I. La revoluciรณn llama a la puerta
Las ventanas de los negocios, las puertas de las casas, los edificios, y hasta los faroles de luz y las banquetas, amanecieron, un dรญa de 1928, tapizados de carteles. El grupo rebelde que se hacรญa llamar ¡30-30! (por el famoso rifle Winchester que usaban los soldados de Francisco Villa) habรญa aprovechado las frรญas horas de la madrugada, el pesado sueรฑo de los vecinos, el descuido de los gendarmes y la soledad de las calles para pegar copias de su plan revolucionario en todo el centro de la Ciudad de Mรฉxico.[1] A lo lejos, los carteles parecรญan manchas de sangre que escurrรญan de las paredes. Impresos en papel rojo, en letras negras, gruesas y contundentes, se leรญan los diez puntos no de un pliego petitorio, sino de un ultimรกtum contra:
i. Aquellos escultorzuelos de los que no se pueden aprovechar sus crรกneos ni para tallar en ellos el mรกs humilde molcajete.
ii. Los abortos y fetos artรญsticos que salen de las cloacas inmundas de la madre academia.
iii. Los salteadores de puestos pรบblicos y todos aquellos que les ayudan, que no son sino borregos: sus corbatas son el cencerro que merecen portar colgado al cuello.
iv. Las paredes de la academia, [que] no han tenido la fortuna de amparar mรกs que a verdaderos criminales que despilfarran los dineros de la naciรณn.
vi. Los profesores de historia del arte acadรฉmica, fonรณgrafos que cacarean sus viejรญsimos clรกsicos.
No habrรญa mesa de negociaciรณn. No se firmarรญan acuerdos. La Escuela Nacional de Bellas Artes –la Academia– era una de las รบltimas trincheras contrarrevolucionarias y debรญa extinguirse, como lo habรญa hecho ya el Porfiriato.
II. El talento es de quien lo trabaja
En una fotografรญa de 1911 puede verse a un pulcro estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes entre columnas neoclรกsicas, techos altos y arcos de medio punto. Vestido de traje y corbata, con el pelo engomado y tan tieso que parece una escultura decimonรณnica, el alumno copia cada detalle del cuerpo humano en un pizarrรณn, mientras tres profesores esperan la mรกs ligera desviaciรณn del modelo anatรณmico para reprobarlo. Esta foto es el ejemplo elocuente de todo lo que el grupo ¡30-30! detestaba. Las aulas de la academia eran bodegas donde se fermentaban las ideas del siglo pasado, la cรกtedra del profesor era como un tufo que irritaba los ojos de los estudiantes quienes, por su parte, no hacรญan mรกs que regurgitar las lecciones que les eran administradas. En general, el arte era un ejercicio masturbatorio de la elite del paรญs.
Para el ¡30-30! el artista no podรญa ser el desobediente hijo de un abogado que habรญa preferido ser escultor en vez de notario, ni el heredero del apellido y la fama de tรญos y abuelos pintores. Habรญa que desalojar a las camadas de la burguesรญa. Y es que los crรญos de la academia, encerrados en sus palacetes porfirianos, se entregaban a una prรกctica ociosa y alejada de las masas. Reproducรญan escenas de la mitologรญa griega y romana, repetรญan parรกbolas bรญblicas o hacรญan los retratos de las familias adineradas. Uno que otro pintaba un hito de la รฉpoca prehispรกnica; ocupรกndose de los indรญgenas del pasado, ignoraban a los del presente. Asรญ como el zapatismo denunciรณ, en 1911, que las tierras, los montes y las aguas estaban en manos de unos cuantos,[2] en 1928 el ¡30-30! seรฑalรณ que los burgueses habรญan sido, ya por demasiado tiempo, dueรฑos del arte.
Con Josรฉ Vasconcelos, Alfredo Ramos Martรญnez y Diego Rivera en puestos clave de las instituciones culturales, se fundaron las Escuelas de Pintura al Aire Libre en los poblados forรกneos de Xochimilco, Tlalpan, Coyoacรกn, Chimalistac y la Villa de Guadalupe, y Centros Populares de Pintura en los suburbios de Nonoalco y San Pablo.[3] La nueva generaciรณn de artistas estarรญa integrada por obreros, indรญgenas, mujeres y campesinos, quienes pintarรญan su realidad y no los temas favoritos de la academia.
Ademรกs de crear una fuente de trabajo para estos grupos y de democratizar el arte, Laura Gonzรกlez Matute, especialista en el tema, repara en lo que bien se puede llamar “la revoluciรณn de la enseรฑanza artรญstica”:
El muchacho, para trasladar a su tela [el] asunto, tiene que razonarlo [y] entenderlo, descubriendo sus relaciones y organizando sus elementos. Este orden, esta organizaciรณn, la academia se le darรญa ya hecha, [en] una fรณrmula para lograrlo sin mucho esfuerzo.
En [las Escuelas de Pintura al Aire Libre] el muchacho estรก obligado a crear por sรญ mismo, se le obliga a razonar […] no pinta por que sรญ, a las tontas, como lo harรญa el dueรฑo de recursos acadรฉmicos. Lo razona todo, lo pondera todo, y sus audacias son la revelaciรณn y la expresiรณn de sus razonamientos y su lรณgica.[4]
El grupo no solo cambiรณ la pedagogรญa y el perfil de los alumnos, tambiรฉn expuso sus obras y las de sus estudiantes en espacios populares –como las oficinas de la cervecerรญa Carta Blanca–,[5] vendiรฉndolas a precios que oscilaban entre tres y cien pesos, de modo que el pueblo pudiera comprarlas. Un pintor lo resumiรณ de esta manera: “termina una รฉpoca con la decadencia de una clase y empieza otra era de pintura mรกs popular”.[6] Asรญ, el ¡30-30! fue uno de los atentados mรกs emocionantes contra el arte elitista.
[1]Ver Laura Gonzรกlez Matute, Carmen Gรณmez del Campo y Leticia Torres Carmona,¡30-30! Contra la Academia de Pintura, 1928. Estudio y documentos, cenidiap-inba, 1992.
[2]Punto 7º del Plan de Ayala, 25 de noviembre de 1911.
[3]Ver¡30-30! รrgano de los pintores de Mรฉxico, nรบmero 1, julio de 1928 y Laura Gonzรกlez Matute, Carmen Gรณmez del Campo y Leticia Torres Carmona,¡30-30! Contra la Academia de Pintura, 1928. Estudio y documentos, cenidiap-inba, 1992, pp. 36-40.
[4]M.C., “Las Escuelas de Pintura al Aire Libre”, en ¡30-30! รrgano de los pintores de Mรฉxico, nรบmero 1, julio de 1928, pp. 6-7.
[5]Op. cit., pp. 62-64.
[6]¡30-30! รrgano de los pintores de Mรฉxico, nรบmero 1, julio de 1928 p. 12.
(Ciudad de Mรฉxico, 1986) estudiรณ la licenciatura en ciencia polรญtica en el ITAM. Es editora.