Me sentรญa aterrado, porque, en realidad, los buenos eran los malos.
– James Ellroy, La Dalia Negra
Una mujer enfundada en un vestido rojo escotado mira desafiante al lector, los ojos marcados con delineador y los labios carmรญn. Con una mano ataviada de joyas sostiene un cigarrillo que humea. Es una de las mujeres diabรณlicas que viven en True crime. Detective magazines 1924-1969 (Taschen, 2013), un recorrido histรณrico –dividido en cinco periodos distintos– por las revistas de detectives de Estados Unidos. En cuatrocientas cincuenta portadas, este compendio de pulps cuenta la vida de distintas mujeres: True stories of women in crime, True gang life y muchas otras que en su mayorรญa portaban las palabras “true” y “detective” en sus tรญtulos, haciendo redundante la contundencia y la (p/d)ureza de sus contenidos: historias reales de casos policiacos.
Lo que se alcanza a ver en las pรกginas de esta antologรญa es sexo, crimen, mujeres malas. Como un peeping tom, uno puede atisbar la vida de aquellas a quienes los editores, Eric Godtland y Dian Hanson, llaman “las hijas salvajes de Satรกn”: mujeres que empuรฑan armas, son retratadas en mugshots, perseguidas por la ley y le hacen ver su suerte a los hombres. ¿Quรฉ mรกs se alcanza a ver? Ademรกs de ligueros y armas, una evoluciรณn de la sociedad estadounidense, el papel de la mujer en esa sociedad y el estado de la fantasรญa sexual del hombre moderno. A principios del siglo XX esas mujeres aparecen en las cubiertas fumando cigarrillos, un acto interpretado como un desafรญo a la autoridad, al hombre, al mundo. Una muestra de coqueterรญa, atrevimiento, peligro y de un quiรฉn-sabe-quรฉ mรกs.
¿Quรฉ impulsรณ el nacimiento de las revistas pulp detectivescas –derivadas del periodismo sensacionalista– a mediados del siglo XIX? ¿Quรฉ hizo que pasaran del grabado como carta de presentaciรณn en sus portadas a las impactantes ilustraciones del siguiente siglo? La existencia de una clase trabajadora en aumento, la migraciรณn que llevaba a cada vez mรกs gente a Estados Unidos, un boom de publicaciones impresas (en aquel paรญs se editaban 2,526 periรณdicos en 1850), una poblaciรณn cada vez mรกs alfabetizada y que ahora podรญa leer esos periรณdicos y revistas y, como ingrediente final, una ola criminal que atravesรณ el paรญs. La fascinaciรณn por el chismorreo, el tabรบ, la sordidez del crimen y la vida disipada estaba en el arte lowbrow de estas revistas: la sed informativa –morbo vil, dirรญan otros– quedaba saciada.
Godtland explica la sobrevivencia de este gรฉnero a travรฉs de las dรฉcadas: “Al comprar una revista de detectives, adquirรญas una licencia para investigar asuntos que de otra manera resultarรญa vergonzoso explorar a profundidad.” Es decir, estas revistas existen en un limbo moral por presentar en sus portadas a mujeres sensuales, incitantes, en ropa entallada, sin ser explรญcitamente erรณticas ni pornogrรกficas. Son una muestra de crรญmenes, delitos, fechorรญas y excentricidades, pero no glorifican ninguno de estos aspectos, mรกs bien los censuran. El lector de revistas de detectives tambiรฉn es en sรญ mismo una especie de detective, un amateur, y su genuino interรฉs por saber cรณmo fue asesinada tal o cual persona significa que desea que el crimen sea resuelto. Y eso es lo que hacen los buenos ciudadanos: desear el bien comรบn, el mejoramiento de su sociedad, el destierro del mal que se consigna en publicaciones debido a una genuina bรบsqueda de conocimiento e informaciรณn. “¡Crรญmenes sexuales! ¡Actos de hombres que son mรกs bajos que bestias! Un pรบblico impaciente exige conocer la causa y la cura”, declaraba Real Detective en 1934.
La era de oro de este tipo de publicaciones habrรญa de gestarse en los aรฑos treinta gracias a la combinaciรณn de dos ingredientes: la Gran Depresiรณn y la Prohibiciรณn. El escapismo necesario era dado, en parte por las historias que contenรญan en sus pรกginas. Sobre todo, historias de robos de bancos, porque asรญ el realismo lindaba cada vez mรกs con las fantasรญas de un paรญs en crisis que veรญa cรณmo sus aspiraciones econรณmicas se desmoronaban gradualmente. Consecuentemente, para los editores –Macfadden, Real Detective Tales Inc., Fawcett– resultรณ un negocio altamente lucrativo. Esto permeรณ en las publicaciones mismas, que dejaron de ser pulps para imprimirse en papel de mejor calidad. A la postre, el arte de las portadas mejorรณ considerablemente.
El auge durรณ hasta que llegรณ la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, las publicaciones cayeron en un campo minado debido a la proliferaciรณn de revistas que trataban el nuevo tema morboso de moda: la propia conflagraciรณn. Los crรญmenes y delitos simples –el robo de bancos, el asesinato, la drogadicciรณn, el secuestro– ya no fueron suficientes. La pureza del gรฉnero de pronto se encontrรณ con que el campo de batalla, las conspiraciones internacionales y el mercado negro resultaban mรกs interesantes para un pรบblico cada vez mรกs aventurero. Eso y el racionamiento del papel derrumbaron a una industria que hasta ese entonces habรญa maquilado gran cantidad de tรญtulos, pues en un intento por sobrevivir las editoriales regresaron al papel corriente, comenzaron a publicar fotografรญas en lugar de pinturas e ilustraciones en las portadas y le restaron interรฉs a la investigaciรณn de los casos que publicaban: el acabose. Solo uno de los crรญmenes mรกs siniestros que registra la historia norteamericana pudo impulsar el dรฉbil mercado: el asesinato de Elizabeth Short, la Dalia Negra. Porque un potente estallido individual en ocasiones puede mรกs que bayonetas, tanques y granadas. Porque un drama personalizado puede provocar mรกs arrebatos que el conflicto masivo.
Marc Gerald, editor de una de las revistas mรกs prominentes, True Detective, racionaliza asรญ la labor que estas publicaciones cumplieron por dรฉcadas: “retratar aspectos de la vida y la muerte que jamรกs se habรญan visto en medios legรญtimos”. Eso y un servicio social invaluable: “Muchos policรญas y asesinos me han confesado que tuvieron sus primeras emociones sexuales masturbรกndose con la revista.” Bueno, asรญ se construyรณ, por lo menos parcialmente, Estados Unidos. ~
Blumpi, es ilustrador, dibujante de cรณmics y periodista cultural freelance. Es el primer mexicano en entrevistar al dibujante underground Robert Crumb.