Dijo adiĆ³s el gordito que corrĆa como locomotora. Dijo adiĆ³s porque el hipotiroidismo ya no le permitĆa alcanzar el nivel fĆsico para seguir jugando. Dijo adiĆ³s porque la rodilla, Ć©sa que vimos desprenderse cuando jugaba con el Inter de MilĆ”n en una de las imĆ”genes mĆ”s dolorosas del futbol, finalmente lo derrotĆ³. Dijo adiĆ³s porque “Yo querĆa continuar, pero ya no lo consigo. Hasta para subir las escaleras siento dolor.” Dijo adiĆ³s porque su cuerpo ya no lograba obedecer a la cabeza. Y sin embargo, hasta el Ćŗltimo minuto, sus goles cayeron como racimos, como una costumbre, como si su sola presencia en la cancha significara inevitablemente un gol.
Su despedida fue triste. Con lĆ”grimas en los ojos explicĆ³ que su cuerpo le impedĆa jugar. Un poco tambiĆ©n lo fue su carrera. La mirada perdida, como un personaje de David Lynch en ausencia emocional; sus lesiones por demĆ”s dramĆ”ticas; el ataque epilĆ©ptico justo en la vĆspera de la final de Francia 98 y la presiĆ³n publicitaria para que jugara a pesar de todo; la rehabilitaciĆ³n solitaria en CancĆŗn y el morbo mediĆ”tico como sola compaƱĆa; su viaje a Madrid, a MilĆ”n y la lesiĆ³n lo volviĆ³ a retirar de las canchas. Como signo de los tiempos futboleros, Ronaldo fue talento puro al servicio de la individualidad. Su juego de lobo estepario en el Ć”rea rival, como si negara la esencia asociativa del juego, e incluso, un comentario que podrĆa parecer elogioso del maestro Zidane (le arrojamos el balĆ³n y sabemos que Ć©l solo puede llevarlo al gol), es sumamente triste.
JugĆ³ en varios equipos –incluso es el Ćŗnico jugador en haber participado en los dos equipos antagonistas de EspaƱa y de Italia-, y en ninguno logrĆ³ echar raĆces.
Sin embargo, el futbol no deberĆa decirle adiĆ³s. Su potencia, su implacable presencia en el Ć”rea, su cercanĆa con el gol, estuviera como estuviera, flaco, gordo, encopetado, con cualquier camiseta. Al final, ya francamente pasado de peso, seguĆa amenazando la porterĆa rival con el Corinthians. El futbol no debe olvidar cĆ³mo se apoderaba del balĆ³n cuando enfilaba hacia la porterĆa, la potencia y la velocidad para cambiar de perfila la hora de enfrentar a un defensa rival, la representaciĆ³n visual del arco en su mente, y no lo harĆ”. Ronaldo fue talento puro, en un momento que lo necesitamos tanto y serĆ” memoria.
Rafael MĆ”rquez confesĆ³ que verlo llegar con el balĆ³n dominado era signo de terror, porque no sabĆas quĆ© decisiĆ³n iba a tomar. “cĆ³mo vas a saber lo que es el pĆ”nico, si nunca te sorprendieron mal parado en un contragolpe,” dijo Walter Saavedra. Un dĆa, a punto de regresar de una de sus dolorosas lesiones dijo: “alguien tendrĆa que pagar por tanto esfuerzo”. Me parece que pensaba en los defensas rivales mientras lo decĆa.
Como escritor, maestro, editor, siempre he sido un gran defensa central. FanĆ”tico de la memoria, ama el cine, la mĆŗsica y la cocina de Puebla, el Ćŗltimo reducto espaƱol en manos de los Ć”rabes.