El fraude del fraude

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Se cumplió el mes pasado un año de la elección presidencial. Casi un tercio de los votantes de entonces sigue sosteniendo que se trató de una elección fraudulenta. Esto significa que dos terceras partes de los votantes consideraron legítima la elección. Muchos consideramos que más que un fraude se trata de una mitología poderosa alimentada de varios factores: la teoría de la conspiración, el victimismo y una larga tradición de elecciones priistas fraudulentas. No se ha ofrecido hasta la fecha ninguna prueba fehaciente del fraude, pese a que para haberlo llevado a cabo era precisa la intervención de miles de personas confabuladas. Recientemente, a propósito de López Obrador y su persistente mitomanía, Jesús Silva Herzog-Márquez envió una carta a José Agustín Ortiz Pinchetti, de la que reproduzco el siguiente párrafo:

Permíteme empezar por el tema del fraude. Ackerman, Crespo, Scherer, Villamil o Meyer no han probado en ningún momento que hubo fraude en la elección del 2006. Han hecho críticas al proceso y a la conducta de distintos actores. Algunas de ellas me parecen fundadas, otras no tanto. Ellos han señalado disparidades y abusos; han cuestionado la actuación de los órganos electorales, pero en ningún momento —en ningún momento— han afirmado que López Obrador obtuvo más votos que Felipe Calderón. Si ese fuera el caso: ¿cuáles son los números que sostienen su victoria? ¿Cuál es la “estadística legítima” de la elección del 2006 según el “gobierno legítimo”? En todo caso, sí se han rebatido puntualmente todas y cada una de las argumentaciones del supuesto fraude en el libro de Fernando Pliego. ¿Será otra pieza propagandística de la ultraderecha? La ensalada argumentativa —perdón-, discursiva del fraude se deshizo ante la vista de todos. Votos faltantes, fraude cibernético, fraude a la antigüita, algoritmo perverso, incoherencias del PREP… Todos los alegatos han quedado claramente rebatidos. Por eso no hay fundamento alguno para afirmar que López Obrador ganó la elección, que “la mafia” le arrebató la presidencia o que Felipe Calderón es un “usurpador”. ¿En dónde está la prueba de que López Obrador tuvo más votos que su adversario? ¿Es serio hablar de López Obrador como “presidente legítimo”? Yo creo que es ridículo y que conducir a la segunda fuerza política del país en esa dirección es un despropósito mayúsculo.

Me parece que ya es hora de comenzar a llamar las cosas por su nombre. Por considerar que estaban sensibles con una derrota que no acababan de digerir, se les ha venido permitiendo a los filoperredistas una serie de despropósitos: la farsa de una república pirata con todo y su rey de los payasos autocoronado, un jefe de gobierno de la ciudad de México que –por obvias y redituables razones- insiste en fingir que no sostiene con el gobierno federal relación alguna, despropósitos que alcanzaron su clímax en el lamentable espectáculo de una presidenta de la Cámara de Diputados que se ausenta y dimite de sus funciones para evitar que su Jefe Máximo deje de dirigirle la palabra. Me parece que llegó el tiempo de decirles, a los que insisten en el mito del fraude, mentirosos, mitómanos, falsarios y embusteros. Es hora de que bajen de su nube y que vean lo evidente: que López Obrador se trató de robar la elección del 2 de julio del 2006. Es hora de comenzar a decir la verdad.

– Fernando García Ramírez

Foto Notimex

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