Del cine a casa: Entrevista con Román Gubern

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Las salas de cine tienen los días contados. O, por lo menos, eso presagian algunos. A Román Gubern (Barcelona, 1934), historiador del cine y catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, la posibilidad no lo toma por sorpresa. Autor de libros como Historia del cine (Danae, 1969) y, más recientemente, El eros electrónico (Taurus, 2000) y Máscaras de la ficción (Anagrama, 2002), ha dedicado los últimos cuarenta años a estudiar y entender la historia del cine y su relación con la cultura de masas. “Desde el invento de la imprenta, todas las restantes tecnologías de la comunicación de masas han nacido con la vocación de producir o difundir mensajes orientados al consumo privado y domiciliario”. El cine, heredero “del espectáculo teatral y del circo” era, sin embargo, una de las excepciones. No fue hasta mediados de los setenta –y sólo tras la introducción de los formatos de videocasete– que la industria cinematográfica comenzó a seguir esa tendencia de reclusión doméstica. No obstante, el cine en sala y el cine en casa han logrado convivir. En los últimos años, sin embargo, internet ha puesto en riesgo esta frágil comunión. Una a una, las principales industrias del entretenimiento han tenido que adaptarse a esta nueva plataforma de distribución. Primero fue la transformación de la industria de la música, ahora, ha llegado el turno de la cinematográfica: un hecho que podría revolucionar por completo la manera en la que se ve y se distribuye el cine.

 

Ya en su libro El eros electrónico anunciaba cómo la sociedad acabaría por adoptar un estilo de vida de reclusión. Ocho años después ¿dónde nos encontramos?

La reclusión obedece a la lógica del mercado. Ya ocurrió con las salas X de cine porno. Las salas X han cerrado porque la gente consume porno por Internet, por DVD. ¿Quién ha sido perjudicado? Los pobres viejecitos jubilados, que no tienen en casa equipos DVD ni forma de acceder a internet. Quiero decir que el público perjudicado es el público marginado. A la industria lo que le interesa es la obsolescencia planificada y que la gente continúe consumiendo equipos de hardware y soportes de software. ¿Qué ocurre? La gente se recluye en casa para consumir selectivamente. El único que se escapa es el público joven y adolescente que no va al cine nada más para ver una película sino por razones de grupo, por la asociación cara a cara. A partir de cierta edad la gente madura y se recluye en casa. En ese sentido, la televisión fue una bendición para el cine de autor porque permitió que el público maduro y más conservador se quedase en casa mientras que en las salas se quedó el público joven.

 

¿Por qué cree que Hollywood ha sido tan renuente a entrar en el llamado modelo online?

Se está repitiendo lo que ocurrió cuando apareció la televisión. Al principio Hollywood se puso de uñas y lo consideró un enemigo que le robaba espectadores; durante años los grandes estudios prohibieron alquilar las películas a las televisoras. Hubo una guerra fría entre Hollywood y la televisión hasta que se dio cuenta que no le quedaba más remedio que aliarse con su enemigo para sacar beneficios. Hoy en día la ventana de exhibición doméstica del televisor se ha convertido en una fuente de ingresos superior, incluso, a las salas de cine.

 

¿Cree usted que en el futuro el “cine en casa” y el “cine en sala” seguirán conviviendo o el primero sustituirá al segundo?

Desde hace años ya el sector de exhibición ha encontrado una fórmula para intentar defenderse de este problema: los minicines en forma de multisalas. Aunque es cierto que los minicines han supuesto una degradación del modelo fundacional del cine que era el palacio. Finalmente, las pantallas de los minicines son un compromiso entre la sala de cine tradicional y la pantalla del televisor. El público de estas salas es un público fundamentalmente joven, un público cinéfilo. Es verdad que el público cinéfilo también se descarga películas por la red y hace piratería. Mis alumnos por ejemplo, me dicen “yo hace meses que no voy al cine, yo las bajo por internet”, aunque sean de peor calidad. Por tanto, Hollywood ha mirado a largo plazo contando sobre todo que el público diana es el público adolescente y joven que apenas ve la televisión, un público que se ha vuelto finalmente adicto a Internet. La pantalla digital se ha convertido en la interfaz por antonomasia y están enganchados a esa interfaz. ¿Sustitución? De momento no, pero nada nos puede decir que en cincuenta años o setenta años incluso los minicines hayan desaparecido.

 

En el último año han salido al mercado soportes tecnológicos que ofrecen un cine a la carta en línea mediante descargas legales, baratas y de buena calidad que, incluso, se pueden ver directamente en la pantalla del televisor. ¿Qué sucederá con esos jóvenes que están acostumbrados a descargarlas por Internet? ¿No se quedarán en casa?

A Hollywood no le importa lo que suceda, lo único que le importa es que consuman películas pagando. El gran reto es la piratería. Ellos consideran que si pueden vender películas a un buen precio y con un formato de buena calidad entonces los cinéfilos que buscan calidad decidirán pagar el precio. El acuerdo entre Apple y los estudios coincide en el tiempo con el lanzamiento del sistema Blu-ray de alta definición de Sony. Esta simultaneidad significa que un complemento de esta operación es que Hollywood también contempla que personas con mentalidad museística de coleccionista pueden querer tener piezas de alta calidad en su videoteca y, para este público más selectivo, más elitista, está Blu-ray.

 

Un cine a la carta de buena calidad, barato y de fácil y cómodo acceso convertirá al público cinéfilo en un público menos selectivo?

Bueno, existe un fenómeno que es el de la bulimia de golosinas audiovisuales. A la industria le interesa provocar y fomentar este tipo de bulimia basada en la adicción a consumir la novedad. Por tanto, le favorece tener las películas muy a mano, muy fáciles de acceder. Facilitar el acceso para fomentar la bulimia audiovisual es parte del mapa genético de la industria audiovisual.

 

¿Cree que la red como medio de distribución del futuro alentará la diversificación en la oferta de películas y facilitará el acceso a títulos que antes eran inaccesibles?

Hay un principio fundamental en esta cuestión: sólo se encuentra aquello que existe. Si no existe no se encuentra. La red permite acceder a fuentes en Tokio, Nueva Delhi, Estocolmo o donde sea. La ventaja de la globalidad, efectivamente. Pero repito, sólo se encuentra aquello que existe.

 

El acuerdo de mayo pasado entre la empresa de tecnología Apple y once estudios de cine para vender películas en línea al mismo tiempo que aparecen en soporte DVD, ¿es una señal de que Hollywood ha cedido finalmente a Internet?

Esta iniciativa tiene varias consecuencias. La primera y la más evidente es un nuevo golpe a las salas públicas que todavía subsisten. Pero tras estos efectos hay, además, otras intenciones: la promoción y venta de los equipos de iPod. La segunda, significa que Hollywood ha optado por la movilidad online en detrimento de los soportes duros y del sedentarismo derivado de los terminales audiovisuales fijos. El equipo de mesa es sustituido por un interfaz cómodo y fácil de manejar. Y esto permite recuperar para la oferta del cine, al público adolescente y postelevisivo que había desertado el cine y que prefería la música y los videojuegos. Esto también significa apostar por no tener que crear un soporte físico para las películas, lo cual se traduce en un gran ahorro para los grandes estudios de cine. Según Warner Communications, esto puede significar triplicar los beneficios en poco tiempo. Sin embargo, no hay que ser demasiado optimistas porque la implantación online es limitada y el público digital aún sigue siendo un público minoritario. ~

 

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