Tulio Halperin Donghi (1926-2014) es el mรกs grande historiador argentino de nuestro tiempo. Autor de una vasta y originalรญsima obra que marcรณ decisivamente los estudios del pasado de Amรฉrica Latina, hizo de la historia una aventura de trama densa y final abierto, siempre pasible de nuevas interrogaciones. Sus escritos desafiaron las modas historiogrรกficas y las ortodoxias teรณricas, aunque las conocรญa muy bien a todas. Formado en los aรฑos en que la vanguardia de la profesiรณn abrazaba las propuestas estructuralistas que privilegiaban el estudio de las bases materiales, econรณmicas y sociales, Halperin incorporรณ las novedades de ese tiempo en un entramado mayor en el que las ideas y la polรญtica tuvieron siempre un lugar central. La suya fue una historia de actores; actores sociales colectivos, por un lado, pero tambiรฉn actores singulares, todos ellos insertos en mundos que nunca conocรญan del todo y a la vez buscaban moldear a la medida de sus intereses y sus pasiones. Clases propietarias, รฉlites polรญticas, letrados, sectores populares y campesinos son protagonistas que no define con otras palabras que no sean las de sus propias acciones y discursos cambiantes, inestables, imposibles de reducir a ninguna lรณgica predeterminada desde el presente del historiador.
En cuanto a los actores con nombre propio, su territorio predilecto fue el de los letrados del siglo XIX y los intelectuales del XX, esos hombres –y ocasionalmente alguna mujer– que hacรญan de la palabra, escrita y oral, un pilar de su actuaciรณn en las sociedades que les tocรณ vivir y un instrumento no siempre eficaz de su inserciรณn polรญtica. El deรกn Gregorio Funes en el Rรญo de la Plata; fray Servando Teresa de Mier en Nueva Espaรฑa; Esteban Echeverrรญa, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi en Argentina; Josรฉ Marรญa Samper en Colombia, Josรฉ Victorino Lastarria en Chile y tantos mรกs adquieren vida en pรกginas en que sus voces se confunden y entrelazan con las de su perspicaz observador, que por una parte se identifica con ellos y por otra se distancia de manera tal que desarma cualquier pretensiรณn mistificadora. En cada recorrido sus exploraciones se abren en varias direcciones, multiplican los interrogantes y ofrecen respuestas que abren nuevas preguntas y van tejiendo una filigrana que termina por dar sentido a las acciones y opiniones de las figuras que estudiaba.
Uno puede fรกcilmente perderse en la elaboradรญsima prosa de sus escritos, disfrutando de los detalles que ofrecen sus eruditas reconstrucciones del pasado. Recorrรญa ese pasado como si fuera su propia casa, conocรญa cada rincรณn y seguรญa hurgando en los recovecos. Pero en cada texto se puede descubrir, ademรกs, la fina trama que articula el conjunto, las interpretaciones sรณlidas, aunque nunca cerradas, presentes en toda su obra y cada una de sus partes. Esas lรญneas aparecen con mayor visibilidad en su magistral Historia contemporรกnea de Amรฉrica Latina, una obra pionera que conjuga un vasto conocimiento del pasado de cada regiรณn del subcontinente con una poderosa interpretaciรณn general que le permite dar cuenta de los destinos diversos pero a la vez compartidos del conjunto. En el caso de sus numerosos y decisivos textos sobre Argentina, por su parte, es posible ver en cada uno las huellas de una pasiรณn por entender una historia de dos siglos, para la que fue encontrando (y ofreciendo) diferentes aproximaciones y respuestas, hasta concluir, hacia el final de su vida, que esa fue la historia de un fracaso.
Frente a la complejidad de esta empresa de conocimiento no sorprende que, si su influencia historiogrรกfica es insoslayable, su forma de hacer historia es irrepetible. Su originalidad resultaba de una capacidad รบnica para combinar erudiciรณn e imaginaciรณn, sostener ideas fuertes pero a la vez sujetas a su propia desconfianza epistemolรณgica, convertir a los actores del pasado en interlocutores a los que desarmaba con su ironรญa punzante, desplegar una prosa casi barroca que sin embargo respondรญa a una lรณgica implacable, cuestionar y cuestionarse sin lรญmite y, por fin, contagiar su curiosidad infinita, su pasiรณn por entender y su gusto por desentraรฑar las razones de los hombres a sus lectores y, en especial, a sus alumnos.
Tulio Halperin fue un maestro de varias generaciones de historiadores. Enseรฑรณ en la Universidad de California en Berkeley, donde recalรณ luego de que una de las vueltas polรญticas de la vida argentina lo alejara, en 1966, de la casa donde se formรณ y se iniciรณ en la profesiรณn, la Universidad de Buenos Aires. Fue, asimismo, profesor en distintas instituciones del mundo y cada aรฑo volvรญa a Argentina para reanudar su ininterrumpida conversaciรณn con colegas y amigos y para dar clases a las nuevas camadas de estudiantes que seguรญan con avidez sus soberbias lecciones de historia. No se perdรญa, ademรกs, las discusiones polรญticas en las que intervenรญa con la misma vocaciรณn polรฉmica que en los debates sobre el pasado, y en las que ponรญa en juego su proverbial ingenio y su conocida ironรญa. Ese presente renovaba sus preguntas sobre el pasado, pero nunca le proveyรณ las respuestas. Rechazรณ casi visceralmente lo que llamรณ la “militancia retrospectiva” y un escepticismo laico lo protegรญa de cualquiera de las tentaciones esencialistas tan difundidas en nuestro tiempo. En un paรญs como Argentina, atravesado por enfrentamientos irracionales, la lucidez sin complacencias de Halperin es, para muchos de nosotros, un estรญmulo para seguir apostando por la razรณn. ~
(Buenos Aires, 1947) es historiadora e investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Cientรญficas y Tรฉcnicas de la Argentina en el Programa PEHESA del Instituto Ravignani