El bufo y el poeta

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GROUCHO Y T.S.E

Parecería cosa más bien de película de los Marx Brothers, pero Groucho Marx recibió en 1961, desde Londres, una carta de uno de los mayores poetas del siglo y alrededores, Thomas Stearn Eliot (1888-1965), británico de origen norteamericano, que le enviaba su retrato y pedía en retribución una foto de su “pin-up old boy” más admirado para que “en mi pared, lujosamente figure enmarcada y junto a las de otros amigos célebres como W. B. Yeats y Paul Valéry”. Nada intimidado ante tales resplandores, Groucho respondió agradeciendo la foto de Eliot (de quien no se imaginaba, decía, que fuese tan guapo como para que le ofrecieran el papel principal en alguna película sexy) y envió a su vez una foto en que se le ve en compañía de una niña de seis años sentada junto a él. Al reverso de la foto había, para que nadie se confundiera, una aclaración de mano y letra marxistas: “Groucho y su nieta. Groucho es el de la izquierda, reconocible por su bigote y su excelente puro de seis dólares”.

Así, el bufo y el poeta se correspondieron por correo. Y el poeta escribía, ya en 1963:

Venga usted con su esposa a Londres y a nuestra casa, pero deberá traer una secretaria, un encargado de relaciones públicas y un trío de guardaespaldas para que lo protejan de la prensa londinense.

A lo cual Groucho respondía en estilo telegráfico y confianzudamente llamando Tom a Eliot:

Trío de guardaespaldas en buen uso; encargado de relaciones públicas imposible de llevar a Londres: está demandado por mí, pues hízome tan célebre que por poco encarcélanme; secretaria demandóme por faltas a la moral, a su juicio practicadas en su persona física (que es más estimable que su persona moral); en cuanto a mi persona física, esposa arruinómela al enterarse de la personalidad, ¡ejem!, de la secretaria. Consecuencia: Situación deplorable impídeme viaje.

Poeta y cómico intercambiaban noticias sobre sus males físicos. Groucho presumía:

Mi enfermedad, que mis tres médicos declaraban enteramente trivial, se mantiene estupendamente en cartelera en mi organismo. No puedo por ahora ir a Londres, pero, de cualquier manera, hacia mayo espero hallarme lo suficientemente bien para devorar esa cena gratis prometida desde hace dos años. Espero que no sea una clásica cena de poeta, porque yo no vivo de comer aire.

Y Eliot:

Yo tenía la mejor voluntad, pero la cena prometida no será gratis por disposición de mi esposa. Dice la excelente mujer que deberá usted pagar la cena haciendo otra película como Sopa de ganso.

A su hermano Gummo le escribía Groucho:

He notado que Eliot y yo tenemos tres cosas en común, aparte del sex-appeal: 1, nos gustan los buenos puros; 2, nos gustan los gatos, y 3, nos gusta hacer calambures, debilidad de la que no he logrado curarme desde hace años. T. S. E. [Eliot], por su parte, calamburea sin ninguna vergüenza, y hasta se jacta de ello. A propósito de Gus, Gato de Teatro, dice que su “verdadero nombre era Asparragus [Espárrago].

Y a propósito de gatos, Eliot, el más serio y católico de los poetas del siglo XX, con títulos de libros tan sombríos como La tierra baldía, Miércoles de ceniza, Asesinato en la catedral y Reunión de familia (éste es quizá el más tenebroso), escribió un sonriente libro de poemas sobre esos encantadores seres (y me refiero a los gatos, no a los poetas, que éstos los hay para todos los gustos y disgustos). El felino y feliz libro se titula Possum’s Book of Practical Cats, que los eruditos de erudición correcta, los que no suelen tener gato capaz de aguantarlos, no toman en cuenta en sus voluminosos estudios sobre la poesía de T. S. E.

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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