Entrevista con Juan Manuel Bonet

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Tras una sólida trayectoria como crítico de arte, repleta de experiencias, que le llevó a dirigir el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) entre 1995 y 2000 y, desde entonces, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), Juan Manuel Bonet (París, 1953) es hoy un referente para la gestión cultural internacional y, en campos como la pintura de los últimos treinta años, el especialista más importante de España.
     Colaborador habitual de diarios como El País o ABC, es autor del Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936) y de un sinfín de catálogos, guías y análisis sobre arte y artistas. Como comisario, partiendo de aquellas dos emblemáticas exposiciones que revitalizaron la pintura de nuestro país, tituladas 1980 y Madrid D.F., hasta la que dedicó recientemente a Los ismos de Ramón Gómez de la Serna, no ha habido temporada en que no preparase muestras individuales o colectivas, la mayoría de carácter antológico. Como poeta, ha publicado La patria oscura (1983), Café des exilés (1990) y Praga (1994), así como el dietario La ronda de los días (1990) y seis libros de bibliofilia.

Tras más de tres décadas en la independencia como escritor, crítico, comisario y director de cursos de arte, ¿cómo vivió el salto a la dirección de dos museos de carácter internacional?
Sin excesivos problemas. Pese a esa gran tensión —o más bien “diferente” tensión— que pueda generar mi trabajo directivo de estos últimos siete años, sigo disfrutando el arte, hallando espacios puros para la meditación y la emoción, descubriendo fondos desconocidos y encontrando sorpresas.

¿Es por eso por lo que mira con optimismo la situación museística española, en cuanto a arte contemporáneo?
Tras treinta años de trabajo, sólo me puedo permitir ser positivo. Cuando comencé a ejercer la crítica apenas había galerías de vanguardia en el circuito y, por supuesto, no existían centros de arte contemporáneo. Hoy, la diferencia es abismal. Hay espacios en funcionamiento en todas las regiones, unos muy bien, otros no tanto, pero lo importante es que la difusión toca cada comunidad y que España es ya en una referencia artística de primer orden en el panorama europeo.

Con el estado de las autonomías proliferaron los centros de arte contemporáneo. ¿Podemos hablar hoy de un mapa museístico con identidades propias?
La implantación del estado de las autonomías nos hizo temer que los centros artísticos regionales planteasen una política museística “de campanario”, mirándose el ombligo y rechazando modos de expresión foráneos. Pero no fue así, y desde la creación del MNCARS se fueron sucediendo programaciones muy diversas en los museos que se crearon posteriormente, con variantes y ejemplos para todos los gustos. Hoy, cada uno mantiene su propia identidad, con buenos resultados. El IVAM, impulsando las revisiones del siglo XX mediante grandes exposiciones, algunas únicas en Europa; el Centro Atlántico de Arte Moderno, apostando por las relaciones con el arte africano y los países atlánticos; el Centro Galego de Arte Contemporáneo, compaginando arte emergente y arte gallego; el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, en una línea neoconceptual, que no es la mía, pero que funciona con total garantía… y así sucesIVAMente, hasta la llegada de los últimos centros, entre los que destacan el Guggenheim de Bilbao y el Artium de Vitoria.

¿Cómo ve la situación del mercado? ¿En qué medida influye sobre él la labor de los centros institucionales?
En España se ha producido un fenómeno museístico excepcional. Nuestra situación galerística es comparable a la de otros países, como comprobamos anualmente a través de la actividad de las salas españolas en las ferias internacionales; nuestro coleccionismo funciona cada vez con mayor intensidad y garantía selectiva. La tarea de ARCO ha sido decisiva, transformando la actitud de los coleccionistas institucionales y particulares. La feria ha desarrollado una labor oxigenante, apostando por la importación de creadores y galeristas, constituyéndose en punto fundamental de nuestro relanzamiento artístico.
      
Pero sigue habiendo críticas a esa proliferación museística.
Quienes critican la situación se quejan de vicio. Por supuesto, hay cosas que mejorar, porque todavía somos un país periférico. Entre otras cosas, deberíamos incrementar esfuerzos para exportar más y mejor a nuestros artistas, aprendiendo de países como Francia, desarrollando mejores programas de intercambio o difusión expositiva en el extranjero.

¿Cuáles deben ser las metas expositivas del MNCARS del siglo XXI?
Fundamentalmente, mejorar nuestra labor divulgativa, buscando mayor presencia internacional. Además, queremos apostar por la integración de las artes. La creación contemporánea no puede olvidar su pasado ni mantener actitudes discriminatorias con las formas más actuales. Por eso, hoy se imponen exposiciones que planteen revisiones artísticas fusionando ámbitos aparentemente distintos que, en especial desde el siglo XX, han estado íntimamente relacionados. Es preciso organizar exposiciones que analicen las artes plásticas y sus relaciones con la arquitectura, la fotografía, la música o la literatura.

¿La enseñanza del arte en España va por buen camino o continúa desfasada?
Las facultades y escuelas de Bellas Artes han evolucionado, superando los planteamientos decimonónicos y desarrollando líneas didácticas más acordes con los tiempos, pero queda bastante camino por andar. En algunos casos, se ha caído en excesos reprochables, llegando a darse ejemplos de centros universitarios que, prácticamente, prohibieron la pintura, premiando sólo la creación que deriva de las nuevas tecnologías. Eso es un error que persigue planteamientos dogmáticos, fruto de una modernidad mal entendida. ~

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