Que los elevados índices de corrupción en México (los reales y los percibidos) son escandalosamente elevados lo sabemos desde hace tiempo. Apenas el año pasado, Transparencia Internacional señalaba que en México se reportaba el mayor porcentaje de población que ha tenido que pagar un soborno para acceder a un servicio público y ubicó al país en la posición 135 de 180 en su Corruption Perceptions Index 2017. Por eso no nos sorprendieron demasiado algunos de los resultados de la Encuesta Panel Nacional Defoe 2018 relacionados con la corrupción.
Por ejemplo: 37% de los encuestados cree que el nivel de corrupción es mayor que hace un año.
64% cree que el gobierno no está haciendo lo suficiente para combatir la corrupción… y si dudan de esto, pregúntenle al Fiscal Anticorrupción… que, ¡ah!, no ha sido nombrado.
Y, como es de esperarse, el partido en el gobierno no sale bien posicionado: más que un facilitador para combatir la corrupción, es percibido como un obstáculo.
Lo que sí nos sorprendió de los resultados de la Encuesta Panel Nacional Defoe 2018 fue no solo lo muy enraizada que asumimos que está la corrupción en nuestro país, sino que esa percepción (o realidad) amenaza con erosionar gravemente el tejido social, empezando por el de nuestra propia familia. Para muestra vaya este dato: 41% de los encuestados cree que su familia está involucrada en algunos actos de corrupción, 17% cree que ¡la mayor parte de sus familiares son corruptos! Y 10% ve en cada lazo de consanguinidad un acto de corrupción en potencia.
Por supuesto, los ciudadanos también perciben que la corrupción se extiende rápidamente, incluso en instituciones que solían gozar de cierta respetabilidad.
Aunque los ciudadanos percibimos que la corrupción se extiende incluso entre nuestras redes familiares, sigue siendo predominante la creencia de que el problema debe resolverlo el gobierno.
Sin embargo, los datos muestran que los mexicanos tenemos la percepción de que nosotros, los ciudadanos, somos los principales responsables de combatir la corrupción. Esta percepción no es menor, ya que plantea un escenario en el que el combate a la corrupción, sin dejar de ser una responsabilidad fundamental del gobierno, debe contar con la corresponsabilidad de los ciudadanos.
Así que este domingo, durante el primer debate presidencial, mientras escuchemos a los candidatos presentar sus propuestas para combatir la corrupción, hagamos entre segmentos una veloz carrera hacia el espejo y preguntémonos: ¿Qué vamos a hacer nosotros para combatirla?
Politólogo apasionado, creyente de la metodología por encuestas. Director General de la firma de opinión pública Defoe