Luego de treinta y tres años al aire y más de 41 mil emisiones, Monitor llegó a su fin. La quiebra económica, el motivo. ¿La causa? Una combinación de mala administración económica y de presiones políticas. Fue un fin bastante diferente al planeado por su fundador y director, José Gutiérrez Vivó, quien todavía hace un par de años hablaba orgulloso de la expansión de su empresa radiofónica a la prensa (Diario Monitor), al Internet y a la televisión. Poco a poco ese sueño se fue desmoronando. El obús principal lo recibió de Grupo Radio Centro, que se negó a pagar adeudos por más de 20 millones de dólares, pese a que un tribunal internacional –árbitro que ambas partes habían aceptado-, lo había así dispuesto. Gutiérrez Vivó, desesperado, acudió entonces a la Suprema Corte de Justicia, que se negó a atender el caso por razones vergonzosas (la ministra Sánchez Cordero, voto decisivo, se excusó aduciendo su amistad de toda la vida con los dueños de Radio Centro). Cerradas todas las puertas, y sin que Fox diera ninguna señal de querer intervenir (el Presidente no le perdonaba haber sido el medio a través del cual López Obrador hizo el anuncio de su lanzamiento a la presidencia), Gutiérrez Vivó tomó dos decisiones: inclinar decididamente su espacio a uno de los candidatos a la presidencia (AMLO) y no considerar dentro de sus presupuestos y balances la posibilidad de no recuperar el dinero en litigio con Radio Centro. Esas dos decisiones le costaron la vida a Monitor. Su fin, a no dudarlo, es un signo ominoso de nuestro tiempo.
Imaginemos lo siguiente: En 2006, López Obrador, por apenas 240 mil votos, accede a la presidencia. Ya en el poder, le corta la publicidad, hasta asfixiarlo, a un medio crítico con su desempeño y antiguo aliado de Calderón. En el país y en el extranjero abundarían las marchas y protestas en contra del “dictador”. Esas marchas y esas protestas brillan por su ausencia en el caso de Monitor. ¿Por qué? Fue una quiebra económica, dicen. No se trató de una venganza política, alegan. Que no vea quien no quiera ver. La asfixia operó por dos flancos: el privado y el público. Empresas y poder se aliaron para acallar a un medio crítico. No pueden entender que la crítica fortalece, vivifica; aunque molesta, sin crítica una sociedad se empobrece. El cierre de Monitor afecta a la sociedad plural que queremos construir.
Sin embargo, no sólo no se han alzado los medios –siquiera por solidaridad gremial- contra el cierre de Monitor, sino que, para mi sorpresa, no han faltado ataques al medio y a su director. Leña del árbol caído. Un periodista serio como Ricardo Alemán –para más señas, en El Universal, diario ahora aliado informativo de Grupo Radio Centro-, ha comentado que la quiebra de la empresa de Gutiérrez Vivó tuvo otras causas: la brujería, la astrología, el estilo dictatorial y soberbio de su conductor. Pero el asunto es claro: no se le perdona a Gutiérrez Vivó haber encabezado por décadas las preferencias del público en la radio, el medio democrático por excelencia, y punta de lanza de la apertura general de los medios de comunicación en México.
¿Perdió la soberbia a Gutiérrez Vivo? Aunque hay sitios de Internet que así lo afirman, me parece que el talento del comunicador era –y es- superior a su soberbia. No es ocioso recordar que Gutiérrez Vivó es un comunicador extraordinario, líder de opinión por décadas; tampoco es bueno olvidar que fue el primero en llevar a cabo un debate político en México y que su concepto práctico de servicio social es único en nuestro país. Quiero asimismo recordar que Monitor y Letras Libres firmaron un acuerdo hace algunos años, mediante el cual Letras Libres proporcionaba “cápsulas culturales” a los noticieros de esa empresa y a cambio recibía espacios publicitarios. Ese acuerdo funcionó un par de años. Durante ese tiempo llevamos a decenas de intelectuales y escritores a los micrófonos de Monitor, para hablar, por ejemplo, del Premio Nobel a Coetzee, del aniversario de la teoría de la relatividad, etcétera. Recuerdo que fue una relación complicada (los espacios que nos cedían eran mínimos, nos parecía entonces). A Gutiérrez Vivó no le interesa la cultura, pensaba yo, que coordinaba ese proyecto. (¿Cómo olvidar la ocasión en que Gutiérrez Vivó, sin consultarlo con nosotros, que lo asesorábamos en asuntos culturales, leyó al aire un espantoso poema como si fuera de García Márquez, cuando su autor, según se supo más tarde, era una marioneta llamada “El Mofles”?) El acuerdo terminó. Pasados los años me queda claro que si Gutiérrez Vivó miraba con desdén la cultura, para los otros medios y los otros comunicadores ésta ni siquiera existía.
El fin de Monitor es un presagio: el de un poder insensible a la diferencia y la pluralidad, el de un poder que busca afianzarse a cualquier precio, el de un poder peligroso.
– Fernando García Ramírez