Cuando un planificador central lo controla todo, como sucedía en la URSS, tiene que ocuparse no sólo de temas económicos, sociales y políticos, sino de algunos mucho más graves. Del ocio, por ejemplo. La intelectualidad marxista de Europa occidental se hartó en su día de ensalzar a los grandes directores de cine y al puñado de escritores y compositores que dio la Unión Soviética. Pero no siempre iba a vivir el proletariado de Eisenstein, Gorki o Prokófiev. Porque, no nos engañemos, estos artistas gustan más al intelectual progre que al obrero medio, que tras un duro día de asemblar piezas para el Zaporozhet, previsiblemente no tendrá el estómago de soportar las tres horas de metraje de Solaris. Estados Unidos, el otro actor en la escena del imperio mundial por aquellos días, libró a sus dirigentes, mediante el libre mercado, de tener que planificar el asueto de sus conciudadanos. Estos, a pesar de profesores y estudiantes de universidad, eligieron ignorar a John Cage y Steve Reich mientras se despiporraban en los conciertos de grandes crooners como Frank Sinatra, Dean Martin o Nat King Cole.
El sino de Rusia en ese siglo XX fue darse cuenta tarde de que tenía que seguir el camino, a su manera y a su pesar, que iba marcando Estados Unidos. El régimen comprendió que no podía alimentar las ansias de recreo de su masa de asalariados con sinfonías de Shostakovich. Así, comenzó a organizar festivales de canto en los que se adaptaba el estilo crooner occidental a temas soviéticos, con algún toque regional según el lugar de procedencia del intérprete. Ejemplo de esto es el nuevo fenómeno viral en internet protagonizado por el crooner Eduard Khil, de ya casi 80 años. El vídeo en cuestión muestra a Khil interpretando en la televisión soviética su tema Я очень рад, ведь я, наконец, возвращаюсь домой (“Me siento dichoso, ya que por fin regreso al hogar”) y ha recibido varios millones de visitas en Youtube.
El propio Khil explica que originalmente, él y su compositor habían escrito una letra para la canción, que al final no desvelaron por miedo a la censura. De allí los extraños arreglos vocales y el rebautizo que ha hecho la comunidad 2.0 de la canción: “Trololo”.
Khil, desde hace unos meses el crooner soviético más famoso del planeta, no siempre ha disfrutado de este lugar de preferencia. Ese honor lo mereció antes Georg Ots, crooner estonio sobre el que se produjo un biopic que se estrenó el año pasado. Los productores, estonios y rusos, esperaban con este film mejorar las relaciones entre ambos pueblos, tensas desde la caída del muro y la independencia de Estonia. Ots, que sigue estando entre los artistas más vendidos, no sólo de Estonia, sino también de Finlandia, murió en 1975, víctima de un cáncer. Su carrera, que comenzó como intérprete de ópera en el Bolshoi, y que pasó también por el cine, está marcada por la búsqueda de las raíces musicales del folk estonio y ruso. Tal es su popularidad, que científicos rusos le pusieron su nombre a un planeta. Su voz, a pesar de ser considerado “el Sinatra soviético”, es mucho más académica y grave que la del italo-americano, y algo menos expresiva.
Más comunicativa, procedente del jazz y el pop, es la voz de Muslim Magomayev, como se puede apreciar en esta versión de “My Way”. Beneficiado con el título de más lustro de su país, Artista del Pueblo de la URSS, Magomayev también compuso la música de varias bandas sonoras de películas soviéticas y disfrutó de un gran éxito en el teatro Olympia de París a finales de los años sesenta. La Francia del 68, en los albores del antiamericanismo, se entusiasmaba con los rivales de Sinatra. Magomayev vendió 4 millones y medio de copias de su disco y acudió a Cannes para recibir un disco de oro. Varias casas discográficas occidentales le hicieron ofertas, pero el Ministerio de Cultura le negó el permiso, aduciendo que Magomayev tenía que regresar a la URSS para cantar al pueblo ruso. Regresó a Moscú en 1969, sin contrato, y murió en 2008 en su apartamento.
El único crooner soviético que ha rivalizado con Muslim Magomayev y Georg Ots, no sólo en popularidad, sino por el título de “Sinatra soviético”, es Iosif Kobzon. Nacido en Ucrania, llegó a cantar frente a Stalin, y aunque fue expulsado del Partido Comunista en 1983 por interpretar canciones judías, se mantuvo leal al régimen. Prueba de ello es que fue la primera celebridad en acudir a Chernobil para animar a la población, a la que brindó un concierto gratuito. Tras la caída del muro siguió su compromiso hacia la madre patria. Ha sido elegido parlamentario de la Duma ininterrumpidamente desde la caída de la URSS, a pesar de haberse enfrentado a acusaciones, como Sinatra, de mantener un trato demasiado amistoso con la mafia de su país. Kobzon, como Sinatra, se defendió diciendo que él cantaba para quien le pagara, sin importar a qué se dedicara. En 2002 negoció con terroristas chechenos durante la crisis de los rehenes en un teatro de Moscú, consiguiendo la liberación de cinco de los capturados. Y al igual que Ots, un homenaje luce para él en el firmamento, en la forma del asteroide 3399 Kobzon. Su voz, grave y operística como la de Ots, consigue sin embargo ser más conmovedora y melosa; a pesar de su actividad política, sigue desplegándola para sus admiradores varias veces al año.
Eduard Khil, nuestro héroe viral, ya ha tenido ofertas para irse a dar conciertos en los Estados Unidos. Confiesa que su mujer es reticente, ya que para ella aquel país sigue siendo el enemigo Número Uno. El gobierno ruso ya no se pronuncia, por supuesto. Pero a su edad, es posible que se le haya pasado el momento de dar el salto. Confiesa que ya pocas veces es capaz de cantar su “Trololo”, técnicamente muy complejo. Él es de los pocos crooners soviéticos que quedan ya, perteneciente a un país y una época sin régimen y con una fama que resurge hacia el final de su vida. Khil se toma su fama crepuscular con humor y dice disfrutar de la publicidad que reciben sus conciertos gracias a una canción “optimista”. “Cada país, y cada ser humano, entiende esta canción de forma diferente,” dice Khil, que ha pedido a sus seguidores que le envíen propuestas para poner al fin letra a “Trololo”. Y promete que, aunque le cueste, cantará la nueva versión y la colgará para deleite de sus seguidores en ese mundo abierto que es internet.
–Alejandro García-Ingrisano
Georg Ots