El domingo por la mañana se empezó a sentir el otoño en Nueva York. En el parque Zuccotti en el sur de la ciudad, debajo de lonas y mantas que cubrían colchones inflables y bolsas de dormir, se asomaban cabezas con gorros y pies con calcetines gruesos. Despertaban los ocupantes de Wall Street. Algunos barrían el parque, organizaban la comida que han recibido como donativos en una sección que parece un pequeño mercado, o comenzaban a desplegar sus pancartas, principalmente denunciando la corrupción del sector financiero y las desigualdades generadas por el sistema económico que beneficia a una minoría. “Somos el 99%, que no lo tolerará más”, dicen los manifestantes.
Se ha criticado al movimiento por su falta de coherencia, de demandas específicas o de propuestas. A 18 días del inicio de la “ocupación”, el movimiento ha ido evolucionando y expresando su mensaje más claramente. Aunque no todos duermen en Wall Street, el movimiento ha crecido de decenas a cientos y hoy algunos medios de comunicación calculaban que hasta 15,000 marcharon en Nueva York. Las protestas se han extendido a otros estados. Frente a quienes los acusaban de ingenuos e inexpertos, los jóvenes han mostrado una gran capacidad de organización, desde su sistema para transmitir mensajes por medio de un eco en el que un grupo repite las frases del orador principal, hasta su agenda diaria, su asamblea general, su vinculación con otros grupos en todo el país, y su página web, que incluye transmisión de video en vivo. Hoy, mientras caminábamos por la tercera avenida, uno de los estudiantes me comentó: “aquí hasta las marchas inician puntualmente”.
Los temas principales de este movimiento que se precia de no tener un líder ni una sola agenda, también se han ido esclareciendo. En el fondo hablan de un malestar con el sistema económico y político y las desigualdades que ha creado, la falta de oportunidades para los jóvenes, los efectos de la crisis en la educación y otros servicios públicos afectados por recortes presupuestales, y la corrupción que permite que los responsables de la crisis financiera sigan sin pagar las consecuencias. Si bien el movimiento no tiene una propuesta o una solución, está abriendo un diálogo “desde abajo” sobre el estado de la democracia en Estados Unidos. Desde esta perspectiva, los “ocupantes de Wall Street” identifican un vínculo directo entre sus acciones y las demandas y formas de protesta pacífica de los movimientos que constituyeron la primavera árabe y el verano europeo.
Al movimiento se han unido cada vez más voces, sobre todo, de sindicatos y organizaciones de trabajadores, grupos religiosos y organizaciones comunitarias con nuevas demandas y agendas. El tema de la migración también está presente. En una propuesta de 13 demandas publicada en la página web, aparece el tema de “fronteras abiertas” para permitir que todos puedan trabajar y vivir en donde quieran. Aún más, según el autor, si se cumplieran todas las demás demandas económicas de su manifiesto, generarían tal cantidad de empleos que sería imposible llenarlos sin una política de fronteras abiertas. Este tipo de argumentos, que algunos consideran idealistas o poco prácticos, son los que han llevado a los críticos a descartar al movimiento. Ojalá la discusión sobre migración en el contexto de este movimiento no se quede ahí. Otras voces dentro de la marcha de hoy hablaban sobre la discriminación en contra de los trabajadores migrantes, el clima anti-inmigrante, el racismo, la explotación de los indocumentados que beneficia a las grandes corporaciones y a las empresas. “Esto no es sólo sobre Wall Street, es sobre cómo el gobierno nos ha fallado y continúa violando los derechos de los trabajadores, deportándolos, separando a las familias, y dejando que la gente muera en la frontera sin crear alternativas…”, decía un joven con un mensaje en inglés y en español sobre un pedazo de cartón: “no hay seres humanos ilegales”.
En los primeros días yo también veía al movimiento con escepticismo y reservas. Tras visitar el parque Zuccotti, platicar con los estudiantes, y marchar con ellos, me emociona y me inspira la convicción y la energía de estos jóvenes universitarios y las posibilidades que se abren a partir de este activismo y las conversaciones que está generando.
Que siga el eco de su proclama: “enséñenme cómo funciona la democracia: ASÍ es como funciona la democracia”. Ocupemos Wall Street. Ocupemos todo. Ocupémonos.
es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.