Para Trump y Clinton, la hora de la verdad

Comenzaron las elecciones primarias para definir a los candidatos de los partidos Republicano y Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. 
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Comenzaron, en el estado de Iowa, las elecciones primarias para encontrar a los candidatos de los partidos Republicano y Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Vale la pena analizar el escenario que enfrentan republicanos y demócratas en los meses siguientes. En una de esas, querido lector, hasta lo convenzo de interesarse de verdad en la política estadounidense. Empecemos por el Partido Demócrata. Desde que Barack Obama venciera a Hillary Clinton en las primarias del partido hace ocho años, los demócratas parecían dar por hecho que la siguiente abanderada del partido sería la propia Clinton. Suena como una progresión natural: del primer presidente afroamericano a la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Muy pocos políticos demócratas se han atrevido, a lo largo de estos ocho años, a cuestionar el sitio de Clinton en la jerarquía del partido. Con la excepción de Martin O’Malley, exgobernador de Maryland, ningún otro mandatario estatal demócrata levantó la mano. Entre los senadores solamente Elizabeth Warren coqueteó con la posibilidad, pero se retiró antes de que se desatara la verdadera rumorología. Ni siquiera Joe Biden, un vicepresidente querido y respetado, aspirante en varias ocasiones a la candidatura de su partido, optó por presentarse. Entre los demócratas, el 2016 pertenecía a Clinton y sanseacabó.

No es casualidad, entonces, que el desafío más grande para Clinton haya venido de Bernie Sanders, senador independiente del estado de Vermont. Sanders ha encabezado una campaña inesperadamente exitosa, respaldada por el entusiasmo de votantes educados, blancos y liberales, sobre todo los más jóvenes (Sanders es enormemente popular con los famosos millennials). La fuerza de Sanders con estos grupos podría darle el triunfo hoy y ciertamente se lo dará en Nueva Hampshire el día 9. El problema para Bernie viene después. En los siguientes estados, Hillary Clinton contará con el apoyo de las minorías afroamericana e hispana. Sanders, en cambio, tendrá que confiar en su base de votantes, impredecible por naturaleza. Por eso, incluso aunque perdiera los primeros dos estados en disputa, parece improbable que Hillary Clinton pierda la candidatura demócrata. Su coalición de votantes da la impresión de ser demasiado amplia como para ser realmente vulnerable. Pero nada es imposible, sobre todo si Sanders gana hoy. Pero eso sí: si Sanders pierde en Iowa, la contienda demócrata se habrá terminado (a menos, claro, de que Clinton enfrente problemas legales por sus escándalos de correo electrónico, pero esa es otra historia).

La de los republicanos ha sido, sin duda, la batalla política más extraña y fascinante de las últimas décadas. Absolutamente nadie habría podido prever que Donald Trump llegaría a Iowa como favorito para hacerse de la candidatura republicana. Nadie, ni el mismo Trump. Lo cierto, sin embargo, es que Trump ha operado una campaña de notable destreza política, combinando su gran talento mercadotécnico con la versión más pedestre pero efectiva del populismo nativista estadounidense para hacerse de una ventaja electoral que podría ser inalcanzable. Al día de hoy, Trump encabeza todas las encuestas en todos los estados en disputa. No se puede tener un margen más sólido. A Trump le siguen dos jóvenes políticos de carrera y ambiciones enormes: Ted Cruz y Marco Rubio.

Desde ese contexto, los caucus de Iowa de hoy servirán para responder dos preguntas. La primera es qué ocurrirá con Rubio y Cruz. Cruz se ha dedicado a recorrer el estado desde hace meses, apostándolo prácticamente todo a una victoria ahí. Si Rubio se le acerca con buenos números en el tercer lugar, mucho mejor aún, logra robarle el segundo sitio, Cruz probablemente comenzará a relegarse y Rubio tomará el mando como alternativa a Trump. Si Rubio no despunta, entonces la batalla será un mano a mano entre Trump y Cruz (“entre el cáncer y el sida”, decía un comediante estadounidense hace unos días).

La segunda pregunta tiene que ver con el destino del propio Trump. Si se lleva la victoria en Iowa y luego repite en Nueva Hampshire (todo esto a pesar de haber faltado al debate del jueves), sus aspiraciones se fortalecerán quizá de manera definitiva. A diferencia de lo que ocurre con Bernie Sanders, el apoyo a Trump se extiende hasta los estados del sur y dos triunfos al hilo a principios de febrero no harían más que robustecer la percepción de que Trump es, en la práctica, invencible.

Todo comienza hoy en Iowa. Si Hillary Clinton logra sacudirse la amenaza de Bernie Sanders y Donald Trump conquista el primer estado de la lista, el escenario más surrealista imaginable podría ser una realidad. Nos esperaría un año de locura.

(Publicado previamente en el periódico El Universal)

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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