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Hoy, 14 de enero, entra en vigor la reforma migratoria en Cuba. Una reforma que vendría a coronar la serie de revisiones que, mal que bien, Raúl Castro ha implementado desde 2008, cuando relevó a su hermano Fidel en el poder.
En los años setenta se decretó que todo cubano, para salir del país, debía contar con un permiso de salida, otorgado por el propio gobierno cubano, y una carta de invitación de alguien dentro del país al que viajaría. Además, casi todos los países del mundo les exigen visa de entrada (incluido México; para resumir, es más fácil nombrar a algunos que no: Namibia, Rusia, Cambodia, San Vicente y las Granadinas). A Cuba la llaman la isla prisión. Los filtros están pensados para retener a los cubanos que, de otra manera, se establecerían de manera definitiva en otro país. Otra forma de decir que se escaparían.
La reforma fue anunciada el 16 de octubre del año pasado en la Gaceta Oficial de la República de Cuba y difundida, casi con fanfarria, por el periódico Granma, órgano oficial del comité central del Partido Comunista de Cuba: a partir de hoy se eliminan tanto el permiso de salida como la carta invitación. El esquema tiene su asegún: el permiso de salir se sustituye por el permiso de tener un pasaporte.
Yoani Sánchez, la figura más conocida de la oposición cubana, festejó al principio, pero luego acotó. El diablo está en los detalles, fue la frase. En cinco años, Yoani ha solicitado el permiso de salida 20 veces. En todas le ha sido negado. Cuando recibió el premio Ortega y Gasset de Periodismo por su blog Generación Y, en 2008, la burocracia cubana le impidió ir a recogerlo a Madrid. Sin mediar explicación, como es la norma.
El 1 de enero hablé con Yoani y Reinaldo Escobar, periodista independiente y autor del blog Desde aquí, en La Habana, en la cafetería del Hotel Inglaterra (cosa reciente, un cubano dentro de un hotel de lujo, pues hasta 2008 adquirieron el permiso para hospedarse en ellos).
“El cubano de a pie está feliz con la reforma migratoria, porque sencillamente simplifica los engorrosos trámites que estábamos viviendo hasta ahora, y abarata todo el proceso, pues la anterior ley migratoria era una auténtica extorsión económica”, dice Yoani. “Antes sólo podías estar fuera treinta días”, explica Reinaldo. “El cubano pagaba 150 pesos convertibles[1] por un permiso de 30 días y podía prorrogar en el país donde estuviera de visita su estancia hasta por 11 meses, pagando un aproximado de 50 a 60 dólares por cada mes plus que estaba fuera. Y si se sobrepasaba de ese tiempo, perdía el derecho de regresar a Cuba como ciudadano y sus propiedades eran confiscadas por el gobierno”.
“Esto es más importante”, dice Reinaldo. “Que quiten la carta de invitación es un chiste, perdón. Claro, si yo quiero ir a Panamá y el gobierno de Panamá me da visa, yo no necesito conocer a ningún panameño para viajar allá”.
El nuevo pasaporte costará 100 pesos convertibles, 45 más que el pasado, pero su tenencia indicará que el permiso de salida está dado. Además, la estancia de los cubanos en el exterior podrá prolongarse hasta por dos años sin cargos adicionales.
“Habrá que pasar por un proceso en que te ponen una pegatina para que tu pasaporte, si ya lo tienes, sea válido” En el caso de Yoani, tendrá que pedir uno nuevo, porque el suyo “es muy peculiar: ya no puede usarse porque todas las páginas están cubiertas con visas”. Visas que no ha podido usar porque nunca tuvo un permiso de salida para viajar a ningún lado.
El nuevo Castro
Raúl Castro, por presión en el exterior o como una estrategia para comprar tiempo dentro de su mandato, trajo cambios a Cuba: la posibilidad de emplearse por cuenta propia (eufemismo de la revolución que denomina al sector privado), la entrega de tierras en usufructo, la posesión de teléfonos celulares, la compra y venta de bienes raíces… Todas reformas de carácter económico, mas no político.
El nuevo subsidio venezolano, después de décadas de depender del soviético, coloca a Cuba en una posición delicada. “Hay gente que cree que sin Chávez, y yo misma soy de esa opinión, Raúl Castro está obligado a acelerar y a profundizar las reformas, porque va necesitar una entrada de efectivo más rápida desde dentro de la propia Cuba, y entonces abrirá la inversión extranjera”, dice Yoani.
La reforma migratoria parece inscribirse en este carro de cambios. “La ley está pensada para fomentar al emigrado económico que mantiene un vínculo en Cuba, ya sea con un padre, un abuelo o un hijo, y que sostiene económicamente a la familia. Es decir, está pensada para que entre más capital al país”, dice Yoani.
Pero (siempre hay uno), “en ningún punto de la reforma se habla de la posibilidad de entrar y salir del país de los propios cubanos como un derecho […].La ley no establece un mecanismo de apelación cuando recibes la negativa de tener pasaporte, qué debe hacer un ciudadano si no está conforme con la decisión tomada sobre su persona. Y ha generado mucho malestar en el sector profesional porque mantiene las restricciones sobre el personal de la salud pública, de la educación y otras profesiones como ingenieros, científicos y otros”.
Ejemplo de letra chiquita en la reforma: los ciudadanos cubanos no pueden obtener pasaporte si carecen “de la autorización establecida, en virtud de las normas dirigidas a preservar la fuerza de trabajo calificada para el desarrollo económico, social y científico-técnico del país”. Escobar traduce: “Tenemos entendido que cada ministerio elaborará una lista de personas vitales, y con ella inmigración se lava las manos. Estas personas vitales (médicos, por ejemplo) requerirán una autorización adicional por parte de su ministro”.
En 2011, Yoani escribió: “Siempre me pregunto qué les ocurre a quienes se paran ante esa ventanilla sin la tarjeta blanca, sin esa autorización denigrante que los cubanos necesitamos para salir de nuestro propio país. Pero hay pocos testimonios, las prohibiciones ocurren más bien en las oficinas de inmigración y extranjería, bien lejos de las pistas donde despegan los aviones”.
Ambos ponderan el carácter más bien orgulloso del cubano. “Hay quien no va a pedir el permiso para no sentirse humillado”, dice Reinaldo. “Sin embargo, cuando una persona tiene la conciencia de que se está cometiendo con él una injusticia, no se está humillando a sí mismo, sino a las autoridades, poniéndolas en el papel del represor”.
La reforma migratoria comienza: “POR CUANTO: El Gobierno de los Estados Unidos de América, que mantiene un genocida e ilegal bloqueo económico, comercial y financiero contra nuestro país…” y consigna que, para entrar, “resulta inadmisible toda persona que organice, estimule, realice o participe en acciones hostiles contra los fundamentos políticos, económicos y sociales del Estado cubano”.
“Tenemos entendido que habrá una lista de gente que no puede salir. Lo que pasa es que en la lista negra puedes estar por diferentes razones: por ser incómodo al gobierno, por crítico…”, dice Yoani. “Un amigo me dijo una frase que me gustó mucho: «Si te dejan viajar, pierden. Si no te dejan viajar, también pierden». Si puedo salir, no voy a hacer ninguna concesión por montarme en ese avión. Tienen que saber que voy a decir mis opiniones, sin violencia. Y que voy a volver, además, potenciada con más relaciones, más amistades y con más proyectos. Por tanto, el 14 de enero estaré en mi fila para empezar desde cero a pedir mi pasaporte”.
Reinaldo me dice: “Estás sentada frente al termómetro de la ley migratoria. Si a Yoani Sánchez la dejan salir del país, ahí sabremos si la reforma migratoria es verdad”.
[1]Un peso cubano convertible equivale a unos 14 pesos mexicanos. El salario promedio de un cubano es de 20 pesos convertibles al mes.
Escritora y periodista.