¿Despenalizar? Lo que dice Savater

Piensa Savater que el problema de las drogas no puede resolverse de ningún otro modo que despenalizándolas: “las drogas ilegales seguirán siendo un problema insoluble mientras sean ilegales, no por ser drogas”. 
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A últimas fechas la discusión sobre las drogas parece adquirir un rango, por lo menos en el ámbito de la opinión pública, que ya corresponde a la gravedad de las circunstancias. Ya hay quienes razonan sus argumentos en favor de la legalización, y ya quienes blanden los suyos en contra, y previsiblemente ya hay quienes prefieren ulular y meter más la cabeza en la acogedora arena indiferente.     

Recordé las reflexiones sobre estos asuntos que Fernando Savater recogió en una zona de Libre mente (Madrid, Espasa Calpe, 1995), una de las entregas del pródigo y prodigioso “diario intelectual, ético y político” que lleva con enorme inteligencia y rara valentía. Abrevio sólo su planteamiento inicial:  

Para empezar, la diferencia entre “legalizar” y “despenalizar”. Piensa Savater que “los gobiernos no pueden más que prohibir determinados comportamientos o abolir la prohibición que pesa sobre ellos, pero no pueden ‘ilegalizar’ ni ‘legalizar’ sustancias que se hallan en la naturaleza o que son producidas por el ingenio de los humanos.” Savater lo ilustra con gracia: “Se puede prohibir el alpinismo, pero no ilegalizar las montañas”. Y agrega: “se puede ‘penalizar’ la manufactura, el uso y la venta de determinadas sustancias, pero no ‘ilegalizarlas’”. Es un hecho que, en nuestros tiempos químicos, abundan y abundarán drogas, “tan ‘legales’ o ‘ilegales’ como el mar, en el que también se ahoga mucha gente”.

Así pues, lo que Savater propone no es “legalizar” las drogas, sino “despenalizar” su empleo. Me parece ésta una precisión que trasciende lo semántico para incidir en la siempre imprecisa moralidad pública (y en la individual, claro está, sobre la que también discurre Savater en ese libro).

Para el pensador vasco, el objeto de esta despenalización obedecería a tres motivos. El primero es “recuperar un derecho indiscutible de los seres racionales: el de hacer con sus vidas aquello que crean conveniente siempre que no dañen directamente a otros”. El segundo es regresar al Estado a la función que le es propia, “que no es perseguir los vicios sino prevenir y castigar los crímenes”. Y el tercero, “para impedir que el negocio prohibicionista siga derivando en gangsterismo universal, adulteración de sustancias, seducción trágica de conciencias, atropellos al derecho nacional e internacional, invención de médicos-policías y de policías-médicos, etcétera”.

Piensa Savater que el problema de las drogas no puede resolverse de ningún otro modo que despenalizándolas: “las drogas ilegales seguirán siendo un problema insoluble mientras sean ilegales, no por ser drogas”. Y observa una paradoja (que en el México de 2015 se extrema en los hechos): la supuesta prevención de los males que le acarrean las drogas a la sociedad –prevención que se ha convertido en una delirante guerra– ha terminado por causarle a la sociedad infinitamente más daños que aquellos que causan las drogas mismas.

Sí, Savater acepta su bochorno por repetir algo tan sabido y evidente. Pero a la vez hace constar su azoro ante el hecho de que el Estado no se avergüence de repetir las “ineptas fórmulas” que magnifican el problema. Una ineptitud muy productiva, pues mientras se discute y se vuelve a discutir (insisto: escribió esto hace más de veinte años), los narcotraficantes son cada vez más en número y infinitamente más en poder y recursos; más los muertos por consumirlas (por ta tontería de caer en la seducción “lo prohibido”; por exceso, por sobredosis, por consumir adulteraciones cada vez más perniciosas) y, desde luego, más los muertos por combatirlas y por trasegarlas, por no mencionar a quienes simplemente iban pasando y quedaron en medio de una balacera.

Lo que es espeluznante a estas alturas, en México sobre todo, es que aquellos muertos que simplemente iban pasando –por ejemplo, para secuestrar camiones en Iguala– sean cada día más. Y no hay razones para descartar que, de seguir así las cosas (y al parecer no tienen por qué no hacerlo), pronto lo seríamos todos.

(Mientras tanto, una tienda que vende legalmente mariguana en Estados Unidos factura en promedio 50 mil dólares diarios, 15 mil de los cuales van a dar al fisco…)    

 

 

 

 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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