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“No gozarás”: la policía del placer nos vigila

En el discurso oficial, los personas que consumen drogas ilegales son retratadas como adictos sin brújula moral. Pero no todos los usuarios de estas sustancias tienen una relación adictiva o problemática con ellas; por el contrario, la mayoría obtiene placer de su uso.
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Hace unas semanas la señora que atiende la recaudería de la esquina me advirtió con seria preocupación respecto a unos “mariguanos” que merodean por su tienda. Jamás le han hecho nada, “incluso” la saludan y en varias ocasiones hasta la han ayudado a mover algunas cajas pesadas. Le pregunté entonces cuál era el motivo de tanta mortificación: “Siempre se andan riendo”, me contestó con el gesto más adusto que le he visto en años. Y me di cuenta que lo que le molesta de esos muchachos no es tanto que se fumen un churro, ¡sino que lo disfrutan! Esta anécdota no pasaría de un testimonio a medio camino entre la histeria y la amargura sino fuera también el sentimiento que parece dictar la posición del gobierno respecto al consumo de drogas.

Cuando el gobierno nos habla de drogas ilegales la imagen que transmite es una de personas adictas, esclavizadas a su droga, que han perdido la brújula moral. Pero no todos los usuarios de drogas ilegales tienen una relación adictiva o problemática con ellas. ¡Al contrario! La mayoría las goza, obtiene placer de ellas.

Max Daly, autor de Narcomania: How Britain got hooked on drugs, ha planteado en diversas ocasiones una pregunta sobre la que vale la pena detenerse: ¿El acto de drogarse, independientemente de la ley y de los efectos a la salud, es algo bueno o malo? De acuerdo con Daly, parte del problema es que “el consumo de drogas tiene un grave problema de imagen y si, por principio, crees que consumir drogas –incluso si se hace por diversión y placer– es algo malo, ¿por qué habrías de creer que su legalización es buena idea, incluso si esto puede reducir los daños?”. La mayoría de las personas, de nuevo siguiendo a Daly, desconfía de la legalización de las drogas no solo porque las drogas ilegales implican riesgos, sino porque desconfía del acto de drogarse, porque creen que usarlas es de alguna manera una trampa para llegar a un estado emocional y psicológico poco auténtico y, sobre todo, inherentemente antisocial. Y como ejemplo están la señora de mi recaudería de confianza o Manuel Mondragón y Kalb, el comisionado nacional contra las adicciones en México, que ha rechazado que se diga que hay que consumir drogas de manera responsable, porque, a su parecer, si se promueve eso “ya nos llevó el diablo“.

Para un artículo publicado recientemente en Vice, Max Daly entrevistó a Melissa Bone, una estudiosa del control de drogas bajo la perspectiva de derechos humanos. Bone señala: “siempre hemos afectado la química de nuestro propio cuerpo, ya sea a través del sexo, el alcohol, la masturbación o incluso la lectura, y a lo largo de la historia esas prácticas se han regulado y controlado, especialmente a través de la religión. En el siglo XVIII se pensó que las novelas eran malas porque podían inflamar nuestras pasiones o controlar nuestras mentes. En ese momento, las sensaciones que generaba la lectura se habrían visto como algo poco auténtico, muy parecido a la forma en que ahora se ve el uso de drogas”. La vigilancia del placer es tan antigua como nuestro gusto por los estados alterados.

Recientemente la Comisión Nacional contra las Adicciones (CONADIC) presentó la edición completa de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT 2016-2017). Los datos son vastos y detallados en términos cuantitativos respecto al consumo de drogas ilegales alguna vez en la vida, en el último año y en el último mes, pero deja completamente de lado las razones por las que la gente consume drogas ilegales. Y la omisión es reveladora en sí misma: no importa por qué las consumes, drogarse es malo y debe ser prohibido.  

En 2013, Global Drug Survey publicó The Net Pleasure Index, un primer intento por definir y clasificar las drogas tratando de equilibrar el placer y el daño que generan. Los resultados fueron estos:

En México, mientras no queramos comprender las razones que llevan a la gente a consumir drogas ilegales y aceptemos que el placer es el móvil de muchas de ellas, cualquier política para prevenir y controlar su uso trabajará sobre suelo poco firme.    

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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