La autonomรญa de la Universidad es, esencialmente, la libertad de enseรฑar, investigar y difundir la cultura. Los problemas acadรฉmicos, administrativos y polรญticos internos deben ser resueltos exclusivamente por los universitarios. En ningรบn caso es admisible la intervenciรณn de agentes exteriores y, por otra parte, el cabal ejercicio de la autonomรญa requiere el respeto a los recintos universitarios.
Aunque los universitarios, como ciudadanos, pueden ejercer sus derechos constitucionales, la Universidad, en cuanto Instituciรณn, no puede participar en polรญtica militante, partidista o de grupo, aun cuando en su seno se discutan libremente las doctrinas, opiniones e idearios en que se apoyan tales actividades.
La Universidad no pretende que su autonomรญa equivalga a una sustracciรณn a las leyes de observancia comรบn ni, en particular, a la impunidad de los actos delictuosos cometidos por universitarios, dentro o fuera de sus recintos.
Hay violaciรณn de la autonomรญa cuando el Estado, por cualquier medio, coarta la independencia acadรฉmica de la Universidad, o impide que ella se rija internamente; pero tambiรฉn existe cuando una corporaciรณn privada, un partido polรญtico, un grupo y, en general, cualquier entidad o fuerza externa interviene en la vida de la Universidad, sea alterรกndola, dificultando el cumplimiento de sus tareas o limitando de un modo o de otro las libertades que la sustentan.
Ningรบn problema polรญtico, por importante que sea, puede llevar a nuestra Instituciรณn a desacreditarse ante la opiniรณn popular, a ser tema de injurias y difamaciรณn, a convertirse en campo abierto a la lucha de facciones ni, para decirlo en pocas palabras, a que resulte la mayor vรญctima de un conflicto que ciertamente no provocรณ.
No tratamos en absoluto de oponernos a que profesores y estudiantes lleven adelante su lucha cรญvica, que ojalรก contribuya al progreso democrรกtico del paรญs y no a un retroceso. Mas no podemos estar de acuerdo con ninguna intransigencia, de donde quiera que provenga. La Universidad debe ser la sede de la inteligencia y la razรณn.
No cedamos a provocaciones, vengan de fuera o de adentro; entre nosotros hay muchos enmascarados que no respetan, no aman y no aprecian la autonomรญa universitaria. La Universidad es lo primero. Permanezcamos unidos para defender dentro y fuera de nuestra Casa, las libertades de pensamiento, de reuniรณn, de expresiรณn y la mรกs cara: nuestra autonomรญa.
Los provocadores, lo seรฑalo desde ahora, serรกn objeto del repudio mayoritariamente abrumador de la comunidad universitaria. Y yo lo digo sin ambages, serรฉ el primero en denunciarlos ante nuestra Universidad y ante la opiniรณn pรบblica. Eviten escrupulosamente todo acto de provocaciรณn, o que pueda ser interpretado como tal, que redunde en daรฑos para nuestra Casa.
La Universidad no es ajena a los problemas econรณmicos, polรญticos y sociales del paรญs. Su tarea es cientรญfica y no partidista. Prepara a los jรณvenes para enfrentarse a esos problemas y resolverlos en beneficio de Mรฉxico. Pero es indispensable que la acciรณn polรญtica que tienen derecho a ejercer como ciudadanos no impida las tareas docentes y de investigaciรณn propias de la Universidad.
¿A quiรฉn puede convenir que la Universidad no cumpla sus fines, que se frene el avance cientรญfico y tecnolรณgico, que se supriman las libertades universitarias? […] Estas fuerzas quisieran verla debilitada, sin autoridad moral ni capacidad para cumplir con sus autรฉnticas funciones que se resumen en una esencial: contribuir al desarrollo democrรกtico e independiente del paรญs, en beneficio de la colectividad entera y no de grupos, facciones o partidos.
(Todo lo citado viene de diferentes discursos pronunciados por el Ing. Javier Barros Sierra mientras era rector de la UNAM entre 1966 y 1970).
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.