¿Quién observa a los relojeros?

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Octubre de 1985. Un hombre corpulento, héroe de guerra, muere violentamente. Alguien aún más fuerte lo levanta en vilo para lanzarlo por la ventana de su apartamento neoyorquino. No pasaría de ser un asesinato más si no fuera porque Rorschach, vigilante enmascarado que actúa al margen de la ley, descubre que el muerto es Edward Blake, uno de los pocos superhéroes con licencia del gobierno norteamericano para operar. La violencia del crimen hace suponer a Rorschach que alguien quiere eliminar a los pocos enmascarados que quedan.

Lo anterior es el inicio de Watchmen, la novela gráfica escrita por Alan Moore e ilustrada por Dave Gibbons, cuya adaptación cinematográfica dirigida por Zack Snyder está programada para estrenarse en primavera.

Previsiblemente ese mismo será el arranque de la cinta de Snyder, un hábil artesano que demostró sus habilidades para calcar cómics con 300 (2006), adaptación de la novela gráfica homónima de Frank Miller sobre la Guerra de las Termópilas.

Publicada en 1986, Watchmen representó un parteaguas en el ámbito del cómic. Historia monumental de más de trescientas páginas, plantea un universo alterno donde existieron los superhéroes, lo que sirve de pretexto a los autores para explorar este mito del siglo XX. Pero en lugar de seguir los ingenuos parámetros tradicionales de las historietas de la Marvel o DC, Moore decidió caminar por derroteros mucho más arriesgados.

Complejamente estructurada en una retícula de nueve viñetas por página en la que varias voces narrativas se yuxtaponen para crear un universo complejo, Moore parte de la frase de Juvenal, Quis custodiet ipsos custodes (¿Quién vigila a los vigilantes?), para preguntarse quién habría de regular las acciones de aquellos que decidieran tomar la justicia en manos propias amparados bajo el anonimato de una máscara.

Sin embargo, el guión de Moore va más allá al jugar con las diferentes acepciones de la palabra inglesa watchman, aludiendo por momentos al hombre que custodia pero también al que escudriña o al relojero.

Ilustrada con el solvente dibujo de Gibbons, la novela gráfica, situada en un 1985 ficticio, hace una deconstrucción multirreferencial del subgénero de los superhéroes y lleva las posibilidades de la narrativa gráfica a niveles de complejidad, temáticos y formales pocas veces vistos antes y después. En sus viñetas lo mismo se alude a las Tijuana Bibles (cómics porno de los años treinta) que a canciones de Bob Dylan o la obra de William Burroughs.

Durante años la idea de adaptar esta historia al cine rondó los estudios hollywoodenses. Se sabe de un guión escrito por Sam Hamm, argumentista de Batman (Burton, 1989). Durante algún tiempo el director Terry Gilliam quiso levantar la producción sólo para abandonarla por considerar que era una historia demasiado compleja como para comprimirse en dos horas.

Han pasado veinte años. Durante ese periodo otros de los cómics de Alan Moore han sido llevados a la pantalla con resultados irregulares, como From Hell (hermanos Hughes, 2001), protagonizada por Johnny Depp, que de narrar en forma de cómic la obsesiva investigación hecha por Moore sobre los asesinatos de Jack el Destripador se convirtió en una peliculita olvidable para tarde de domingo lluvioso.

A partir de la fallida adaptación de The League of Extraordinary Gentlemen (Norrington, 2003), Moore se negó a volver a vincularse con cualquier adaptación fílmica de sus obras. Tanto en el caso de V for Vendetta (hermanos Wachowski, 2005) como con Watchmen, Moore pidió que se omitiera su nombre de los créditos y renunció a las respectivas regalías.

Todo parece indicar que, al igual que sus predecesoras, la traslación de Watchmen al celuloide está condenada a quedarse en el mero despliegue audiovisual. Es pertinente señalar que si la adaptación de esta historia al cine tardó dos décadas se debió también en parte a que la tecnología necesaria para filmarla no existía en los ochenta.

Pero si bien los cortos que pueden verse por internet adelantan un filme espectacular (Snyder utilizó el propio cómic de storyboard, prácticamente recreando cada uno de sus cuadritos), parece muy difícil que el espíritu de la obra original, profundamente subversivo e inquietante, logre colarse hasta los cines.

No es novedad hablar de la imposibilidad de adaptar la historia de un medio narrativo a otro; al contrario, parece ser lugar común. El propio Moore declaró que si bien el guión de la película (firmado por David Hayter) es lo más cercano que se puede imaginar a una película basada en su obra, jamás iría a verla. “Mi libro”, dice, “es un cómic. No una película ni una novela. Fue hecho de cierta manera y diseñado para leerse de un modo específico, en un sillón cómodo junto a una chimenea, con una taza de café humeante”.

Seguramente la cinta será un éxito más de taquilla, sin que a nadie le importe la opinión de su autor original. Sólo queda la esperanza de que atraiga a un puñado de nuevos lectores al cómic original. Como con todo libro filmado. ~

 

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es novelista y narrador gráfico.


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