1.
A propósito de la vestimenta femenina, Charles Baudelaire se pregunta en El pintor de la vida moderna (1863), “¿cuál es el hombre que, en la calle, en el teatro, en el parque, no ha gozado de la manera más desinteresada de un atuendo sabiamente compuesto, y no se ha llevado de él una imagen inseparable de la belleza de aquella a quien pertenecía, haciendo así de los dos, de la mujer y el vestido, una totalidad indivisible?”
La muestra El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800 presentada en el Museo Nacional de Arte (MUNAL) tiene dos antecedentes claros en la museografía europea de última hornada: la exhibición Hombre al desnudo que ofreció en 2012 el Museo Leopold de Viena, y la que, un año después, el Museo d’Orsay de París tituló Masculino/Masculino.
No obstante que el desnudo ha formado parte considerable de la historia del arte occidental, hasta la exposición deHombre al desnudo no se había realizado una retrospectiva propiamente dicha del desnudo masculino. Esa exposición, como la que motiva estas líneas, proponía un viaje desde 1800 hasta la época contemporánea. La muestra del Museo d’Orsay profundizó sobre las dimensiones lúdicas, sociológicas, filosóficas e interpretativas de la desnudez masculina, y la del MUNAL puede tenerse como remedo, no solo porque se ha abastecido de bastantes fondos de la pinacoteca parisina, sino porque sigue sus lineamientos teóricos y museográficos. A lo largo del recorrido se observan piezas de artistas como Pablo Picasso, José María Velasco, Manuel Rodríguez Lozano, Leo Matiz, José Alfaro Siqueiros, José Chávez Morado, Grupo SEMEFO, Paul Cézanne, Francisco Toledo, Robert Mapplethorpe, Nahúm B. Zenil, Julio Galán.
La exposición no se estructura en orden cronológico, pero a través de las salas se puede apreciar cómo se ha entendido el desnudo masculino desde la Antigüedad hasta nuestros días: desde la síntesis perfecta del cuerpo humano –joven, sano, atlético y viril–, hasta la identificación alegórica “desnudo atlético masculino = identidad nacional” de la que se valieron los regímenes totalitarios del siglo XX para fines propagandísticos, pasando por la desnudez masculina como recurso político y activismo social.
2.
Georges Bataille explica que entre los pueblos primitivos el tiempo se divide en profano y sagrado, y entiende el tiempo profano como el tiempo del trabajo, ordinario y durante el que se respetan las prohibiciones; mientras que el tiempo sagrado es el de la fiesta, durante el que se transgreden las reglas. Bajo estos parámetros, el desnudo se convierte en la transgresión de la norma, el denudarse es despojarse de la vida reglamentaria y normativizada para adentrarse en la fiesta sagrada de la desnudez y el erotismo. El historiador del arte Carlos Reyero enfatiza esta idea al mencionar que “el deleite que suscita el lento proceso durante el cual una mujer se desprende de sus ropas hasta quedarse completamente desnuda forma parte del más excitante imaginario sexual masculino”. Así mismo, según Reyero, este tránsito de un estado a otro, contiene en la pintura del siglo XIX, una connotación evidentemente erótica.
En la muestra se advierte el culto del hombre por el hombre, según su deseo y realidad. Una buena excepción de ello es Ex voto de Ángel Zárraga (1910), que muestra el culto penitente de la mujer por el hombre atado y doliente que solo logra mantenerse en pie por el poder de las oraciones de ella. Se aprecia el deseo sexual de la mujer por el hombre santo, en definitiva no a partir de los cánones de la liberación femenina, sino de un deseo oculto, encubierto en un abandono piadoso de su cuerpo y alma. Esta imagen atrae irremediablemente la devoción que siente Amelia por el párroco de Leiria en El crimen del padre Amaro (1875) o la que Beatriz profesa por padre Nazario en Nazarín (1959). Estas tres obras abordan el deseo sexual y espiritual de la mujer por el hombre, en las tres obras los protagonistas son el hombre y la mujer.
El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800 expone piezas de la desnudez masculina realizadas por el hombre, son escasas las mujeres que exhiben obra sobre el tema, algunas de ellas, las fotógrafas Sandra Eleta y Yolanda Andrade. El cuerpo humano, según Ramón Días Padilla, en, El dibujo del natural en la época de la postacademia, “ha sido fuente inagotable de significación y de interrogación sobre la propia condición humana. Pocas cosas como el propio cuerpo pertenecen al ámbito de la experiencia íntima, de relación con los otros y con el entorno”. Pensando en esto, quizá sería interesante conocer ahora la visión femenina del cuerpo humano, de la desnudez masculina y cómo la mujer, gracias a la liberación sexual, ha representado su deseo por el cuerpo del hombre.
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El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800 se exhibirá hasta el 17 de junio.
(ciudad de México, 1985). Antropóloga Social y Abogada. Actualmente estudia pintura.