Ricardo Piglia, el Ășltimo lector

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“Lo que se aprende en la vida, lo que se puede enseñar, es tan limitado que alcanzarĂ­a con una frase de diez palabras. El resto es pura oscuridad, tanteos en un pasillo en la noche”, afirmĂł Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi, su obra (clausurada el 6 de enero pasado con su muerte por complicaciones derivadas de una enfermedad rara y terrible, la esclerosis lateral amiotrĂłfica) puede ser leĂ­da como el esfuerzo por formular esas diez palabras mediante el recurso a la literatura.

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A menudo, los textos de Piglia giran en torno a una escena que, cuando el autor habla de ella, adquiere el carĂĄcter de un momento inaugural, una especie de revelaciĂłn privada que atrae el sentido: una fotografĂ­a de Jorge Luis Borges procurando continuar leyendo pese a su ceguera en el ensayo “¿QuĂ© es un lector?”, una imagen del guerrillero leyendo durante su incursiĂłn en Bolivia, poco antes de morir, en “Ernesto Guevara, rastros de lectura”; para sĂ­ mismo, para otorgar sentido a su experiencia como novelista, ensayista, guionista de cine y televisiĂłn, profesor universitario, lector, Piglia escogiĂł, por su parte, una escena que no fotografiĂł nadie: el momento en que, a los diecisĂ©is años de edad, mientras su familia se preparaba para abandonar AdroguĂ©, donde la actividad polĂ­tica de su padre habĂ­a llamado la atenciĂłn de las autoridades, y en una habitaciĂłn vacĂ­a, el futuro autor de El Ășltimo lector y otros libros comenzĂł a escribir un diario. / “¿QuĂ© buscaba?”, se preguntĂł años despuĂ©s. “Negar la realidad, rechazar lo que venĂ­a”, respondiĂł; pero la escena tambiĂ©n puede ser leĂ­da como la vinculaciĂłn entre experiencia y literatura que iba a presidir toda la obra futura del escritor, tambiĂ©n su Ășltima novela, El camino de Ida (2013), en la que puso de manifiesto una vez mĂĄs que los hechos aislados que conforman la experiencia solo adquieren sentido si son “leĂ­dos” de una cierta manera, lo que desbarata la oposiciĂłn entre literatura y experiencia, entre interpretaciĂłn y transformaciĂłn de la realidad. En RespiraciĂłn artificial (1980), en “La loca y el relato del crimen” (1975), en La ciudad ausente (1992), en sus otros libros, Piglia propugnĂł que la realidad era un texto a “descifrar”, pero es en El camino de Ida donde esto aparece con mayor claridad: allĂ­, Piglia (que alguna vez propuso pensar la figura del detective como la de un filĂłlogo aficionado, un cierto tipo de lector) hizo que Emilio Renzi “resolviera” el crimen central de la novela mediante el estudio de la realidad como un relato y la revisiĂłn de unas notas tomadas en los mĂĄrgenes de un libro de Joseph Conrad.

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En lo que el crĂ­tico español Ignacio EchevarrĂ­a llamĂł en alguna ocasiĂłn “una Ă©pica del conocimiento” cuyo tema principal serĂ­a “la crisis de la experiencia” (la cual “ya no puede ser el tema del relato” y es reemplazada por “los relatos mismos”), Piglia apuntĂł a la superaciĂłn de esa crisis mediante un doble mecanismo: por una parte, a travĂ©s de la transformaciĂłn de la experiencia en literatura (el diario); por otra, mediante la reincorporaciĂłn de la literatura al ĂĄmbito de la experiencia mediante las escenificaciones del diĂĄlogo y la lectura. / “Hay una tensiĂłn entre el acto de leer y la acciĂłn polĂ­tica. Cierta oposiciĂłn entre lectura y decisiĂłn, entre lectura y vida prĂĄctica”, afirmĂł en su ensayo sobre Ernesto Guevara como lector. A lo largo de su vida, el autor de Plata quemada (uno de cuyos principales legados es la superaciĂłn de dicotomĂ­as que la cultura argentina considerĂł irreductibles durante dĂ©cadas: entre “alta” y “baja” cultura, entre Jorge Luis Borges y Roberto Arlt, entre los medios de masas y la discusiĂłn intelectual, entre novela y ensayo, que buscĂł la Historia en la literatura y en esta la historicidad de la experiencia estĂ©tica, que buscĂł y hallĂł los rasgos salientes de una literatura argentina en los textos del francĂ©s Paul Groussac, del inglĂ©s William Henry Hudson y del polaco Witold Gombrowicz, que supo conciliar la literatura rusa y la gauchesca, el policial norteamericano y la lingĂŒĂ­stica estructuralista, la Ăłpera y Macedonio FernĂĄndez) buscĂł formas de restituir el sentido a una experiencia a la que los hechos trĂĄgicos de la segunda mitad del siglo XX en Argentina (y en AmĂ©rica Latina en general) habĂ­an desprovisto de significado. En uno de sus mejores ensayos, Piglia afirmĂł que Arlt “supo captar el centro paranoico de esta sociedad. Sus novelas manejan lo social como conspiraciĂłn, como guerra; el poder como una mĂĄquina perversa y ficcional. Arlt narrĂł las intrigas que sostienen las redes de dominaciĂłn en la Argentina moderna”; su propia literatura continuĂł esta lĂ­nea de trabajo, pero avanzĂł en la lĂ­nea de la restituciĂłn del sentido de la experiencia mediante la literatura, en un ejercicio en cuyo marco, y como afirmĂł en mĂĄs de una ocasiĂłn, la literatura (a la que llamĂł en sus diarios “una sociedad sin Estado”) constituĂ­a un “contrapoder” susceptible al menos potencialmente de arrebatar al poder el monopolio de las tĂ©cnicas de construcciĂłn del relato social y sus sujetos. Al hacerlo, Piglia creĂł una de las obras literarias y crĂ­ticas mĂĄs importantes de la literatura en español de la segunda mitad del siglo XX: precisa, reconocible, duradera. / “Escribir […] cambia sobre todo el modo de leer”, afirmĂł en Los diarios de Emilio Renzi; a su escritura le debemos, pues, la existencia del Ășltimo lector de la tradiciĂłn literaria argentina, cuya primacĂ­a absoluta en la conformaciĂłn de una manera especĂ­fica de leer esa tradiciĂłn no puede serle arrebatada por ningĂșn crĂ­tico de las Ășltimas dĂ©cadas. A pesar de ello, Piglia solĂ­a apelar a otra escena para narrar la elecciĂłn de un destino: siendo un niño de pocos años, fue advertido por alguien que pasaba frente a su casa, y que lo vio sosteniendo un libro entre las manos, en imitaciĂłn de su padre, de que lo estaba sosteniendo al revĂ©s. Piglia dio la vuelta al libro de inmediato, pero a partir de ese momento nadie leyĂł mejor que Ă©l. En la exigencia y el imperativo Ă©tico de su obra hay un legado para quienes escribimos literatura en español; mĂĄs aĂșn para quienes comenzamos a hacerlo bajo su influencia. Y ese legado lo sobrevive. ~

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicó 'Mañana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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