El pescador del cuento saca del rรญo una botella, no cualquier botella, sino una tan rara como antigua, la destapa y de su breve, curvo y claustrofรณbico interior emerge una criatura gesticulante que crece hasta hacerse enorme.
¿Quรฉ clase de plasma es este que brota de la botella? ¿Cuรกl es su naturaleza? La plasta etรฉrea, de vivos colores, se infla y mira, habla, considera, amenaza. Los cuentos musulmanes traducidos al espaรฑol llaman genios a esas enigmรกticas criaturas que, por ejemplo, Aladino convoca cada vez que saca brillo a su lรกmpara de aceite. Pero ¿por quรฉ llamar “genios” a estos ectoplasmas? “Genio” es muchas cosas, ademรกs de talento extremo e inexplicable: Mozart, Donatello, Sherlock Holmes. Asegura el Diccionario de la Real Academia que “genio” es “ser fabuloso con figura humana, que interviene en cuentos y leyendas orientales”.
Eso de “figura humana” estรก por verse. Rafael Cansinos Assens, en su traducciรณn de Las mil y una noches, los llama afarit en plural y efrit en singular y, entre otras noticias inesperadas acerca de ellos, dice que “el efrit es por naturaleza poco inteligente, corto de luces, lo que se llama un deficiente mental. Por eso cuando se materializan lo hacen en forma de un gigantรณn monstruoso, peludo, con jeta de negrazo bestial y exhalando por sus fauces bocanadas de fuego y una risa sardรณnica, hueca, disolvente, nihilista, y cuando se le reduce a la impotencia, con el poder del exorcismo, se desvanecen y convierten en humo”.
La descripciรณn recoge las impresiones que produce el efrit en los cuentos, olvidemos eso de “jeta de negrazo bestial”, que no es polรญticamente correcto, y recordemos que es inquietante la posibilidad de un plasma todopoderoso actuando de forma tontรญsima, equivocรกndose aquรญ y allรก porque no entiende nada.
Sin embargo, la representaciรณn del efrit no estรก a la altura del personaje. Mรกs interesante serรญa que saliera de la botella, por ejemplo, fuego que habla con voz ronca y teatral mientras se contorsiona. O un enjambre de abejas que se comunicara zumbando. O un pulpo color mandarina con ojos humanos y voz de niรฑa. O un payaso enano, que, con bastรณn y sombrero, bailara sonriente y entonara divertido “voy a matarte”.
Si en los primeros aรฑos de su cautiverio el efrit premia a quien lo rescata, mientras pasa el tiempo podrรญa ir mudando de parecer hasta llegar a odiar a su salvador y resolver dar muerte a quien abriera su prisiรณn.
Estos rencores pueden parecer extraรฑos, pero no lo son. Bruno Bettelheim, en su revelador Psicoanรกlisis de los cuentos de hadas, recuerda que si un niรฑo queda solo con desconocidos, por ejemplo, y se llena de una ansiosa espera de sus padres, piensa, primero, en festejar la vuelta liberadora, luego comienza a irritarse con el retraso y conforme su ira aumenta empieza a fantasear castigos para sus rescatadores.
Solo me resta aclarar que todo lo que he dicho del genio o efrit carece de sentido si sostenemos que el efrit es, como el รกngel, criatura espiritual, no fรญsica.
En el Diccionario de autoridades se lee esta enรฉrgica declaraciรณn: “que los Antiguos llamasen genios a lo que nosotros decimos รกngeles, es cosa muy clara”.
Pasemos a otras criaturas. Plinio el Viejo, el mรกs grande naturalista romano, miraba con atenciรณn cientรญfica el fuego. Buscaba una pirastra. La pirastra es una mariposa que se desplaza con el suave ir y venir de sus alas, pero no es una mariposa cualquiera porque la pirastra vuela en el fuego. La inmaculada blancura de sus alas resplandece en su azaroso trรกnsito para acรก y para allรก en el calor incansable de la fogata. Plinio sabรญa muy bien que solo en el fuego, su elemento, puedes observar a la prodigiosa criatura porque si la sacas de la lumbre el blanco de la pirastra cobra coloraciรณn morada y el animal muere.
La curiosidad de Plinio era como la del gato, insaciable. Vio en รfrica a una muchacha que se transfigurรณ en hombre. El sรบbito cambio se dio justamente el dรญa de las bodas de la muchacha. Se acordรณ, no sin discusiones, que la desdichada, o el desdichado, segรบn se vea, fuera deportada, o deportado, a una isla desierta. A Plinio no le parece que esta extraรฑa determinaciรณn sea digna de comentario. La credulidad de Plinio era generosรญsima, admitรญa prรกcticamente todo, y por eso era, sin proponรฉrselo, un gran artista. ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.