Una elección sobre nada

¿Cuál ha sido el gran tema de nuestro 2012? Claramente, no ha sido ni la economía, ni la seguridad, ni la educación.
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Comencé la semana en Washington, invitado por el Wilson Center para moderar una mesa entre los coordinadores de política exterior de los tres candidatos principales a la Presidencia. Siempre es útil visitar el Instituto México, dedicado al estudio cuidadoso no solo de nuestro país, sino de su relación con Estados Unidos. Apenas en los primeros veinte minutos de mi visita, al menos tres personas me preguntaron lo mismo: “¿De qué se ha tratado la elección?”. Es una buena pregunta. En efecto, las elecciones generalmente giran en torno a un tema central. El proceso de 2012 en EU, por ejemplo, versará sobre la economía. Habrá, claro, otros asuntos de importancia: migración, seguridad y, sobre todo después de lo ocurrido estos días en Egipto, política exterior. Pero Barack Obama y Mitt Romney saben que su lucha por la Casa Blanca depende casi enteramente de la economía. Para ello trabajan sus equipos de campaña. Para ello producen decenas de anuncios, escriben cientos de discursos. Todo ello, desde la minuciosa discusión de la coyuntura económica que enfrenta EU.

Eso ocurre acá. Pero, ¿y en México? Hasta hace unos meses parecía que la elección en nuestro país también giraría en torno a la economía. ¿Recuerda el lector aquellas conferencias matutinas de Humberto Moreira, cuando el presidente del PRI citaba cifras de pobreza con la misma velocidad con la que repartía chascarrillos? En aquel tiempo, el PRI parecía empecinado en hacer de la elección un referendo sobre el manejo económico de México. Debido en parte a la propia desgracia del boquiflojo Moreira, pero también a que la economía mexicana simplemente está lejos de ser una desgracia (la mediocridad de crecimiento no es lo mismo que el abismo), el PRI decidió dejar en paz la materia económica.

La otra variable de la vida mexicana que de manera más evidente pudo haberse convertido en el eje de la elección es la violencia y la guerra contra el narcotráfico. Por donde se le mire, México atraviesa por una crisis monumental de seguridad. A las escenas cotidianas de horror hay que sumar la pérdida de libertades y el muy tangible daño que la situación ha infligido a sectores fundamentales de la economía mexicana, como el turismo. Desde la pertinencia de la estrategia actual, el futuro de las corporaciones policiales y hasta otros temas, como el gran problema de salud pública que son las adicciones, el narcotráfico ofrecía decenas de ángulos para el análisis y el contraste de proyectos políticos. Por alguna extraña razón la campaña electoral mexicana decidió pasar por alto la discusión seria del asunto. Salvo las referencias más generales y huecas, los candidatos nunca realmente explicaron qué harían con este México que, en ese sentido, enfrenta un peligro casi existencial.

Pero, entonces, ¿cuál ha sido el gran tema de nuestro 2012? Claramente, no ha sido ni la economía, ni la seguridad, ni la educación. El protagonista de la elección ha sido Enrique Peña Nieto. Como si el priista fuera un presidente en funciones que busca una reelección, la elección se ha vuelto un referendo sobre su persona y su partido. Dado que Peña Nieto y el PRI son lo que son, esa dinámica de campaña ha sido, quizá, comprensible. Pero eso no la vuelve aceptable. Con el país frente a una encrucijada tan compleja, lo deseable habría sido que los partidos optaran por demostrar un poco de seriedad, los candidatos algo de vocación de estadistas. Sospecho que a muchos electores indecisos les hizo falta escuchar alguna idea, algún proyecto con un mínimo de detalle sobre qué exactamente planea hacer el próximo presidente de México con un país adolorido y cansado. Lo cierto es que, en un momento de particular dificultad, las campañas nos quedaron a deber. Y eso es una pena: la frivolidad es un pecado inadmisible en medio de la tormenta.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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