Hace unos días los pormenores de la vida sexual de Karen F. Owen, una estudiante de postgrado de la Universidad de Duke, se hicieron públicos. Desde entonces se han propagado en blogs, redes sociales, periódicos y páginas de internet gracias a la urgencia del morbo y la rapidez de las telecomunicaciones. No fue la venganza de algún exnovio despechado, tampoco vulgar exhibicionismo: aunque fue la misma Owen quien redactó el documento de sus experiencias, solamente lo envió a tres compañeras en calidad de “clasificado”. Una de ellas rompió el pacto y fue cuestión de horas para que el resto del mundo pudiera husmear entre los pliegues de sus sábanas. En una sociedad tan puritana como la estadounidense esto ha desencadenado varios debates, principalmente en torno al concepto de lo íntimo en la red. Carezco de credenciales para intervenir en tan delicado tema, pero sí puedo decir que la travesura de Owen revive una tradición tan antigua como la institución universitaria: el saber festivo.
“El aprendizaje más allá del aula. Cómo triunfar en el mundo de la academia horizontal” es el nombre que Karen Owen le otorgó a su estudio sobre la sexualidad en Duke. El documento está configurado como la presentación en Power Point de una tesis de grado falsa, escrita para entregarse al “Departamento de Entretenimiento Nocturno” como un requisito para graduarse como licenciada en “Desmadre tempestuoso”. Este estudio consiste en el análisis del acto sexual con trece personajes de la universidad –principalmente extraídos de su cantera deportiva– que son evaluados a partir de sus (i) momentos memorables, (ii) cualidades y (iii) defectos; información que arroja el (iv) promedio. Todos los casos están ilustrados con fotografías de los protagonistas y descritos con una prosa desenfadada y socarrona que prontamente delata la pasión con que Owen realizó sus pesquisas. Al final presenta números, gráficas, conclusiones generales y agradecimientos.
No es mi intención exculpar la poca discreción de Owen. Al parecer el 90% de los casos analizados están profundamente humillados dado que su virilidad en el imaginario de una sociedad machista –tamaño de miembro, duración neta del coito, encores, entre otras minucias– terminó siendo de dominio público. (Imagino que solamente uno de ellos debe sentirse muy orgulloso ya que en la escala de diez, obtuvo doce, después de una sesión de sexo circense en la biblioteca, durante la semana de exámenes.) No la disculpo, decía, pero es muy significativo que Owen haya hecho circular esa tesis entre sus amigas después de titularse y dejar los dormitorios. Ese documento es su legado, un saber adquirido durante su estadía y no tiene ninguna función en otro lugar. El estudiante comprometido debe otorgar su experiencia a jóvenes condiscípulos para su estudio y posible sofisticación, ya que cuando estos se vayan lo heredarán a su vez.
“El aprendizaje más allá del aula” me recuerda mucho a un librito casi secreto titulado El himen en México. Redactado e ilustrado por el doctor Francisco A. Flores en 1885, se trata de un estudio médico de los hímenes con los que el autor tuvo contacto durante su vida de estudiante mientras vagaba por las calles cercanas a Santo Domingo. El doctor toma su muestra, analiza, clasifica y en menos de un centenar de carillas de prosa delicada e irónica llega a conclusiones novedosísimas. Recuerdo aún su aportación más importante: el descubrimiento del “himen de herradura o himen mexicano”, que se parece al aditamento equino tan asociado a nuestro deporte nacional, la charrería. El Dr. Flores, como la Dra. Owen, son Faustos chocarreros. El primero experimentó el reconocimiento póstumo con una nota elogiosa de Juan José Arreola. Esperemos que la recompensa para la segunda llegue con el fallo del Ig Nobel de Medicina 2011, premio que merece sin cortapisas.
– Guillermo Espinosa Estrada
es profesor de literatura medieval y autor del libro La sonrisa de la desilusión. Administra la bibliothecascriptorumcomicorum.org, un archivo de textos sobre el humor.