¿Por qué AMLO rompe las reglas del manejo de crisis y sube en las encuestas?

Diversas encuestas han evidenciado, una vez más, el divorcio entre la percepción de algunos sectores sociales y el sentir de la mayoría respecto a AMLO, en particular a su estrategia para combatir el robo de combustible.
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Tal como lo comenté en este espacio la semana pasada, el presidente López Obrador ha roto muchas reglas que los manuales de comunicación consideran indispensables en un buen manejo de crisis. A los errores iniciales se han ido sumando muchos otros. La falta de capacidad de los funcionarios del sector energético se exhibe a cada momento. Los mensajes han ido cambiando todos los días, y lejos de brindar certidumbre, generan más dudas. Medios, expertos en energía, especialistas en seguridad, empresarios y muchos ciudadanos coinciden: las cosas se pudieron hacer y comunicar mucho mejor.

Pero una vez más, el divorcio entre la percepción de algunos sectores sociales y el sentir de la mayoría respecto a AMLO se ha hecho evidente. Diversas encuestas demuestran que la mayoría cree la versión oficial y aprueba la lucha contra el robo de combustible, incluso a pesar de sufrir afectaciones directas. Lo que es aún más paradójico: la aprobación del presidente ha aumentado. Por ejemplo, según la encuesta de Alejandro Moreno para El Financiero, la tasa de aprobación subió seis puntos desde diciembre, para alcanzar 76%. ¿Cómo es posible?

Los seguidores de AMLO dirán que su gran legitimidad política explica por qué la gente lo apoya y cree en él. Otros hablan de una “luna de miel” que es natural al inicio de cada sexenio. Carlos Bravo Regidor considera que factores como la identificación política y el contraste entre AMLO y Peña Nieto operan muy a favor del primero. Todos tienen algo de razón, pero pienso que hay una explicación adicional: AMLO y su gobierno no están usando métodos de comunicación gubernamental, sino de propaganda política.

La diferencia entre comunicación y propaganda es evidente si vemos que la comunicación gubernamental en crisis tiene, entre otros propósitos:

  • Informar a la sociedad sobre las causas precisas de la crisis.
  • Dar certidumbre sobre las acciones adoptadas para resolverla.
  • Ofrecer medidas de apoyo a quienes se ven afectados.
  • Comunicar los esfuerzos del gobierno de manera continua y predecible.
  • Brindar evidencia amplia que sustente cada afirmación para fortalecer la credibilidad del gobierno.
  • Invitar o estar abierto a que terceros independientes validen objetivamente. las afirmaciones de los voceros oficiales.
  • Construir una relación de respeto y confianza con los medios, ofreciendo información que les ayude a balancear su cobertura.
  • Construir consenso para sumar a más actores políticos, sociales y económicos en los esfuerzos de control de la crisis.

Lo que ha hecho AMLO es mucho más parecido a la propaganda política, que tiene una lógica distinta a la de la información. El presidente ha buscado:

  • Enmarcar el debate en términos de un conflicto entre protagonistas “buenos” y antagonistas “malos”.
  • Comunicar con argumentos que activan la emoción por encima de la razón, e incluso apelar a la fe (“confíen en mí”).
  • Reducir un problema técnico (desabasto masivo de gasolina) y legal (robo de combustible) a la maldad de unas cuantas personas (p.ej. los expresidentes “corruptos” vs. AMLO “honesto”) y no explicar su complejidad.
  • Usar símbolos (p.ej. imagen de Lázaro Cárdenas) para darle autoridad a quien toma las decisiones, sin tener que argumentar sobre sus ventajas y costos.
  • Activar a bases de seguidores para que combatan a los críticos del gobierno (falacia del “hombre de paja”: si criticas a AMLO, estás a favor del robo de combustible).
  • Eludir las preguntas de los medios y criticarlos cuando reportan información que contradice la narrativa oficial (el Wall Street Journal es “no es serio”).

El resultado de este hábil manejo de la propaganda ha sido muy bueno para López Obrador, y las encuestas así lo demuestran, porque la propaganda busca fortalecer el control político sobre el ciudadano. Pero lo que es bueno para AMLO no necesariamente es bueno para la sociedad, porque:

  • Se elude la rendición de cuentas de funcionarios que se esconden tras el manto protector de la popularidad del presidente
  • Se sustituye el diálogo por la acción, lo que impide discutir las opciones para solucionar a fondo los problemas de corrupción y robo de combustible.
  • Se hace creer a la gente que los problemas son de relativamente fácil y rápida solución, y que basta un liderazgo providencial para resolverlos.
  • Se erosiona la confianza en los medios de comunicación, vitales para la democracia.
  • Se alienta la división y la polarización social.

Si después de todo esto el huachicol sigue, Pemex continua muy mal administrada, los costos económicos del desabasto los paga la sociedad, y encima nos peleamos entre nosotros, poco importa si AMLO logra 70, 80 o 90% de aprobación: todos perdemos, seamos pro o anti López Obrador. Por eso, debemos exigir a nuestros gobernantes, sean quienes sean, información y no propaganda.

 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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