabrocha un botón de la camisa y se da dos golpes en el pecho.)

SATANÁS. — Pero esa no es mi advertencia, ni tu desgracia. Tu desgracia es que te convertirás en un moderado. Después de llegar al Gobierno, junto con Feijóo, serás una especie de Manuel Pimentel. Sólo que con más barba. 

ABASCAL. — (Gritando y extendiendo los brazos hacia el cielo). ¡Jamás!

FEIJÓO. — (Dándole un codazo a SÁNCHEZ, que permanece a su lado.) ¿Has visto cómo sí seré presidente de Gobierno?

SATANÁS. — Disculpad, he leído mal mi guión. Quería decir “Después de llegar al Gobierno, junto con Díaz Ayuso, serás una especie de Manuel Pimentel. Sólo que con más barba”.

ABASCAL. — (Gritando y extendiendo los brazos hacia el cielo). ¡Jamás! ¡Nunca! ¡Mi compromiso con España y el hombre blanco heterosexual es inquebrantable!

SATANÁS. — Lo sé, Santiago. Pero tu radicalidad es lo que contribuirá a que Isabel Díaz Ayuso llegue a la Moncloa y mueva el tablero político del centro-derecha al infierno-derecha. Así tu posición quedará muy blandengue. Serás el moderado del gobierno de coalición. Y acabarás apoyando la Agenda 2030. (ABASCAL se echa a llorar.)

ARRIMADAS. — La moderación es una mierda.

FEIJÓO. — ¿Cómo has dicho, Inés?

ARRIMADAS. — ¿Lo he dicho en alto?

SATANÁS. — Y ahora es el turno del Sr. Sánchez. (Suena un trueno más largo que los anteriores. Los políticos españoles, con la excepción de SÁNCHEZ, se agrupan a un lado del escenario y empiezan a frotarse las manos.)

SÁNCHEZ. — (Caminando con las manos en los bolsillos, con gesto de tranquilidad.) Vamos a ver, Sr. Belcebú. Imagino que lo que me va a decir es que perderé el poder, que se acabó mi tiempo y que adiós muy buenas. Pero sabe qué. En mi caso ya han pronosticado mi caída miles de veces. Y aquí estoy. Así que ahórrese su sermón y cuénteme otra cosa.

FEIJÓO. — (A los demás.) Los tiene cuadrados el tío, eh.

DÍAZ. — (A SÁNCHEZ.) Oye, a Satanás le hablas con un poquito de respeto. 

SATANÁS. — Sr. Sánchez, usted sabe que su situación es especial. Ya no hace falta que guardemos las formas. Nuestro pacto está a punto de caducar.

ARRIMADAS. — ¿Pacto? 

DÍAZ. — (A SÁNCHEZ.) ¿De qué pacto habla, Pedro?

ABASCAL. — Lo sabía.

ARRIMADAS. — Menudo hijo de su madre.

SÁNCHEZ. — (Mirando hacia arriba.) A ver, Majestad. Habíamos quedado que esto era entre usted y yo. Bueno, entre Pablo, usted y yo. No me haga esto. No hay necesidad de que se entere todo el mundo.

SATANÁS. — No has disimulado ni un poquito. No hay más que ver la que has liado para sacar los presupuestos. Tu desgracia no será salir del poder, eso se da por descontado, sino el desencantamiento de los tuyos. Como en la Cenicienta, quedarás reducido al valor de una calabaza apenas pongas un pie fuera de la Moncloa.

SÁNCHEZ. — (Tirándose de los cabellos.) No puedes hacerme esto. Me prometiste la belleza y el amor eterno de la mitad de los españoles. Incluso fuera del gobierno. ¡Sólo quiero que me quieran!

SATANÁS. — Lo siento, Sr. Sánchez, pero ahora tengo que ser el más malo de todos los Demonios. Tengo mucha competencia. Ya habéis visto lo concentrado que está el mercado bancario… Pablo ha conseguido su propia tele, luego lo de la reducción de las penas por malversación… El otro día, sin venir a cuento, una ejecutiva de Ciudadanos tuvo que reunirse en un McDonald’s porque ya no tienen sede. No sé quién ha sido el responsable pero, joder, es difícil competir a ese nivel. Así que mis promesas me las paso por el arco de los Círculos de Podemos. Como todos vosotros, oye.

SÁNCHEZ. — ¡Eso no lo voy a permitir! Haré todo lo que esté en mi mano para no perder el gobierno, continuar bello y vivir eternamente, suspendido en el halago de mis fieles. (Continúa con un tono de desesperación.) Tezanos publicará ocho encuestas al día, urdiré técnicas legislativas más locas y creativas, transformaré nuestra democracia en una anocracia para gobernar coherentemente como el culo, controlaré todas las instituciones que no controlo, redactaré una nueva Constitución, luego la reformaré con Bildu, haré una nueva Unión Europea, ¡conquistaré Rusia!

SATANÁS. — Lo siento, Sr. Sánchez, pero todas esas opciones ya están políticamente desactivadas.

SÁNCHEZ. — ¿Cómo?

SATANÁS. — El PNV está con nosotros.

SÁNCHEZ. — ¡Mierda!

La luz empieza a relampaguear. Se oyen truenos y la risa de SATANÁS de fondo, esta vez más grave, alargada por su propio eco. Los políticos españoles se agazapan, temerosos. 

SATANÁS. — Dos cadáveres políticos, una nueva habitante en Marginalia, otro moderado acomplejado y una calabaza podrida. Adoro mi trabajo. (Resuena la carcajada maligna de SATANÁS. Se apagan las luces.) 

TELÓN

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Sebastián Lavezzolo es profesor de ciencia política en la Universidad Carlos III. Escribe en el blog Piedras de papel.


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