Análisis
12 de septiembre del 2007
Tras meses de espera, el general David Petraeus ha rendido su informe al Congreso norteamericano sobre el progreso de la ocupación estadounidense en Irak. Las conclusiones han sido las esperadas. La situación en Irak, dijo Petraeus, mejora poco a poco. Las tropas estadounidenses no podrán comenzar a salir sino hasta el segundo trimestre del 2008, y en números modestos. Las condiciones políticas en Bagdad aún no garantizan estabilidad alguna, y retirar a la fuerza de ocupación antes de tiempo podría desatar una crisis grave. En cualquier caso, el diagnóstico de Petraeus ha dejado en claro que la responsabilidad del final del conflicto quedará en manos del nuevo presidente de Estados Unidos, que asumirá funciones a principios del 2009.
Por eso, hoy más que nunca es interesante analizar el efecto que tendrá el debate sobre la guerra en las elecciones del 2008. Una mayoría de los estadounidenses ve con escepticismo –y hasta recelo – el plan de Petraeus. En un sondeo de CNN, 53% piensa que al reporte del general le ha faltado objetividad e independencia; 54% opina que el incremento de tropas no ha ayudado a mejorar la situación en Irak. De cualquier forma, los argumentos y la elocuencia de Petraeus, además del anuncio de la reducción eventual de tropas que hará el presidente Bush el jueves por la noche, probablemente contribuirán a inclinar la balanza levemente hacia el otro extremo.
El informe Petraeus seguramente modificará también la dinámica del debate en el Senado, que se prepara para discutir sobre cómo proceder en materia presupuestal. La frágil coalición que los demócratas parecían haber construido para presionar al presidente a retirar al ejército estadounidense de Irak probablemente perderá fuerza. Los republicanos deben cerciorarse de seguir proyectando una imagen de poderío y experiencia en materia de seguridad sin perder de vista la necesidad de satisfacer la evidente voluntad del electorado de ver una reducción paulatina del número de tropas en Irak. La única manera de lograrlo es abogar por una política que atienda las recomendaciones de Petraeus por ahora y se prepare para un anuncio dramático y efectivo en el verano electoral del 2008 sobre el regreso de miles de soldados a tierra estadounidense.
Convencer al electorado de la importancia de permanecer un año entero más en Irak no será una tarea fácil. Aun así, la estrategia republicana tiene sentido. Bush ha construido toda una carrera política sobre la base de las bajas expectativas (las cosas están tan mal que no pueden más que mejorar) y, de ahora en adelante, cualquier avance en el desastroso status quo iraquí será visto –y manipulado políticamente– como un triunfo del gobierno.
Será interesante ver cómo reaccionarán los demócratas. Al menos ayer, durante la audiencia de Petraeus, varios senadores del partido estuvieron cerca de perder la paciencia. Tendrán que tener los pies bien plantados en el piso si no quieren resbalar en los próximos meses.
– León Krauze
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.