Como indica el significado literal de la palabra, el terrorismo es una estrategia militar que aspira a cambiar la situaciรณn polรญtica expandiendo el miedo mรกs que causando daรฑos materiales. Quienes adoptan esta estrategia son casi siempre grupos muy dรฉbiles, incapaces de causar muchos daรฑos materiales a sus enemigos. Por supuesto, toda acciรณn militar extiende el miedo. Pero en la guerra convencional el miedo es un producto aรฑadido a las pรฉrdidas materiales, y normalmente resulta proporcional a la fuerza que inflige las pรฉrdidas. En el terrorismo, el miedo es el elemento esencial, y hay una asombrosa desproporciรณn entre la fuerza real de los terroristas y el temor que logran inspirar.
No es fรกcil cambiar la situaciรณn polรญtica por medio de la violencia. El primer dรญa de la batalla del Somme, el primero de julio de 1916, murieron diecinueve mil miembros del ejรฉrcito britรกnico y cuarenta mil resultaron heridos. Cuando la batalla terminรณ en noviembre, ambos lados habรญan sufrido mรกs de un millรณn de bajas, entre las que se encontraban trescientos mil muertos. Pero esta carnicerรญa inimaginable apenas cambiรณ el equilibrio polรญtico en Europa. Fueron necesarios dos aรฑos mรกs y millones de bajas adicionales para que algo se rompiera.
En comparaciรณn con la ofensiva del Somme, el terrorismo es poca cosa. La mayorรญa de los ataques terroristas matan a poca gente. En 2002, en el momento mรกs duro de la campaรฑa terrorista palestina contra Israel, cuando autobuses y restaurantes sufrรญan atentados cada pocos dรญas, el nรบmero de vรญctimas mortales israelรญes ascendiรณ a 451. El mismo aรฑo, 542 israelรญes murieron en accidentes de coche. Algunos atentados terroristas, como el del vuelo 103 de Pan Am en Lockerbie, matan a cientos de personas. El 11-s estableciรณ un nuevo rรฉcord, al matar a casi tres mil personas. Pero incluso eso empequeรฑece ante la guerra convencional: si sumamos a toda la gente muerta y herida en Europa por ataques terroristas desde 1945 –incluyendo a las vรญctimas de grupos nacionalistas, religiosos, de izquierda y de derecha–, todavรญa son muchas menos vรญctimas que las que se produjeron en numerosas batallas poco conocidas de la Primera Guerra Mundial, como la tercera batalla del Aisne (250 mil bajas) o la dรฉcima batalla del Isonzo (225 mil bajas).
¿Cรณmo pueden aspirar a tanto los terroristas? Despuรฉs de una acciรณn terrorista, el enemigo tiene el mismo nรบmero de soldados, tanques y barcos. Su red de comunicaciones, sus carreteras y sus ferrocarriles permanecen en buena medida intactos. Sus fรกbricas, puertos y bases militares apenas estรกn afectados. Sin embargo, los terroristas esperan que, aunque apenas pueden hacer mella en el enemigo, el poder, el miedo y la confusiรณn harรกn que el enemigo utilice mal sus fuerzas. Los terroristas luchan como los maestros del taichi: aspiran a vencer al rival con el poder del rival.
Asรญ, en la Argelia de los aรฑos cincuenta a los franceses no los derrotรณ el fln, el Frente de Liberaciรณn Nacional, sino su errรณnea reacciรณn al terrorismo del fln. Las debacles estadounidenses en Iraq y Afganistรกn fueron el resultado del mal uso que hicieron los estadounidenses de su inmenso poder, no de que Al Qaeda flexionara sus diminutos mรบsculos.
Los terroristas calculan que, cuando un enemigo airado usa un poder enorme contra ellos, eso generarรก una tormenta militar y polรญtica mucho mรกs violenta que la que podrรญan crear los propios terroristas. En todas las tormentas ocurren cosas inesperadas. Se producen errores, se cometen atrocidades, la opiniรณn pรบblica vacila, se hacen preguntas, los neutrales cambian de posiciรณn y el equilibrio de poder cambia. Los terroristas no pueden prever cuรกl serรก el resultado, pero tienen muchas mรกs oportunidades pescando en un rรญo revuelto que cuando las aguas estรกn en calma.
El terrorismo es una estrategia militar muy poco atractiva, porque deja todas las decisiones importantes en manos del enemigo. Como los terroristas no pueden infligir daรฑos materiales graves, todas las opciones que el enemigo tenรญa antes del ataque terrorista quedan a su disposiciรณn y es libre de elegir entre ellas. Por lo general, los ejรฉrcitos intentan evitar una situaciรณn de ese tipo a cualquier precio. Cuando atacan, no tratan de provocar la respuesta del enemigo, sino mรกs bien reducir su capacidad de contraataque y, en particular, eliminar sus armas y opciones mรกs peligrosas. Por ejemplo, cuando los japoneses atacaron la flota de Estados Unidos en el Pacรญfico en Pearl Harbor en diciembre de 1941, podรญan estar seguros de una cosa: cualquiera que fuese la decisiรณn que tomaran los estadounidenses, no podrรญan enviar una flota al sureste de Asia en 1942.
Provocar la acciรณn del enemigo sin eliminar ninguna de sus armas u opciones es un acto de desesperaciรณn al que solo se recurre cuando no existe otra manera. Si causar daรฑos materiales estรก al alcance, nadie abandona esa posibilidad a cambio del mero terrorismo. Habrรญa sido una locura que, en diciembre de 1941, los japoneses hubieran lanzado un torpedo contra un barco de pasajeros para provocar a Estados Unidos y hubieran dejado la flota del Pacรญfico intacta en Pearl Harbor.
Quien recurre al terrorismo lo hace porque sabe que no puede entablar una guerra y opta por producir un espectรกculo teatral. Los terroristas no piensan como generales del ejรฉrcito sino como productores teatrales. La memoria pรบblica de los ataques del 11-S es una prueba de ello: si le preguntas a la gente quรฉ ocurriรณ el 11 de septiembre de 2001, probablemente responda que Al Qaeda destruyรณ las torres gemelas del World Trade Center. Pero el atentado no solo fue contra las torres, sino que incluyรณ otras dos acciones, en particular un ataque exitoso al Pentรกgono. ¿Por quรฉ es algo que pocas personas seรฑalan? Si la operaciรณn del 11-S hubiera sido una campaรฑa militar convencional, el ataque al Pentรกgono habrรญa llamado mรกs la atenciรณn. En este ataque, Al Qaeda logrรณ destruir parte del cuartel general del enemigo, y matรณ e hiriรณ a comandantes y estrategas importantes. ¿Por quรฉ la memoria pรบblica considera mรกs relevante la destrucciรณn de dos edificios civiles, y el asesinato de contadores y agentes de bolsa?
Esto se debe a que el Pentรกgono es un edificio relativamente plano y modesto, mientras que el World Trade Center era un tรณtem alto y fรกlico cuyo desmoronamiento creรณ un inmenso efecto audiovisual. Nadie que haya visto las imรกgenes de su colapso las olvidarรก. Entendemos intuitivamente que el terrorismo es teatro, y por tanto lo juzgamos por su impacto emocional en vez de material. En retrospectiva, es probable que Osama bin Laden hubiera preferido estrellar el aviรณn que alcanzรณ el Pentรกgono contra un objetivo mรกs pintoresco, como la Estatua de la Libertad. Es cierto que poca gente habrรญa muerto y que no se habrรญan destruido activos militares, pero habrรญa sido un gesto teatral extraordinariamente poderoso.
Como los terroristas, los que combaten el terrorismo deberรญan pensar mรกs como productores teatrales y menos como generales del ejรฉrcito. Si queremos luchar contra el terrorismo de manera efectiva debemos darnos cuenta de que nada de lo que hacen los terroristas nos derrota. Somos los รบnicos que podemos derrotarnos a nosotros mismos, si reaccionamos de modo excesivo y errรณneo a las provocaciones terroristas.
Los terroristas afrontan una misiรณn imposible: cambiar el equilibrio de poder polรญtico cuando apenas tienen capacidad militar. Para alcanzar ese objetivo, presentan al Estado un desafรญo imposible: demostrar que puede proteger a todos sus ciudadanos de la violencia polรญtica, en cualquier lugar y en cualquier momento. Los terroristas esperan que, cuando el Estado intente realizar esa misiรณn imposible, baraje las cartas polรญticas y les entregue un as inesperado.
Es cierto que cuando el Estado reacciona al desafรญo de proteger a sus ciudadanos de la violencia polรญtica, a menudo consigue aplastar a los terroristas. En los รบltimos decenios, varios Estados han eliminado cientos de organizaciones terroristas. En 2002-2004, Israel demostrรณ que la fuerza bruta puede acabar con una campaรฑa terrorista. Los terroristas saben perfectamente que en un enfrentamiento de ese tipo las probabilidades estรกn en contra suya. Pero, como son muy dรฉbiles, y carecen de otra opciรณn militar, no tienen nada que perder y mucho que ganar. De vez en cuando la tormenta polรญtica creada por las campaรฑas antiterroristas beneficia a los terroristas, y esa es la razรณn por la que la apuesta tiene sentido. Un terrorista se parece a un jugador que tiene cartas especialmente malas e intenta convencer a sus rivales para que vuelvan a barajar. No puede perder nada, pero puede ganarlo todo.
¿Por quรฉ deberรญa el Estado barajar las cartas de nuevo? Puesto que los daรฑos materiales que causa el terrorismo son desdeรฑables, en teorรญa los Estados podrรญan no hacer nada, o tomar medidas fuertes pero discretas lejos de las cรกmaras y los micrรณfonos. De hecho, con frecuencia hacen exactamente eso. Pero de vez en cuando los Estados pierden la calma y reaccionan de manera demasiado contundente y pรบblica, y juegan del modo que les conviene a los terroristas.
¿Por quรฉ son tan sensibles a las provocaciones de los terroristas? Porque la legitimidad del Estado moderno se basa en su promesa de mantener la esfera pรบblica libre de violencia polรญtica. Un rรฉgimen puede soportar catรกstrofes terribles, e incluso ignorarlas, siempre que su legitimidad no se base en evitarlas. Sin embargo, un rรฉgimen puede derrumbarse a causa de un problema menor si se considera que este socava su legitimidad. En el siglo xiv la peste negra matรณ a entre un cuarto y la mitad de la poblaciรณn europea, pero ningรบn rey perdiรณ su trono por ello, aunque ninguno hizo grandes esfuerzos por superar la peste. En aquellos tiempos nadie pensaba que prevenir las plagas fuera parte del trabajo de un rey. En cambio, los gobernantes que permitรญan que la herejรญa religiosa se extendiera en sus dominios se arriesgaban a perder la corona, e incluso la cabeza.
Hoy, un gobierno puede mirar hacia otro lado cuando se producen altos niveles de violencia polรญtica y sexual, porque no socavan su legitimidad. En Francia, por ejemplo, se denuncian mรกs de mil violaciones anuales, y hay miles de casos mรกs que no se denuncian. Los violadores y los maridos maltratadores, sin embargo, no se perciben como una amenaza existencial para el Estado porque, histรณricamente, el Estado no se construyรณ sobre la promesa de eliminar la violencia sexual. En cambio, los casos, mucho menos frecuentes, de terrorismo se ven como una amenaza letal, porque a lo largo de los รบltimos siglos los Estados occidentales modernos han construido su legitimidad gradualmente sobre la promesa explรญcita de eliminar la violencia polรญtica dentro de sus fronteras.
En la Edad Media, la esfera pรบblica estaba llena de violencia polรญtica. De hecho, la capacidad de utilizar la violencia era el boleto de entrada al juego polรญtico, y quien carecรญa de esa capacidad no tenรญa voz polรญtica. No solo numerosas familias nobles tenรญan fuerzas armadas; tambiรฉn las tenรญan ciudades, gremios, iglesias y monasterios. Cuando fallecรญa un abad y se producรญa una disputa por la sucesiรณn, las facciones rivales –formadas por monjes, hombres poderosos de la zona y vecinos afectados– usaban a menudo la fuerza de las armas para decidir el asunto.
El terrorismo no tenรญa sitio en un mundo como ese. Quien no fuera lo bastante fuerte como para provocar daรฑos materiales sustanciales era irrelevante. Si en 1150 unos pocos extremistas musulmanes hubieran asesinado a un puรฑado de civiles en Jerusalรฉn, exigiendo que los cruzados abandonaran Tierra Santa, la reacciรณn habrรญa sido mรกs parecida a la risa que al terror. Si querรญas que te tomasen en serio, mรกs te valรญa apoderarte de un par de castillos fortificados. El terrorismo no molestaba a nuestros antepasados medievales porque tenรญan problemas mรกs graves.
A partir de la Edad Moderna, los Estados centralizados han reducido poco a poco el nivel de violencia polรญtica en sus territorios, y en los รบltimos decenios los paรญses occidentales han logrado reducir la violencia polรญtica casi a cero. Sus ciudadanos pueden luchar por el control de ciudades, empresas, organizaciones e incluso el gobierno sin ninguna necesidad de emplear la fuerza bruta. El control de cientos de miles de millones de euros, cientos de miles de soldados y cientos de barcos, aviones y misiles nucleares pasa de un grupo de polรญticos a otro sin que se dispare un solo tiro. Los ciudadanos se han acostumbrado rรกpidamente a esta condiciรณn y la ven como un derecho natural. En consecuencia, actos esporรกdicos de violencia polรญtica que matan a unas pocas docenas de personas se consideran una amenaza mortal a la legitimidad e incluso a la supervivencia del Estado. Una moneda pequeรฑa en un gran tarro vacรญo puede hacer mucho ruido.
Eso es lo que hace que el teatro del terrorismo tenga tanto รฉxito. El Estado ha creado un enorme espacio libre de violencia polรญtica. Este enorme espacio actรบa como caja de resonancia y amplifica el impacto de cualquier ataque armado, por pequeรฑo que sea. Cuanta menos violencia polรญtica haya en un Estado concreto, mayor es la conmociรณn pรบblica ante el acto de terrorismo. Matar a diecisiete personas en Parรญs atrae mucha mรกs atenciรณn que matar a cientos de personas en Nigeria o Iraq. Paradรณjicamente, por tanto, el รฉxito de los Estados modernos en la prevenciรณn de la violencia polรญtica hace que sean particularmente vulnerables al terrorismo. Un acto terrorista que habrรญa pasado inadvertido en un reino medieval puede hacer que Estados modernos mucho mรกs fuertes se estremezcan.
El Estado ha seรฑalado tantas veces que no tolerarรก la violencia polรญtica dentro de sus fronteras que no tiene otra alternativa que ver cualquier acto terrorista como intolerable. Por su parte, los ciudadanos se han acostumbrado a la ausencia de violencia polรญtica, y el teatro del terror les provoca un miedo visceral a la anarquรญa, que les hace sentir que el orden social estรก a punto de desmoronarse. Tras siglos de luchas sangrientas, hemos salido del agujero negro de la violencia, pero tenemos la impresiรณn de que el agujero negro sigue allรญ, esperando pacientemente para volver a tragarnos. Unas cuantas atrocidades horripilantes e imaginamos que volvemos a caer.
Para mitigar esos miedos, el Estado tiende a responder con su propio teatro de seguridad. La respuesta mรกs eficiente al terrorismo puede ser un buen servicio de inteligencia y acciones clandestinas contra las redes financieras que alimentan el terrorismo. Pero eso no es algo que los ciudadanos puedan ver en televisiรณn. Cuando los ciudadanos han visto el drama de la caรญda del World Trade Center, el Estado se ve obligado a representar un drama opuesto e igualmente espectacular, con mรกs fuego y humo todavรญa. En vez de actuar con calma y eficiencia, desata una gran tormenta, lo que cumple los sueรฑos mรกs felices de los terroristas.
Pero ¿quรฉ hay del terrorismo nuclear o del bioterrorismo? ¿Y si los profetas del fin del mundo tienen razรณn, y las organizaciones terroristas adquieren armas de destrucciรณn masiva, que pueden producir amplios daรฑos materiales, comparables al de una guerra convencional? Si esto sucede o, mรกs bien, cuando esto suceda, el Estado tal como lo entendemos ahora serรก cosa del pasado. Por otra parte, el terrorismo tal como lo entendemos en la actualidad tambiรฉn habrรก dejado de existir, como un parรกsito que muere con su huรฉsped.
Si unas organizaciones minรบsculas que representan a un puรฑado de fanรกticos pueden destruir ciudades enteras y matar a millones de personas, ya no habrรก una esfera pรบblica libre de violencia polรญtica. La polรญtica y la sociedad sufrirรกn transformaciones radicales. Es difรญcil saber cรณmo se desarrollarรกn las disputas polรญticas, pero sin duda serรกn muy distintas a las campaรฑas terroristas y antiterroristas de comienzos del siglo XXI. Si en 2050 el mundo estรก lleno de terroristas nucleares y biolรณgicos, sus vรญctimas mirarรกn el Occidente actual con un anhelo teรฑido de escepticismo: ¿cรณmo era posible que la gente llevara vidas tan seguras y al mismo tiempo se sintiera tan amenazada? ~
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Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.
Publicado originalmente en The Guardian.
© Guardian News & Media Ltd 2015.
(Haifa 1976) es profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalรฉn. Ha publicado el ibro De animales a dioses: Breve Historia de la humanidad (Debate, 2014)