A la mañana siguiente

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Desde que nos casamos hasta ahora

he reducido a dos las cucharadas de azúcar

que le echo al café. ¿Antes cuántas eran?

Tonta pregunta. Como cualquiera

que invoque aquellos años que vuelven

sin piedad para cobrar lo suyo. La diabetes

es cosa de familia, sí, pero hay que cuidarse.

Con el colesterol igual, y el pobre corazón

que de tan grande falló a quienes más quería.

Los poemas que escribí para ti los repiten

jóvenes que llegaron a la edad de nuestros

hijos. Los colores, que antaño daban forma

a los crepúsculos, sirven ahora para identificar

pastillas, las marcas imborrables que nos deja

el tiempo. Por suerte las mañanas insisten

en el gozo de mostrarte: te bañas, te secas el

pelo, eliges la ropa que usarás durante el día

y te miro con el rabillo del ojo (que cede

cada vez más a la presbicia). Y el tiempo pasa

sin hacernos más sabios. Pronto cumpliremos

la edad de nuestros padres. Pronto nos

convertiremos en nuestros propios hijos. ~

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