El león no es como lo pintan: en el escudo nacional del Reino Unido se yergue pomposamente con una suntuosa corona posada en la melena. Es el símbolo imperial de un poder que dominó al mundo. Así es cómo se imaginan los que ahora añoran un Brexit duro; un divorcio absoluto, completo, inequívoco del Reino Unido con la Unión Europea. Entender esta mentalidad es esencial para poder analizar lo que está pasando en estos momentos con el proceso del Brexit. No solo porque explica la crisis actual del Gobierno británico, del cual una parte importante (balanceado entre partidarios del Brexit suave y del duro) ha renunciado esta semana, sino porque informa la extraña situación en la que se encuentra el Reino Unido frente a un país a medio mundo de distancia; México.
Al parecer del león británico, México es de la mejores opciones disponibles para su nuevo orden comercial. La Mancomunidad británica no basta; los BRICS son demasiado estadistas o están en crisis; Estados Unidos parecía buena opción hasta que llegó America First; y Europa es, pues, Europa. Mientras tanto, México es el decimoquinto mercado global lleno de consumidores en potencia. México comparte el entusiasmo con los británicos. Si en las últimas décadas parece haber ido a destiempo con las tendencias del resto de Latinoamérica (su democratización; su ‘Ola rosa’; su reequilibrio comercial de Estados Unidos hacia China), parece haber compartido una sorprendente sincronía con el Reino Unido. Ambos fueron los primeros en comprometerse oficialmente a políticas en contra del cambio climático; ambos han estado comprometidos con el liberalismo en el ámbito político y económico; y ambos celebraron sus avenencias con un gran Año Dual en el 2015. En la década después del 2006, el comercio bilateral incremento por un 75% y las exportaciones mexicanas a las Islas británicas se triplicó.
Existe el temor generalizado en la comunidad internacional que el gobierno entrante de Andrés Manuel López Obrador contribuirá a esta ola proteccionista, pero aunque el presidente electo quisiera conservar o expandir la actual liberalización comercial, el escenario no pinta bien para el Reino Unido. Existen dos escenarios factibles desde la perspectiva mexicana; el del proteccionismo o el de la continuada apertura comercial. En el primero, si el nuevo gobierno mexicano decidiera desentenderse del comercio internacional, un nuevo tratado no será prioridad y podría acabar negociándose con vistas a proteger al mercado interno mexicano, o sea, desfavorablemente para los británicos. Sin embargo, dadas las selecciones bastante liberales para Secretario de Hacienda (Carlos Urzúa) y Relaciones Exteriores (Marcelo Ebrard) del gobierno electo, parece ser más probable que no habrá un cierre al comercio internacional, pero esto todavía podría presentar un problema para el Reino Unido.
México está en el proceso de renegociar su TLC con al UE, vigente desde el 2000, y se concluirá a finales de este año con lo que parecen ser mejores condiciones para ambas partes, ya que toma en cuenta servicios digitales no existentes hace 18 años y abre sectores competitivos mexicanos al mercado europeo que antes no estaban contemplados. Llevó dos años su negociación y al parecer tomó menos tiempo por la exclusión del Reino Unido. El Reino Unido, por su parte, no solo se verá excluido de este acuerdo sino que no podrá negociar su propio tratado hasta que salga oficialmente de la unión, prevista para marzo de 2019. Su posición al negociar con México tendrá que ser moderada puesto a que no tendrá el respaldo del bloque de 27 países. Cuando la UE negocia, lo hace a todo, consciente de su importancia. Reino Unido, no obstante su importancia, por su cuenta solo es el quinto socio comercial de México en Europa. Por si fuera poco, los británicos llevan 45 años sin negociar un tratado comercial a título propio. El Ministro de Comercio Internacional, Liam Fox, está pidiendo retener los tratados existentes negociados como parte de la UE, pero sus socios comerciales no tienen porque acceder a esto. México, por su parte, tiene ya décadas negociando tratados comerciales en condiciones adversas. Además, entre susurros diplomáticos se da por entendido, extraoficialmente, que la UE estaría decepcionada con México si le otorgara mejores términos al Reino Unido en un TLC porque podría interpretarse como un incentivo a otras salidas de la Unión.
Ya que no pueden negociar nada oficialmente con el mundo y su gobierno está fuertemente dividido sobre cómo abordar al único actor con el que sí puede negociar (la UE), el Reino Unido parece estar sumido en una campaña sin fin. Los políticos británicos siguen tratando de convencer al público y a sus colegas sobre los beneficios de su consistencia preferida de Brexit, y el resultado es que en vez de tratar de resolver los complejísimos aspectos prácticos del divorcio, siguen prometiendo mucho sin comprometerse a nada. A México no le queda de otra más que descifrar al león; misión que se ve aún más dificultada por el hecho de que los encargados de reformular la relación británica con el resto del mundo han tendido a ser políticos a favor del Brexit duro.
Funcionarios británicos van y funcionarios británicos vienen, pero el problema de la fragilidad inherente del faccioso Gobierno británico persiste. El gabinete nunca podrá prescindir de voces a favor del Brexit duro, so pena de una guerra civil en el Partido Conservador a causa de acusaciones de querer suavizar o eliminar el Brexit por completo. Boris Johnson, quién el año pasado visitó México y lanzó el siguiente tuit triunfal, se ha ido, pero su reemplazo, Jeremy Hunt, es otro duro. No importa quién llene los vacíos; entre ambiciones personales y gestas ideológicas intratables, la situación dicta que la dinámica de campaña no cesará.
El Reino Unido es un socio comercial e inversor importante para México, pero la ambigüedad de sus funcionarios, el uso de actos oficiales para fines plenamente propagandísticos y la fársica inestabilidad del Gobierno de May, mina la relación bilateral. Lo peor es que no parece haber luz al final del túnel, excepto en marzo del 2019 cuando el león saldrá en caída libre de la Unión Europea, sin tratados, sin acuerdos y sin la credibilidad que se le otorgaba históricamente la comunidad internacional a ese país. El león no es como lo pintan, pero con cada día que pasa explorando soluciones irreales y ambiguas, éste se asemeja cada vez más al personaje del otro lado del emblema nacional, un unicornio. Pura fantasía.
(ciudad de México, 1991) es escritor e historiador.