Foto: just.Luc, CC BY-NC-SA 2.0

Se puede vivir en una dictadura

El รฉxito econรณmico y el orden hacen que algunos estรฉn dispuestos a vivir en una dictadura. Cuando faltan, se puede contar con la resignaciรณn.
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El paรญs se hartรณ de tanto espejismoย y de tantos fracasos, de tanta torpeza. La gente ahorita estรก viviendo con el oxรญgeno de la resignaciรณn.
Leonardo Padrรณn

Vivir en una dictadura puede ser muy sencillo en contextos econรณmicamente prรณsperos. Con callarse la boca, basta. Imaginemos a un joven chino, estudiante de alguna universidad de su paรญs considerada entre las cien mejores del mundo. Provisto de estupendas bibliotecas especializadas y recursos tecnolรณgicos de toda รญndole, no extraรฑarรก demasiado la ausencia de autores decididamente opuestos a los gobiernos autoritarios, al estilo de Timothy Snyder y Martha Nussbaum. Puede que tampoco funcionen ciertos enlaces de Google y no es fรกcil enterarse de noticias incรณmodas para el gobierno. ยฟCuรกl es el problema? La vida es amable, asรญ de vez en cuando los lรญderes apliquen medidas draconianas respecto a los brotes de covid-19; lo hacen por el bien de todos.

El Partido Comunista, que por alguna razรณn ceremonial conserva el nombre estando a la cabeza de un paรญs exitosamente capitalista, reina sobre los chinos, probablemente felices con el รฉxito de un pueblo que pasรณ terribles hambrunas y horrorosas persecuciones en el siglo pasado. Mao Zedong, responsable de estas penalidades, sigue siendo una figura honrada, inmune a la responsabilidad. Se prefiere el olvido; en definitiva, el presente es promisorio y en el futuro China se perfila como la primera potencia mundial. Los servicios pรบblicos de las grandes ciudades son aceptables y los niveles de consumo satisfactorios.

La Rusia de Vladimir Putin no es un ejemplo de prosperidad econรณmica; lo es de estabilidad. A diferencia de los protestones de las democracias liberales, los rusos no exigen una economรญa floreciente; dan la impresiรณn, tal vez engaรฑosa, de que la mayorรญa ama a su patria, a su religiรณn y a su historia con un amor desmedido. La calidad de sus universidades, del ambiente o de las bibliotecas no les quita el sueรฑo; tampoco los debates sobre migraciรณn, violencia de gรฉnero, precariedad laboral y discriminaciรณn a la poblaciรณn LGBTQ. Mรกs de un ruso debe reรญrse de que jรณvenes estudiantes negros de carรญsimas universidades estadounidenses se consideren vรญctimas del racismo. Falta orden, falta Donald Trump. La masculinidad tradicional es aplaudida de pie; de este modo, Rusia se arroja sobre Ucrania en nombre de su gloria y Putin sube los nรบmeros de su popularidad.

Los gobernantes de las democracias liberales deben sentir envidia: a los autoritarios, sin duda, les va mejor. Los rusos han dejado atrรกs los desmanes del comunismo y siguen adelante con su Ivรกn el Terrible del siglo XXI, en lugar de estar recordando el pasado dictatorial al estilo de los espaรฑoles, argentinos, chilenos y, por supuesto, de los alemanes. Alemania, uno de los paรญses mรกs extraordinarios del planeta, baja la cabeza a consecuencia de su pasado nazi; mientras, una dictadura de medio pelo como la rusa no exhibe precisamente arrepentimiento frente a los horrores del estalinismo.

La dictadura del chileno Augusto Pinochet recuerda a la del venezolano Marcos Pรฉrez Jimรฉnez; muy denostadas por los demรณcratas liberales y los comunistas, gozan de cierto prestigio en otros sectores. ยฟRazones? Sus relativos รฉxitos econรณmicos y el orden impuesto a costa de la represiรณn. Han pasado mรกs de sesenta aรฑos desde que cayรณ Pรฉrez Jimรฉnez y mรกs de treinta del fin del pinochetismo y todavรญa los nostรกlgicos de sus paรญses miran al pasado en busca de consuelo. La seguridad personal y cierto nivel de consumo convierten en hรฉroes mรญticos a unos simples dictadores militares sin demasiadas luces. No hay como una buena y prรณspera dictadura encabezada por verdaderos patriotas. En cambio, las democracias liberales traen conflictos: juventudes enardecidas, feministas combativas, marchas LGBTQ, libertad religiosa y drogas, por no mencionar el riesgo latente de las revoluciones de izquierda, las cuales han arruinado sistemรกticamente a los paรญses bajo su รฉgida.

Cuba alguna vez gozรณ de prestigio revolucionario y de figuras de estatura mรญtica, al estilo del tirano Fidel Castro y del asesino Ernesto Guevara. Sus seguidores alardeaban de sus รฉxitos en salud y educaciรณn, asunto que debe ponerse en franca duda; hablar de รฉxito cuando se usa al personal de salud como mano de obra esclava de exportaciรณn es, si se quiere, exagerado. Se trata de un paรญs miserable, convertido en el chupasangre de Venezuela. Una vez decaรญdo el prestigio revolucionario, Cuba es un souvenir de tiempos idos para minorรญas intelectuales ansiosas de una Disneylandia revolucionaria. La literatura de este paรญs nos cuenta cรณmo ha vivido la gente mรกs allรก de la frialdad de las cifras econรณmicas y del evidente autoritarismo polรญtico. Leonardo Padura, Amir Valle, Wendy Guerra y Jesรบs Dรญaz constituyen invalorables referencias.

La gente puede vivir en dictaduras econรณmicamente arruinadas, pese a las inconformidades y horrores que alimentan el trabajo de los sectores acadรฉmicos y culturales. Ama, contrae matrimonio, crรญa a sus hijos, se divorcia, escribe, trabaja, va al mรฉdico, resuelve el dรญa a dรญa, se organiza, viaja y hace fiestas. Basta con disponer de algunas horas de electricidad y de algunas horas de agua a la semana. En el caso venezolano poco importa, ademรกs, la ruina absoluta de la educaciรณn y la salud pรบblicas; quien puede, educa a los hijos en instituciones educativas y los lleva a costosas clรญnicas. No importa si no se sale a la calle por miedo a la inseguridad, si hay apenas tres o cuatro librerรญas en Caracas; tampoco el hecho de que el transporte pรบblico sea deficiente y que los taxis cobran tarifas dignas de Nueva York. Disponer de gasolina a precios de mercado y de internet satelital basta. Los que antes protestaban ahora tratan de seguir adelante; es entendible y muy humano.

Venezuela no es la Uniรณn Soviรฉtica. Los intelectuales se pronuncian en Twitter sin consecuencias. Se puede cohabitar polรญticamente con Nicolรกs Maduro, el verdadero poder; si a ver vamos, me dicen algunas amistades, la oposiciรณn no es mejor que el chavismo. Es mรกs, vamos a mandarle una carta a Joe Biden; capaz nos concede audiencia y viajamos todos a la Casa Blanca.

Se puede vivir en dictadura.

ยฟCรณmo?

Con el oxรญgeno de la resignaciรณn.

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Escritora y profesora universitaria venezolana. Su รบltimo libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de Mรฉxico.


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