“Nosotros los latinoamericanos le debemos mucho a Carleton Bealsโ, comentรณ en una ocasiรณn Carlos Fuentes durante una gira de conferencias por Estados Unidos. La deuda a la que se referรญa es muy desconocida. Carleton Beals โperiodista estadounidense, escritor y corresponsal en Latinoamรฉrica, intรฉrprete de la revoluciรณn mexicana para sus compatriotasโ ha sido casi completamente olvidado en su paรญs. Pero en el momento รกlgido de su carrera, entre los aรฑos veinte y los cuarenta, Beals suscitรณ controversias con sus crรญticas a lo que consideraba polรญticas imperiales de Estados Unidos en Latinoamรฉrica. Los escรกndalos en los que tomรณ parte, y que con frecuencia provocรณ, se han desvanecido. Y son ignorados por casi todo el mundo con la salvedad de los pocos que advierten en la obra de Beals un elemento profรฉtico o un legado.
Entre sus contemporรกneos, Carleton Beals fue considerado el decano de los corresponsales estadounidenses en Latinoamรฉrica. โCarleton es uno de los tรกbanos mรกs valiosos del mundo… deberรญa ser subsidiado y alentadoโ, escribiรณ en 1933 el historiador Hubert Herring, tambiรฉn director del Comitรฉ de Relaciones Culturales con Latinoamรฉrica de Estados Unidos. El libro de Beals Mexico. An Interpretation fue โel mejor libro sobre Mรฉxico obra de un estadounidenseโ, escribiรณ en 1924 Ernest Gruening, entonces director del quincenal liberal The Nation. Ese mismo libro fue citado en un panfleto impreso para la campaรฑa presidencial de Plutarco Elรญas Calles en 1924, que tambiรฉn lo ensalzaba como โel รบnico estudio autรฉntico del Mรฉxico actual en inglรฉsโ.
Algunos representantes de las autoridades estadounidenses se mostraron mรกs crรญticos. โBeals pertenece a un grupo de estadounidenses que viven en la ciudad de Mรฉxico, que son comunistas en sus ideales y antiamericanos en la prรกcticaโ, dijo el embajador estadounidense en Mรฉxico James Sheffield, que ordenรณ a su equipo que abriera un archivo de vigilancia sobre el periodista en 1942. De hecho, ademรกs de sus artรญculos para The Nation, TheNew Republic y el New York Times, entre otros, Beals realizaba informes sobre polรญticos latinoamericanos para el embajador soviรฉtico en Mรฉxico y la agencia de noticias soviรฉtica APRA. Y en 1928 cruzรณ las lรญneas de los marines estadounidenses en las accidentadas montaรฑas del norte de Nicaragua para entrevistar a Augusto Cรฉsar Sandino, el legendario lรญder rebelde que se enfrentรณ a las tropas estadounidenses durante siete aรฑos.
Entre sus amigos en Mรฉxico estaban los comunistas bohemios Diego Rivera y Tina Modotti; exiliados como el fundador del APRA peruano, Victor Raรบl Haya de la Torre; izquierdistas estadounidenses como Bert y Ella Wolfe y, posteriormente, el estudiante cubano y lรญder comunista Julio Antonio Mella. Mella morirรญa en el hospital a causa de las heridas provocadas por los disparos de agentes cubanos en la ciudad de Mรฉxico una noche de enero de 1929.
A dรญa de hoy, cuando por azar es recordado en Estados Unidos, Carleton Beals es normalmente tenido por un radical cuya obra es demasiado subjetiva para ser tomada en serio. Por ejemplo, el historiador Mark Falcoff, de la conservadora Heritage Foundation, culpa a Beals de haber dejado un โtriste legadoโ de excesivo negativismo entre los periodistas estadounidenses que cubren el papel de Estados Unidos en el continente americano.
Es cierto que Beals desplegรณ un cรกustico escepticismo en su obra periodรญstica y sus libros. Sus descripciones de las polรญticas y acciones estadounidenses en Latinoamรฉrica son coloridas acusaciones. Los diplomรกticos estadounidenses que las llevaban a cabo son seรฑalados en sus crรณnicas por haber cometidos crรญmenes en los que, segรบn sugiere, ningรบn hombre con conciencia habrรญa participado, y mucho menos dirigido. Tal fue el caso cuando denunciรณ pรบblicamente โen una conferencia celebrada en Washington en 1926โ a Henry Lane Wilson, el embajador estadounidense en Mรฉxico, que en 1913 le dijo a Victoriano Huerta que el gobierno de Estados Unidos no pondrรญa trabas a un golpe militar contra el gobierno electo de Francisco Madero. La aprobaciรณn del embajador Wilson, acusรณ Beals, le colocaba entre los que eran moralmente responsables de la toma de Huerta y el asesinato de Madero.
El desdรฉn de Beals era tan genuino como su espรญritu independiente. No era ningรบn apparatchik, sino mรกs bien un disidente solitario, enervado por las pruebas que reforzaban sus sospechas de la duplicidad de Estados Unidos en Latinoamรฉrica, en Mรฉxico, Nicaragua o Cuba, desde el asesinato de Madero hasta Bahรญa de Cochinos.
La vocaciรณn de disidente solitario, por muy bienintencionada que sea, es con frecuencia irritante y cansada. Eso le da esa apariencia triste a la que hace referencia Falcoff. Los crรญticos que no son vistos con buenos ojos son frecuentemente tildados de cansinos y antipรกticos, y esta caracterizaciรณn, junto con los desaires de los expertos cuyas opiniones obtienen el favor de los poderosos, es lo que el disidente recibe a cambio de decir que el emperador va desnudo.
La simpatรญa que Carleton Beals sintiรณ durante toda su vida por Latinoamรฉrica se iniciรณ en diciembre de 1918, cuando llegรณ a la ciudad de Mรฉxico a bordo de un tren procedente de Culiacรกn, en un vagรณn cargado de cerdos. Con veinticinco aรฑos, habรญa cruzado la frontera desde Arizona con su hermano de diecisiete, Ralph (que mรกs tarde serรญa un famoso antropรณlogo especializado en Mรฉxico), tras salir de la cรกrcel en San Francisco.
Carleton habรญa estado encarcelado durante casi un aรฑo por haberse negado a ser reclutado por el ejรฉrcito durante la Primera Guerra Mundial. Su hermano no querรญa sufrir la misma experiencia. Ambos jรณvenes estaban imbuidos por los ideales de su madre, Elvina Beals, una pacifista que serรญa candidata socialista a senadora por California en 1920. (En ese momento, el lรญder del Partido Socialista Americano, Eugene Debs, estaba en la cรกrcel federal de Atlanta cumpliendo sentencia por haber pronunciado un discurso contra la guerra; con todo, en las elecciones estadounidenses de 1920 recibirรญa casi un millรณn de votos.)
โLo que mandรณ a un hombre a Mรฉxico fue la maldita guerra, la gran expediciรณn patriรณtica y noble que salvรณ al mundo para la democraciaโ, escribirรญa mรกs tarde Carleton jocosamente. Su hermano Ralph recordarรญa: โEstรกbamos hartos de una vida de sospechas, de perder amigos, de un intolerante espรญritu guerrero, y [Mรฉxico] parecรญa una aventura gloriosaโ.
Con doscientos dรณlares entre ambos, cargaron equipamiento de acampada, se subieron a un maltrecho Ford y se encaminaron hacia el sur. El vehรญculo era en realidad propiedad del Partido Socialista, que se lo habรญa prestado a Elvina para los viajes polรญticos de la organizaciรณn. Como ella no sabรญa conducir, Ralph le hacรญa de chofer. Pero ahora, la preocupaciรณn por sus hijos le pesaba mรกs que la lealtad al partido, y pidiรณ a Ralph que llevara a Carleton โun pรฉsimo conductorโ a lo que serรญan aรฑos de exilio autoimpuesto en Mรฉxico.
Carleton describiรณ el viaje en una jovial crรณnica, Brimstone and Chili, publicada por Knopf en 1927. Airada y cรณmica al mismo tiempo, la narraciรณn en primera persona sigue a Carleton y Ralph a medida que se acercan a la frontera mexicana despuรฉs de que su Ford se haya estropeado definitivamente en Arizona. Caminan arrastrando los pies trabajosamente por los cรกlidos e inhรณspitos baldรญos del norte de Sonora, y despuรฉs, tras perder un par de burros que han comprado para cargar su equipo, se encaraman a trenes de mercancรญas en direcciรณn al sur hasta Culiacรกn y la ciudad de Mรฉxico.
Arruinados, los hermanos se separaron en Culiacรกn, donde Ralph encontrรณ trabajo en una fรกbrica de bombillas. Carleton, resuelto a llegar hasta la ciudad de Mรฉxico, viajรณ por tierra, por la Sierra Madre occidental, con una reata de mulas que transportaba sal y otros suministros que los muleteros vendรญan a las amas de casa que salรญan corriendo de sus cabaรฑas con tejado de paja.
En este viaje, Beals descubriรณ lo que durante el resto de su vida serรญa su pasiรณn por compartir la vida cotidiana de los pobres. Quizรก su propia pobreza fortaleciรณ su capacidad para comprenderles y revestir sus vidas miserables de una noble dignidad. Como periodista, Beals intentarรญa, al dirigirse a los pobres, โpermitirles subir unos cuantos peldaรฑosโ, y cuando tratara a los ricos y poderosos, โhacerles bajar otros tantosโ, recordarรญa su viuda. Esta predisposiciรณn tenรญa por origen la pasiรณn socialista y reformista que heredรณ de Elvina. Pero fue durante su quijotesco viaje de 1918, mil quinientas millas hasta la ciudad de Mรฉxico a travรฉs de las tierras altas mexicanas, donde tuvo contacto con pobres rurales, cuando se vio reforzada su profunda โaunque ingenua e idealizadaโ devociรณn por los oprimidos.
En la ciudad de Topia, Carleton se hospedรณ con una familia de campesinos en un momento en que la ciudad era azotada por una epidemia de tifus. โEn muchas casas, toda la familia se encontraba enferma y la gente morรญa como en un agujero oriental asolado por la peste, los cadรกveres eran sacados por la puerta hasta la calle por la persona que mรกs capaz fuera de moverseโ, escribirรญa posteriormente Beals, que se dedicรณ a cuidar a sus anfitriones mientras รฉstos perecรญan y ayudรณ a cavar la tumba del mรกs joven de ellos, una muchacha de diecisรฉis aรฑos.
A principios de diciembre, Beals llegรณ por fin a la ciudad de Mรฉxico, sin dinero, hablando sรณlo rudimentos de espaรฑol. La barba rubia desgreรฑada le daba un aspecto desaseado. Llevaba la camisa y los pantalones mugrientos y deshilachados, y los pies cubiertos de llagas. Ni siquiera los asiduos de las cantinas del centro histรณrico de la ciudad, donde se hospedรณ inicialmente, querรญan saber nada de รฉl, que vagaba por las calles con sus huaraches improvisados.
La guerra revolucionaria seguรญa en marcha mientras Beals trataba de abrirse camino en la ciudad. โDesde la ciudad de Mรฉxico โescribiรณโ veรญa los fuegos de centinela del rebelde agrario Emiliano Zapata que ardรญan refulgentes en la imponente Milpa Verde. El pintoresco Desierto de los Leones, aproximadamente a una hora de la capital, era todavรญa territorio de Zapata. En una ocasiรณn fui hasta allรญ con un destacamento especial de soldados federales. Colgados de รกrboles y postes telegrรกficos, algunos cadรกveres dilatados y secos por la acciรณn del viento se mecรญan lentamente a la brisa.โ
Incapaz al principio de comprender las sutilezas de la convulsiรณn revolucionaria mexicana, las primeras impresiones de Beals acerca de la ciudad de Mรฉxico fueron radiantes y reflejaban su alivio tras los meses de privaciones y penoso viaje a travรฉs de los desiertos y las cordilleras desde la frontera hasta la capital. Tras pasar la noche en una buhardilla en el cรฉntrico Hotel Juรกrez, saliรณ a pasear por el parque de la Alameda:
Algo en esa escena mexicana calmรณ mis nervios e hizo desaparecer todo miedo por el futuro. Ya no me sentรญa el paria, el expulsado. Tenรญa dinero suficiente para pasar una noche, quizรก dos. El sol brillaba esplendorosamente sobre mรญ.
La masa de vegetaciรณn semitropical y las suaves extensiones de cรฉsped verde, los deliciosos bronces, los caminos trazados de acuerdo con el estilo francรฉs, las fuentes con sus salpicaduras, todo era lรญrico, relajante. Me entreguรฉ sensualmente a la caricia de la brisa, semejante a la de una amante, y la belleza de las sombras sobre la hierba frondosa. Dormitรฉ entre los gritos de los limpiabotas, los vendedores de naranjas, caramelos y helados, y el gorjeo de los canarios […] Alrededor del parque se erigรญan edificios, el majestuoso e inacabado Teatro Nacional, iglesias, arcadas, palacios embaldosados, campanarios. En las alas del viento viajaba constantemente el repiqueteo de dรฉbiles campanas, pasaban hermosas mujeres, los carruajes y los coches bajaban por la avenida.
Empecรฉ a soรฑar, un sueรฑo extravagante. Me quedarรญa allรญ en la ciudad de los aztecas y los conquistadores y vivirรญa y alcanzarรญa el รฉxito. Ganarรญa dinero. Disfrutarรญa de la vida y conseguirรญa mujeres, la preciosas mujeres que pasaban junto a mรญ.
Carleton alquilรณ una habitaciรณn en una casa de huรฉspedes de la calle Dolores que daba a una manzana de restaurantes chinos y tiendas de alimentaciรณn. El conserje le permitiรณ quedarse durante tres meses, estancia que โpagรณโ dando clases de inglรฉs a sus hijos. Mรกs tarde, un diputado al que conociรณ en la calle le invitรณ a su casa y le regalรณ un traje y un sombrero decentes.
Estas primeras experiencias positivas despertaron en Beals un afecto por los mexicanos que sentirรญa de por vida. Naturalmente, se percatรณ de algunos de sus defectos, pero en sus escritos acerca de Mรฉxico se advierte un tono claramente respetuoso, incluso admirativo. โMitad poeta, mitad mรบsico, y que siente en tรฉrminos de belleza y de un misticismo que lo impregna todo, [el mexicano] es habitualmente amable en sus relaciones con los demรกsโ, escribiรณ en 1923. โPor encima de todo es comprensivo, cortรฉs, generoso, de una hospitalidad sin lรญmites. Su gran dignidad latina se derrite rรกpidamente si encuentra a una persona que es simpรกtica; y el extranjero es tratado con mayor amabilidad en Mรฉxico que en ninguna otra parte del mundo.โ
Menos de un aรฑo mรกs tarde, en 1919, Carleton adquirirรญa un cierto estatus social, primero como profesor de inglรฉs, despuรฉs como director de la Escuela Americana. En su tiempo libre, no tardarรญa en ejercer como profesor voluntario y ofrecer charlas semanales sobre Shakespeare mientras tomaba tรฉ con pastas en los elegantes salones de las esposas de los petroleros, ejecutivos y diplomรกticos estadounidenses destinados a la capital azteca. Un aรฑo mรกs tarde, fue invitado por el Primer Jefe de la naciรณn, el mismรญsimo Venustiano Carranza, a enseรฑar inglรฉs al Estado Mayor del ejรฉrcito mexicano.
Este rรกpido ascenso empezรณ con los anuncios de clases privadas de inglรฉs que publicรณ en El Universal. Para su sorpresa, su lista de estudiantes creciรณ rรกpidamente: le respondรญan hombres de negocios, aburridas esposas aristocrรกticas y otras gentes ociosas. A mediados de 1919, se acercรณ a รฉl George Poltiol โun joven profesor de inglรฉs, britรกnico expatriadoโ para proponerle que fundaran un negocio juntos. Entre ambos alquilaron dos grandes salas en la esquina de las calles Independencia y Lรณpez, instalaron lรกmparas, escritorios y pizarras y abrieron lo que llamaron โEl Instituto Inglรฉsโ. Seis meses despuรฉs de su llegada como mendigo vestido con harapos, Beals anotรณ orgullosamente que ganaba el doble de lo que cobraba contando barriles de petrรณleo en la Standard Oil Company en Richmond, California, un aรฑo antes.
Poco despuรฉs de fundar el Instituto Inglรฉs con Poltiol, Beals empezรณ a hacer amistades, entre la comunidad de expatriados bohemios, con jรณvenes escritores y artistas que informaban de la Revoluciรณn mexicana para el periรณdico izquierdista de Nueva York The Masses, y tambiรฉn con estadounidenses de mรกs postรญn, como diplomรกticos y hombres de negocios. Su relaciรณn con este รบltimo grupo se intensificรณ cuando un miembro del comitรฉ de la Escuela Americana en la ciudad de Mรฉxico le propuso que pidiera una plaza de profesor allรญ. Para su sorpresa, no sรณlo fue aceptado al instante, sino que unos meses mรกs tarde serรญa nombrado director.
Su trabajo y sus relaciones se multiplicaron rรกpidamente, y Beals mostrรณ la prodigiosa capacidad que mรกs tarde le permitirรญa ser tan prolรญfico, compaginando como podรญa las clases privadas con sus responsabilidades en la Escuela Americana y los cursos que seguรญa impartiendo en el Instituto Inglรฉs. Mientras tanto, habรญa empezado a trabajar en un libro, un extenso ensayo polรญtico que se convertirรญa en Mexico. An Interpretation, publicado en 1923 por la editorial neoyorquina independiente propiedad de Ben Huebsch.
Aunque Beals formaba parte de esta comunidad de expatriados americanos, era consciente de que no iba a integrarse en ella. Carleton se moverรญa por cรญrculos sociales muy distintos durante toda su vida, y esa costumbre era ya evidente durante esos aรฑos en la ciudad de Mรฉxico. โEl cotilleo de los tรฉs tuvo el beneficioso efecto de arrastrarme a la bebida โescribiรณโ. La relaciรณn con las buenas seรฑoras del Club Shakespeare era demasiado profilรกctica, y mi aficiรณn por las amistades buenas, honestas y nada intelectuales se reafirmรณ violentamente.โ Con frecuencia, recaรญa en lรบgubres cafรฉs chinos en su querida calle Dolores para beber cerveza y tequila hasta altas horas de la noche.
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A finales de 1919, Carleton compartiรณ cรณcteles en un cafรฉ con un miembro de la guardia personal de Carranza, que le dijo que tanto a รฉl como a sus compaรฑeros les vendrรญan bien unas clases de inglรฉs militar. Carleton se mostrรณ de acuerdo inmediatamente y pronto se hallรณ dando clases a unos veinte jรณvenes oficiales, โuna alegre muchedumbre salida de los barraconesโ, en las oficinas del Secretario de la Guerra, situadas sobre la entrada norte del Palacio Nacional. Esta nueva funciรณn dio a Carleton un asiento de primera fila en el rรฉgimen de Carranza, que por aquel entonces se pudrรญa desde dentro a medida que generales corruptos se apoderaban de los despojos del poder para su uso personal. Su clase estaba al lado de las oficinas de los generales Barragรกn y Urquizo, que compartรญan el cargo de Secretario de la Guerra. Barragรกn, recordarรญa Carleton, se mostraba licencioso ante el distante e ineficaz Carranza: era un โpresuntuoso militar de menos de treinta aรฑos, un petimetre y un fanfarrรณn que se pavoneaba por la ciudad con un bastรณn con la empuรฑadura de oro y mujeres de mala reputaciรณn, que acabรณ poseyendo una hilera de mansiones en el elegante Paseo de la Reforma, que desafiaba descaradamente las regulaciones de trรกfico precipitรกndose por las calles con los pies recostados en la ventanilla de su coche.โ
Carleton tambiรฉn conociรณ a Carranza, y mantuvo con รฉl algunas entrevistas en el despacho presidencial durante las que aquรฉl le recibiรณ con el rostro entre sombras. Encontrรณ al patriarca de cabello cano โgรฉlido e inescrutable tras sus pobladas patillas y gafas azulesโ. Tenรญa el despacho adornado con estatuas de Napoleรณn y Porfirio Dรญaz, durante cuyo mandato Carranza habรญa sido senador. La elecciรณn de estos hรฉroes polรญticos dio a Beals โuna sutil clave para comprender la inflexible obstinaciรณn [de Carranza]โ. En la primavera de 1920, el que fuera aliado de Carranza y entonces enconado enemigo suyo, el general รlvaro Obregรณn de Sonora, le retรณ abiertamente desde el exterior como lรญder de lo que serรญa la โrevoluciรณn reivindicativaโ.
La divisiรณn habรญa surgido cuando Obregรณn anunciรณ su candidatura a la presidencia en 1919, convirtiรฉndose en contendiente del sucesor que Carranza habรญa designado a dedo, Ignacio Bonillas, en el pasado embajador de Mรฉxico en Washington.
Mรกs acuciante era la incapacidad de Carranza para cumplir las promesas de redistribuir la tierra entre los campesinos, o para aprobar a legislaciรณn que permitiera subir los sueldos de los trabajadores y reconocer sus derechos. La corrupciรณn galopante en su gobierno, el โespรญritu de saqueo que infectaba todos los departamentosโ, como afirmaba Beals, habรญa destruido su credibilidad. Ademรกs, la mayor parte de los altos cargos del ejรฉrcito querรญan que Obregรณn, un militar, fuera el presidente.
Como los funcionarios gubernamentales vendรญan moneda extranjera con grandes descuentos a sus amigos y se embolsaban sobornos a cambio de petrรณleo, concesiones de madera y minas, los planes para construir escuelas quedaron aparcados y los profesores no recibieron sus sueldos. El movimiento obrero, liderado por la Casa del Obrero Mundial, fue eliminado, y se mandaron tropas federales a interrumpir huelgas y encarcelar a los lรญderes obreros. Carranza, un revolucionario reacio, mรกs un polรญtico civil que un lรญder militar, no fue capaz de manejar la presiรณn por un cambio radical a que la Revoluciรณn habรญa dado pie ni de meter en cintura a los generales ladrones que estaban librando โy perdiendoโ la guerra. Beals observรณ cรณmo, uno a uno, sus alumnos oficiales iban desapareciendo misteriosamente de las clases. En abril de 1920, cuando las tropas de Obregรณn estaban cercando la capital, sรณlo quedaban tres. Los demรกs habรญan huido o se habรญan unido a las filas de Obregรณn.
La capacidad de Beals para situarse en lugares que le dieran acceso a una visiรณn de primera mano del liderazgo revolucionario mexicano le permitiรณ comprender las verdaderas fuerzas que estaban en juego en el levantamiento popular de un modo sin parangรณn entre los periodistas estadounidenses en Mรฉxico. Podรญa apoyarse en la observaciรณn directa de las burdas y ladinas maniobras movidas por la avaricia y la codicia de poder, fraguadas por jefes y generales y sus respectivos parรกsitos. A lo largo de los aรฑos veinte, Beals describirรญa, en notas para The Nation, The New Republic y Current History, y en sus tres primeros libros sobre Mรฉxico, cรณmo esas fuerzas interactuaban con una convulsiรณn social mรกs amplia y el levantamiento de las masas mexicanas hacรญa que el tren de la revoluciรณn se tambaleara durante una larga noche de caos y derramamiento de sangre.
A medida que las fuerzas de Obregรณn se acercaban a la capital, Beals encontraba las oficinas de la Secretarรญa de Guerra โen la mรกs salvaje confusiรณnโ. โLas oficinas de la Guerra estaban siendo arrasadas โescribiรณโ. Soldados y funcionarios andaban gritando de aquรญ para allรก como becerros; lo estaban robando todo, viejos clarines y tambores rotos, cubiertos de polvo; broches, muebles, mรกquinas de escribir, archivos. Esta bacanal de saqueos de รบltima hora estaba teniendo lugar en todos los edificios pรบblicos. El gobierno habรญa perdido completamente la cabeza.โ
Obregรณn entrรณ en la capital rubicundo, jovial y sudoroso con una camisa azul y pantalones rojos, montado a caballo, como un hรฉroe conquistador. En el desfile de cuatro millas que le seguรญa habรญa fieros batallones de indios yaqui, campesinos zapatistas con sombreros de fieltro gris cabalgando tras banderas piratas negras y cadetes a paso de la oca con uniformes negros y rojos. El Paseo de la Reforma estaba repleto de un extremo a otro, lleno de masas que no dejaban de gritar: โยกViva Obregรณn! ยกViva la Revoluciรณn Reivindicadora!โ
La caรญda de Carranza y la toma de Obregรณn fue, para Beals, un regalo de los dioses. Convirtiรณ a Mรฉxico en una importante fuente de noticias para los estadounidenses, e hizo que las revistas con las que habรญa colaborado con un discreto รฉxito le presionaran para que entregara mรกs textos. Sus crรณnicas de la dramรกtica toma del poder de Obregรณn se convirtieron en sus primeros artรญculos publicados en North American Review y The Nation.
Aunque fuera fuente de noticias, la muerte de Carranza tambiรฉn puso punto final a las clases de inglรฉs que Beals daba a los miembros del Estado Mayor. Eso coincidiรณ con problemas en la Escuela Americana. El consejo escolar, que consideraba que los gravรกmenes impuestos por el gobierno a las propiedades petrolรญferas y mineras americanas eran excesivos, hizo pรบblica una declaraciรณn en la que denunciaba la postura de Mรฉxico con respecto a Estados Unidos. Beals inmediatamente se desentendiรณ de la declaraciรณn y afirmรณ que si los mexicanos dijeran tales cosas en Estados Unidos serรญan deportados. El consejo, nada convencido por sus argumentos, exigiรณ y consiguiรณ su cese.
Carleton, tras haber perdido sus dos trabajos casi consecutivamente y sin perspectivas claras, se hallรณ de nuevo sin blanca. รl y su esposa Lillian, que se habรญa reunido con รฉl en Mรฉxico el aรฑo anterior, ya no podรญan pagar el alquiler y decidieron abandonar Mรฉxico. Carleton convenciรณ a Lillian de que viajaran por Espaรฑa e Italia, desde donde รฉl mandarรญa crรณnicas de las que vivirรญan. Ella se mostrรณ escรฉptica y le propuso que volvieran a Estados Unidos, pero no tuvieron mรกs opciรณn cuando Carleton fue desairado por el cรณnsul estadounidense al tratar de conseguir el pasaporte. El cรณnsul, que hasta entonces no habรญa conocido a Beals, pero que tenรญa noticia de su conflicto con los miembros del consejo de la Escuela Americana, le ofreciรณ mandarle los papeles sรณlo a Washington y aรฑadiรณ: โNo me siento inclinado a ayudarle en absoluto. No me gustan sus compaรฑรญas.โ Beals replicรณ: โMis compaรฑรญas no son en absoluto asunto suyo… Puede irse al infiernoโ, y saliรณ dando un portazo. Por medio de un amigo abogado mexicano, finalmente, obtuvo un pasaporte mexicano. En agosto de 1920, Lillian y รฉl, con sendos billetes de cuarta clase en el bolsillo, embarcaron en el Lafayette, un transoceรกnico amarrado en Veracruz para un pasaje de veintiรบn dรญas hasta La Coruรฑa, Espaรฑa.
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Beals se quedarรญa en Europa dos aรฑos, en su mayor parte en Italia, donde sobreviviรณ con escasos ingresos procedentes de las noticias que mandaba a The Nation sobre el auge de Mussolini. Posteriormente escribirรญa un libro, Rome or Death, basado en sus observaciones allรญ. Pero la vida en Italia no era un proyecto viable para Beals, y cuando Ben Huebsch, un editor de Nueva York, le escribiรณ que querรญa publicar Mexico. An Interpretation, Carleton volviรณ rรกpidamente a Mรฉxico para actualizar el manuscrito. El tema de Mรฉxico estuvo de moda en Estados Unidos durante los aรฑos veinte, de modo que el primer libro de Beals tuvo lectores y lanzรณ su carrera como escritor.
A lo largo de su vida, publicarรญa casi cuarenta libros en total, de los cuales seis estarรญan dedicados a temas mexicanos. Ademรกs de Mexico. An Interpretation y Brinstone and Chili, escribiรณ Mexican Maze, un repaso a la vida mexicana de los aรฑos veinte ilustrada con dibujos de Diego Rivera; The Stones Awake, un intuitivo aunque un tanto torpe intento de crear Les Misรฉrables de la Revoluciรณn mexicana; Porfirio Dรญaz. Dictator of Mexico, una biografรญa; y unas memorias de su vida cotidiana en Coyoacรกn en los aรฑos treinta, House in Mexico.
En la mayor parte de su obra, el tema central de Carleton Beals no fue solamente Mรฉxico, sino Latinoamรฉrica en su totalidad. Mientras estaba instalado en Mรฉxico, su momento definitorio como periodista tuvo lugar, en realidad, en Nicaragua, a principios de febrero de 1928. Enviado por The Nation, viajรณ por tierra cruzando Guatemala y Honduras hasta Nicaragua, entonces ocupada por 5.000 marines estadounidenses que se enfrentaban a un ejรฉrcito de pocos miles liderados por Augusto Cรฉsar Sandino. La misiรณn de Beals, descrita vรญa cable por el director de The Nation, Oswald Garrison Villard, consistรญa en โMandar noticias exclusivas Polรญtica americana Situaciรณn marines Sentimiento popular etcรฉtera Contactar con Sandino si es posibleโ.
Beals se hizo con guรญas sandinistas que le llevaron hasta su lรญder, y su entrevista con el elusivo guerrillero se publicรณ en portadas de todo el mundo. Su vรญvido retrato es siempre citado en cualquier narraciรณn de la vida de Sandino.
Carleton Beals abandonรณ Mรฉxico definitivamente en 1934, tras casarse por tercera vez (se casarรญa en cuatro ocasiones en total) con Blanca Leyva y Arguedas, de veinte aรฑos e hija de un oficial militar peruano. Pero aunque a partir de entonces residirรญa en Connecticut, hizo frecuentes incursiones en toda Latinoamรฉrica y escribiรณ libros sobre Perรบ, Cuba y Centroamรฉrica, ademรกs de algunos sobre temas estadounidenses. A finales de los aรฑos treinta y durante los cuarenta, Beals tratรณ de explicar a los lectores norteamericanos Latinoamรฉrica como un todo, con libros como America South y Rio Grande to Cape Horn. Su รฉxito como autor empezรณ a menguar tras Pearl Harbor, cuando el interรฉs de los estadounidenses en noticias y anรกlisis de Latinoamรฉrica, nunca excesivo, se desvaneciรณ definitivamente al tiempo que su atenciรณn se centraba en la guerra en Europa y el Pacรญfico.
Despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial, sus penalidades aumentaron a medida que el inicio de la Guerra Frรญa derivaba en la Amenaza Roja, que colocaba bajo sospecha a todos los periodistas de simpatรญas izquierdistas. A principios de los aรฑos cincuenta, cuando esta atmรณsfera represiva fue in crescendo, Beals pasรณ por una crisis personal: su matrimonio con Blanca se habรญa venido abajo y sus editores le habรญan abandonado. Se recuperรณ a mediados de los aรฑos cincuenta y volviรณ a vivir un breve momento de esplendor, viajando a Cuba para informar sobre el movimiento revolucionario que amenazaba a Batista, al que Beals habรญa conocido en 1933 siendo aquรฉl un sargento que conspiraba para derrocar a la efรญmera junta reformista cubana, que habรญa sido llevada al poder por un alzamiento estudiantil. Una vez Fidel Castro se hizo con el poder en 1959, Beals trabajรณ brevemente para la agencia de noticias cubana Prensa Latina, hasta que se desilusionรณ con la rigidez de su polรญtica editorial comunista y abandonรณ el puesto.
A pesar de las desventajas de su autoimpuesta condiciรณn de periodista freelance y de su aislamiento polรญtico, Carleton Beals fue probablemente, al menos para una generaciรณn, el mรกs influyente periodista estadounidense que escribรญa sobre Latinoamรฉrica. Denunciรณ la postura de Estados Unidos en la regiรณn, fuera de manera manifiesta con el envรญo de buques de guerra o marines, o mirando para otro lado mientras los tiranos gobernaban siempre y cuando lo hicieran respetando los intereses estadounidenses. Desde su punto de vista, la coherencia de su crรญtica no era mรกs que una respuesta a la avaricia sin freno y la duplicidad con que las empresas, los bancos y el gobierno estadounidenses trataban a las naciones de la cuenca del Caribe. Desde los aรฑos veinte hasta los sesenta, tiempo suficiente para que Beals pasara de ser un joven airado a un solitario malhumorado, este tema llegรณ a convertirse, para muchos en Latinoamรฉrica y el resto del mundo, en un concepto organizador. Tras su muerte en 1979, la naturaleza cรญclica de la polรญtica exterior de Estados Unidos y la conversiรณn de Nicaragua, una vez mรกs, en un objetivo, supusieron para Beals un modesto resurgimiento pรณstumo.
La historia olvidada de Beals es la de un joven romรกntico, hijo de la โgeneraciรณn perdidaโ de los aรฑos veinte, que se convirtiรณ en escritor en un Mรฉxico revolucionario. Ausente de Estados Unidos mientras el paรญs estuvo tomado por la xenofobia de los tiempos de guerra, la Amenaza Roja posterior a la Primera Guerra Mundial, la Prohibiciรณn y el escรกndalo de corrupciรณn de Teapot Dome, Beals contemplรณ su tierra de origen desde el exterior, en compaรฑรญa de escritores y artistas tambiรฉn desafectos. Todos ellos han sido llamados โperegrinos polรญticosโ o โla izquierda lรญricaโ. Como esos estadounidenses que en los aรฑos sesenta se unieron al movimiento contra la guerra de Vietnam y los hippies, estos jรณvenes disidentes volvieron la cultura de guerra de sus tiempos contra la รฉlite estadounidense. Para algunos de ellos, Mรฉxico fue un refugio y un ejemplo. Para Beals, un punto de partida. ~