¿Puede existir un sistema económico internacional en un mundo nacionalista?

El régimen internacional neoliberal que debutó en la década de 1980 está muerto. Los principales países que definieron sus reglas han dejado de acatarlas.
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Las organizaciones económicas internacionales posteriores a la Segunda Guerra Mundial se concibieron y fundaron en la conferencia de Bretton Woods celebrada en julio de 1944, hace casi exactamente ochenta años. Pretendían evitar los desastrosos efectos económicos del proteccionismo que profundizaron y alargaron la Gran Depresión y quizá condujeron a la Guerra. Las normas se basaban en las ideas de tipos de cambio fijos, protección arancelaria moderada, capacidad de endeudamiento para resolver problemas temporales de la balanza de pagos, despolitización de la toma de decisiones económicas e, inspirándose en el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (el Banco Mundial), recaudar fondos en los países ricos para financiar proyectos económicos individuales en los países más pobres.  Se escribieron cientos, o quizás miles, de libros sobre el tema. De mis lecturas recientes (motivadas a menudo por preocupaciones diferentes), permítanme aportar solo tres referencias: Gobernar el mundo de Mark Mazower, Not enough de Samuel Moyn (mi reseña aquí) y “El precio de la paz” de Zach Carter (mi reseña aquí). Además, los artífices planearon crear la Organización Internacional del Comercio, que no se materializó entonces, sino que fue “sustituida” por el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que estableció las normas sobre aranceles, dumping, subvenciones, etc. que regulaban el comercio mundial.

El sistema cambió cuando EE.UU. decidió abandonar la paridad del dólar con el oro (bajo Nixon), los tipos de cambio flexibles sustituyeron a los fijos y el comercio se liberalizó mucho más, incluyendo, en muchos casos, la apertura de la cuenta de capital (es decir, la capacidad de transferir capital de un país a otro). En la década de 1980, bajo la influencia de las revoluciones Thatcher/Reagan en los dos países con mayor influencia político-económica del mundo, la caída del comunismo y la reinclusión de China en el sistema económico mundial, se produjo una mayor liberalización de los intercambios, mientras que la despolitización de los préstamos para proyectos fue sustituida por los Préstamos de Ajuste Estructural (SAL) del Banco Mundial, que eran préstamos directos en efectivo a los gobiernos a cambio de reformas políticas neoliberales.

Esto supuso una clara desviación de las anteriores normas de despolitización. Cuando concedía préstamos para proyectos, el Banco Mundial intentaba realmente, o aparentemente, evitar las condiciones políticas e insistía en la simple viabilidad económica. Por supuesto, se podía argumentar que la viabilidad económica implicaba estrictas normas de mercado, pero no era una condición explícita. Con la desaparición del comunismo, las reglas neoliberales abarcaron el mundo y, en lo que respecta al desarrollo internacional, se resumieron en los diez principios conocidos como el Consenso de Washington (definido originalmente por John Williamson en respuesta a la crisis de la deuda latinoamericana). Las reglas, entre otras, incluían: aranceles más bajos y no discriminación entre socios comerciales (Regla nº 5), reducción del gasto público y eliminación de subvenciones (Regla nº 1), despolitización de la economía y ausencia de políticas industriales (Regla nº 2), desregulación de todas las actividades económicas (Regla nº 9) y privatización (Regla nº 10).

Estas reglas, aunque definidas con respecto a una crisis de desarrollo en América Latina, se aplicaban en principio a todos los países por igual. Eran, en la mente de sus creadores, los principios económicos sólidos, “propugnados por todos los economistas razonables”, tan válidos para el Reino Unido como para Bangladesh, para Estados Unidos como para Gabón.     

Así estaban las cosas hasta hace poco. Se piense lo que se piense de las reglas, eran relativamente sencillas, claras y universales. Contaban con el apoyo de los países del Occidente político, que disfrutaban de mayoría absoluta de voto en el FMI y el Banco Mundial, y solo Estados Unidos podía vetar las decisiones que no le gustaban.

Con las actuales tensiones geopolíticas, las políticas económicas internacionales de Occidente están en proceso de cambio drástico. En lugar de un sistema de comercio mundial abierto, el enfoque actual aboga por la creación de bloques comerciales entre los aliados políticos. Esto contraviene tanto el primer como el segundo marco del sistema económico internacional que pretendía diferenciar el comercio de las relaciones políticas, habiendo aprendido de la desastrosa creación de bloques comerciales políticamente segregados entre las dos Guerras Mundiales.

Las políticas actuales aceptan abiertamente o piden la politización de las decisiones económicas aceptando la coerción económica como una herramienta normal. Estados Unidos tiene actualmente 38 regímenes de sanciones que afectan a unos cincuenta países, cientos de entidades y probablemente miles de individuos. La Unión Europea no le va a la zaga. China está utilizando una coerción similar con respecto a varios países de Asia-Pacífico.

Los llamamientos, y cada vez más la práctica, de políticas industriales, de “desacoplamiento”, soberanía tecnológica, prohibiciones políticamente motivadas del comercio o la inversión están segmentando las relaciones económicas internacionales en función de preocupaciones puramente geopolíticas y de la llamada seguridad.

La cuestión es que, en la práctica, el régimen internacional neoliberal que debutó en la década de 1980 está muerto. Los principales países que definieron sus reglas han dejado de acatarlas. Así pues, nos encontramos ante una extraña situación en la que los principales arquitectos y fundadores del orden internacional neoliberal ya no creen en él y no lo aplican, pero de alguna manera el sistema debería seguir siendo aparentemente acatado por el resto del mundo. Se trata de una situación insostenible. No hay forma de que una misión del Banco Mundial a un país africano, latinoamericano o asiático pueda quejarse seriamente de las subvenciones gubernamentales, la discriminación comercial, la confiscación de bienes de opositores políticos, el comercio en bloques comerciales o la política industrial, mientras que los artífices del sistema económico internacional persiguen esas mismas políticas. La contradicción puede disimularse durante un tiempo, pero no puede ignorarse para siempre.  Si las reglas neoliberales internacionales ya no se consideran las reglas apropiadas para Estados Unidos y Europa, ¿deberían considerarse las reglas correctas para el resto del mundo?

Sencillamente, no existe una respuesta actual a esta pregunta. Las nuevas reglas tienen que inventarse e introducirse o todo el sistema se volverá incoherente e internamente contradictorio hasta tal punto que finalmente no existirá “sistema” alguno. El mundo volverá a la optimización individual de cada país bajo las reglas de la jungla.

Los aspectos ideológicos internacionales de las decisiones tomadas por Estados Unidos y la Unión Europea rara vez son tenidos en cuenta por los responsables de la toma de decisiones a nivel nacional, porque el pensamiento sobre el resto del mundo y el desarrollo no ocupa un lugar preponderante entre los políticos que se ocupan de China, Rusia, la seguridad nacional y asuntos similares. Pero el problema del desarrollo ideológico no desaparecerá. Los artífices en 1944 se dieron cuenta de su importancia y crearon un sistema que respondía a las necesidades de la época y tenía en mente una aspiración internacionalista, incluso cosmopolita. Si ahora el mundo avanza hacia políticas de autosuficiencia nacional y de interés nacional por encima de todo, entonces un sistema internacional de normas no solo no tiene sentido, sino que no puede existir. O puede acabar en la más absoluta irrelevancia, como le ocurrió a la Sociedad de Naciones.

Traducción de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en el Substack del autor.

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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