Por qué nos fascinan las noticias de sucesos

Del caso Diana Quer al síndrome de la chica blanca desaparecida: Crímenes, clicks y la deriva sensacionalista del periodismo.
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“La violencia emociona, conmueve y conmociona.” La periodista Margarita Rivière, quien fuera una de las fundadoras de El Periódico de Catalunya, conocía bien la fascinación que producen las noticias de sucesos cuando pronunció esta frase. Y no es una pasión de antes de ayer. Ha estado ahí desde tiempos inmemoriales. Ya los trovadores de la Edad Media cantaban desgracias ajenas ante un público entregado y ningún grupo humano –llámalo ahora grupo de whatsapp– se mantiene inalterable a su cuota de relatos de cariz más o menos sangriento y miserable.

Pese a esta pasión constante que todos sentimos por los casos más espeluznantes, en los últimos tiempos parece extenderse la percepción de que consumimos más noticias de este tipo. Es cierto que se parte de un acontecimiento llamativo que la ha propulsado: la detención del supuesto asesino de Diana Quer y el hallazgo del cadáver a finales de diciembre de 2017 produjo un buen número de noticias. Solo desde el 30 de diciembre al 20 de enero medios generalistas como El País y El Mundo publicaron más de 60 piezas de este caso en cada una de sus webs, concentradas prácticamente durante la primera semana de 2018. Un nuevo repunte sucedió a mediados de mes con otro caso de los llamados “de impacto”: el asesinato de una pareja de ancianos en Bilbao perpetrados por varios menores de edad. Los informativos de Televisión Española han llegado a dedicar diez minutos, casi un tercio de su duración, a piezas de atropellos mortales, conductores fugados, peleas y asesinatos.

El caso de Diana Quer ya había provocado decenas de artículos en los primeros meses desde su desaparición en agosto de 2016. Como han destacado varios periodistas que lo cubrieron, la víctima, por desgracia, cumplía con todos los requisitos para estar en la primera plana: era una chica muy joven, guapa y procedente de una familia de clase acomodada. Una familia que, a su vez, por la relación que mantenía con personas cercanas a los medios, se puso en primera fila de los noticiarios y periódicos desde los primeros momentos con diversas ruedas de prensa. Diana entraba así de lleno en lo que sociólogos y antropólogos han llamado el “síndrome de la chica blanca desaparecida”, una expresión estadounidense que alude a la amplia cobertura mediática, muy por encima de otras, de víctimas que son mujeres de raza blanca, menores de 40 años, con atractivo físico, y de clase media y adinerada, y que se acuñó por primera vez en 2005. Solo si se entra en Google se pueden encontrar hasta 790.000 entradas sobre Diana.

Sin embargo, por mucho que tras el visionado de programas televisivos y lectura de periódicos se llegue a otra conclusión, esta percepción del aumento de la criminalidad no casa con la verdad. “Ha habido un ‘pico’ de información, pero porque era una caso con unas características muy determinadas, pero sucesos hay siempre”, afirma Mayka Navarro, periodista de La Vanguardia que también cubrió todo el asunto de Diana Quer. Otros compañeros como Óscar López-Fonseca, de El País y especializado en esta información desde hace más de treinta años, y Cruz Morcillo, reportera de sucesos del ABC, coinciden con ella. “La información de sucesos está ahí siempre y hemos llegado a tener hasta periódicos especializados en ella. Y estamos en la media de los países latinos de Europa. Ahora con este tema no es que se haya multiplicado la cantidad de información, lo que ocurre es que como estos casos son típicamente humanos y nos pueden pasar a todos, hay una mayor atención por parte de la audiencia”, explica, por su parte, Montse Quesada, catedrática de Periodismo Especializado en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y graduada en Criminología.

Los datos, además, son tozudos: España es el tercer país con menos tasa de asesinatos y homicidios de Europa, según el Eurostat, con cifras mejores que las de Francia, Italia y Alemania. El balance del Ministerio del Interior también es muy positivo: en 2016 hubo 292 homicidios y asesinatos consumados, mientras que en el año 2000 habían sido 553 homicidios y asesinatos consumados. Es decir, la tasa ha bajado un 38%. Y, en total, de todas las muertes que se produjeron en España en 2016, solo un 0,07% se debe a un homicidio, la cifra más baja en los últimos diez años. Es más fácil de morir de cualquier otra cosa que por un asesinato. Aunque las cifras sigan siendo terribles, también ha descendido el número de víctimas mortales de violencia de género: han pasado de entre 60 y 70 al año a situarse en la horquilla de entre 40 y 50.

No obstante, hay algo que sí ha cambiado recientemente y que ayuda a que se mantenga la percepción de la peligrosidad: la profusión de noticias de sucesos en las webs, incluso de los periódicos generalistas. “Con todo el caso de Diana conseguí mantener el dique y contener el tsunami a mi alrededor en el papel. Luego está lo que salió en la web, que hubo mucho de agencia. Pero te decían que eso es lo que la gente buscaba. La gente quería a Diana. En papel logramos mantener el criterio”, sostiene Mayka Navarro. López-Fonseca también observa ese sesgo: “Sabemos que los sucesos siempre han gustado, pero no se sabía qué repercusión tenían y ahora, como se puede medir, sí. Este verano hubo un caso de una niña que apareció muerta en las vías del tren. Y era publicar noticias de ese tema y las visitas se disparaban. Con el caso de los ancianos de Bilbao ocurrió lo mismo. Y eso que fue un domingo por la tarde. Ha ocurrido con el caso de la niña Asunta, los hijos de Bretón o Marta del Castillo. Porque, además, si añades la existencia de niños va a subir. Eso ya lo vimos con el famoso caso de las niñas de Alcàsser”, reconoce. El periodista se muestra a su vez muy crítico con esta tendencia, ya que “incluso cuando no hay nada que contar, y ocurrió con Diana Quer, se contaba, la obsesión era publicar y publicar. Antiguamente, cuando solo había papel dominaba el criterio periodístico, pero ahora estamos en lo que yo llamo clicktocracia –la pulsión del click en la noticia–, y con los sucesos es alucinante”.

Los propios periodistas son conscientes de que en muchos casos se cometen errores. Fallos que ya se denunciaron a raíz del circo en que se convirtió el asesinato de las niñas de Alcàsser pero que no se han subsanado. “El problema es que ha habido un contagio mutuo entre televisión y prensa; la espectacularización del suceso de la tele se ha trasladado a los periódicos con titulares más agresivos, más descarnados… Y hay una menor especialización. Es un periodismo que requiere una tremenda especialización, porque todos los días te enfrentas a dudas que no sabes”, manifiesta Morcillo, que reconoce que es un tipo de periodismo en el que se trabaja con un material muy sensible. “Ponemos el foco sobre toda la vida y trayectorias de las personas. Y hace aflorar zonas oscuras, y es difícil separar. Y eso sucedió con el caso de diana Quer. Evidentemente tenemos que subir los estándares de calidad, pero también cuanta más información se da más riesgo tienes de equivocarte”, afirma. Para su colega López-Fonseca, la cuestión es que “hay cierta presión por publicar el último detalle. Y a veces nos tiramos a la piscina. Y hay cosas que no deberíamos hacer”. “Con Diana Quer se escribieron barbaridades que luego se demostró que no tenían por dónde cogerse. Fue un caso muy complejo. Había una cerrazón muy grande para que las fuentes te orientaran… Todo complicadísimo. Y se ha metido mucho la pata”, añade Navarro.

Para la catedrática Quesada, significa que “estamos viendo un sesgo sensacionalista bastante alto. Y llevamos muchas décadas de democracia como para haberlo pulido porque tenemos derecho a encontrar información seria”. El problema es que, como ella afirma, siempre hay consecuencias. Por un lado, la exaltación del miedo; por otro, que se empiece a legislar a golpe de titular. “Los partidos políticos suelen aprovechar mucho los sujetos dramáticos muy mediáticos y se hace una manipulación política del suceso con el fin de sacar réditos políticos. Se produce una reacción para proponer cambios legislativos, que suelen proceder de los partidos más conservadores”, manifiesta López-Fonseca.

El escritor Iván Jablonka ya alertó de ello en su libro Laetitia o el fin de los hombres, sobre el caso de una joven asesinada en Francia y sobre cómo Nicolas Sarkozy intentó endurecer las medidas penales. Nos suena demasiado: ahora ha ocurrido con la petición de la no derogación de la prisión permanente revisable tras el caso de Diana Quer. Habrá que ver en qué acaba y hasta dónde llega la presión política.

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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