FIL 2009: Días de parvadas

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Por la nebulosa noción general según la cual los libros son cosa buena y deseable, a las llamadas figuras públicas les viene bien mostrar de vez en cuando alguna familiaridad, algún coqueteo, con las cosas de la lectura y sus alrededores. O eso creen, que los libros confieren algún prestigio o una suerte de honorabilidad instantánea, y de esa convicción hace eco, dócil, la prensa. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, de un tiempo a esta fecha, se ha vuelto un escenario idóneo para esas exhibiciones: pasarelas de famosos, en particular políticos, que se dan baños de multitud entre los stands de las editoriales, y —naturalmente— aprovechan la visita para tomar los micrófonos y ver sus discursos amplificados con el ruido de fondo de eso que luego les resulta tan prescindible o enfadoso: la cultura.

Para este año, con motivo de la presentación de la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, estaba programada el domingo pasado la presencia de Enrique Peña Nieto. Pero no vino: en su lugar estuvo su secretario de Educación. Y estuvo, también, un grupo de manifestantes contra ese gobernador: cartulinas, gritos, empujones y jaloneos. Fue día de presidenciables: también Marcelo Ebrard tenía su hora estelar, y él sí la usó, pronunciando la «conferencia magistral» (así les dicen) titulada “Servidores públicos efectivos y gobiernos efectivos”. Efectivamente, una suerte de informe de gobierno festoneado con autoelogios y algunas de esas obviedades que, entonadas correctamente, quieren pasar por audacias de la imaginación política. Lo presentó Raúl Padilla López, presidente de la FIL que alguna vez aspirara desde el PRD —pero nada más se quedó en aspirante: no llegó a ser candidato— a la gubernatura de Jalisco, y a cuyo hermano Trinidad, ex rector también de la Universidad de Guadalajara, se le van viendo ganitas de ir por las mismas (nomás que por el PRI).

Lunes, martes y miércoles son los días en que, por las mañanas, la feria cierra sus puertas al público y queda libre para que la recorran a sus anchas los “profesionales del libro”. Esta fórmula, por demás enigmática, comprende en términos generales a una numerosa parvada de individuos vestidos de colores serios (editores, libreros, bibliotecarios, escritores enfiestados, especialistas en derecho de autor, agentes literarios) que sobrevuelan los pasillos desplazándose de coctel en coctel —hay abundancia de mariachis resonando por el recinto ferial—, mientras picotean los negocios por los que se dice que la de Guadalajara es la más importante de las ferias del ámbito iberoamericano —y la segunda después de Fráncfort, se suele repetir, aunque queda por verse por qué, en 23 años, no se ha dignado venir el que quizás sea el agente literario más poderoso del mundo, Andrew Wylie, mejor conocido como “El Chacal”, quien acaba de hacerse con la nueva novela de Roberto Bolaño y cuya lista de casi 700 representados hace ver a cualquier otro agente como poco más que un amateur.

De manera, pues, que estos días el programa de actividades literarias ralea un poco. Aunque Los Ángeles ya abrió su presencia con su número más suculento: una emocionante conversación vía satélite con Ray Bradbury, que desde aquella ciudad respondió las preguntas de su biógrafo, Sam Weller, y las de los jóvenes estudiantes que atestaron el salón. Por momentos así, la FIL pasa incluso por ser algo feliz. Como feliz fue también, desde luego, para José Emilio Pacheco, cuando este lunes lo despertó el telefonazo de Madrid para anunciarle el Cervantes. El poeta resumió su conmoción diciéndose “turulato” por la noticia. Bonita palabra. Ocasiones de quedar turulato no escasean en la FIL.

José Israel Carranza

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