Julieta Fierro, astrónoma e investigadora

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“Galileo se moriría de la risa de ver cómo el ser humano sigue queriendo ser el centro del universo”

El despacho de Julieta Fierro (ciudad de México, 1948) es una juguetería, sin metáforas: marionetas, peluches, teatritos, le sirven para divulgar apasionadamente la ciencia en escuelas, conferencias, televisión. Julieta Fierro es caleidoscópica: una es muchas. Científica de currículum brillante, maestra, académica de la lengua, animal mediático, ella se define como “una mujer que en la tercera edad hace lo que le gusta con libertad absoluta”. Julieta Fierro es, en fin, el año de la astronomía hecho vida (y me pide, insistente, que no le hable de usted).

Perdona, pero no te consideraría de la tercera edad…

Bueno, tengo 61 años. Ya tengo derecho a mi credencial del INSEN, que mis amigas quieren que saque porque me hacen descuento en todos lados, pero a mí me da pena. ¿Cómo no voy a pagar en el Metro?

¿No es insultante lo de tercera edad?

¡Para las mujeres es lo mejor! Lo que me da coraje es que nos dejen sin opciones. En las ratas han hecho experimentos que demuestran que después de criar hijos, las hembras se hacen más inteligentes.

¿Por qué a la gente le cuesta más creer en la ciencia que en historias como que Marte se verá como la Luna?

La gente busca certezas, por eso funcionan la lotería y los milagros, y como la seguridad no existe porque la vida es azarosa, prefiere los horóscopos –y qué bueno que los astrólogos cumplen con esa función social. Además, los científicos no hacemos suficiente divulgación. En realidad ése es el problema.

¿Los astrónomos creen en conquistar otros planetas?

Nunca van a decir que no porque se les acabaría el presupuesto. Y en que hay vida en Marte y en una luna de Júpiter, ¡claro! (Eso es más fácil, porque se han descubierto centenares de planetas extrasolares, incluso planetas que van por la vida sin estrella).

Y Plutón no es un planeta…

Se trata de un sistema quíntuple, precioso, porque es un mundo acuoso, pero pobre, no da la talla. Para tu tranquilidad, Cristina Pacheco, que se enfureció conmigo porque había votado por que no se considere un planeta, me dijo que escribiría un cuento donde Plutón se va a vivir a una estrella enanita donde todos son chiquitos y lo quieren.

¿Por qué fue el hombre a la Luna?

Por razones políticas; los gringos estaban asustadísimos de que los rusos ocuparan el espacio. En todas las misiones, sólo fue un científico.

Y no hay razón para volver.

Sí, claro, hay planeadas varias misiones, como estrellar un satélite sobre la parte polar para ver si hay agua.

Entonces volver es útil.

Bueno, la astronomía no busca la utilidad. Buscamos conocer, no que bajen los precios de las tortillas. Ahora, la ciencia acarrea tecnología. Dentro de poco, con que te midan el aliento, como ya hacen con los astronautas, van a saber si tienes la presión arterial alta o tus índices de colesterol.

¿Qué diría Galileo si viera que la Iglesia católica acepta su legado cuatro siglos después?

Oye, la Unión Astronómica Internacional hizo su lucha: fuimos al Vaticano, revisaron los archivos, ¡y hasta le hicieron una misa! Fue un triunfo, porque la Iglesia dejó claro que respeta la labor de la ciencia. Galileo estaría contento, de eso y de que su principio fuera rebasado por todos lados. Y se moriría de la risa de ver cómo el ser humano vuelve a lo mismo: siempre queremos ser el centro del universo.

¿Y qué diría de que sin embargo…?

“Y sin embargo se mueve”, justamente, es el título de un mambo que mandé hacer en honor de Galileo, que bailamos mis mamberas y yo en el Zócalo, en la Plaza de Tlatelolco, en las prepas…

De que sin embargo, la ciencia sigue teniéndose que explicar ante los fanatismos del mundo.

La gente vive con dos sistemas del mundo: el racional y el irracional. Es así.

¿Perderá la ciencia la batalla frente a la irracionalidad?

Ya la ha ganado: la ciencia fomenta la tecnología, y la tecnología fomenta la economía. Venimos de ser cazadores-recolectores: nos gusta agarrar todo lo que nos gusta.

Pero hay una contradicción terrible en muchos países donde la tecnología es punta y la religión, oscurantista.

Como el mundo árabe –que tiene, en general, malos científicos. Cuando fui a defender la oscuridad de los cielos en las Naciones Unidas, los señores árabes se ponían un papel delante, para no verme. Cuando estuve en Jordania, propuse que las niñas vayan a la escuela, porque si la mamá no es lista y le pone retos al niño desde chiquito, éste nunca va a ser científico. Pero en el programa del congreso ni siquiera apareció mi nombre. Yo dormía en un cuarto aparte, en la universidad, con una señora que trajeron de Turquía a cuidarme. Y de regalo me trajeron una bandeja de plata con dos rollos de papel de baño.

¿Cómo piensas celebrar el año de la astronomía?

¡No he hecho otra cosa! He tratado de usar todos los recursos posibles para que a la gente le guste la ciencia con la excusa de hablar de Galileo.

Haz publicidad: hitos de la astronomía mexicana.

Contribuimos a proyectos internacionales, como el Gran Telescopio Canarias del Observatorio del Roque de los Muchachos, en España. La astronomía mexicana es famosa por el estudio de las nebulosas planetarias, y en cuanto a la evolución del universo, los mexicanos hemos hecho colaboraciones fundamentales. Somos buenos aunque poquitos.

Explícame el arte de mezclar un caracol con el diccionario de la RAE.

Imagínate el horror de tener que dar el discurso de entrada en la Academia de la Lengua ante todos esos poetas y escritores. ¿De qué podía hablar? Me había comprado en Japón un pañuelo que tenía un caracol, y por ahí me fui. Fíjate qué maravilla: al día siguiente, un señor que no sé ni cómo se llama me mandó este cuadro verde de un caracol.

¿Y vas a las reuniones de la Academia?

¡Por supuesto! No me las pierdo ni de chiste. Allá aprendí cómo usamos el español los mexicanos: el imperativo, sólo para ofender; el doble posesivo, “me duelen mis pies”, y el abuso de los diminutivos, “¿quiere que le demos su salsita con sus frijolitos?”

Ayer no quedamos porque tenías que ir a terapia. ¿No es el psicoanálisis incompatible con la ciencia?

Tratar de entender la existencia humana es importantísimo. ¿Por qué va a ser incompatible pensar? Sobre uno mismo, sobre la vida… ¿Llevamos una vida ética o no? Además hay que inventar una religión donde no se premie el sufrimiento y las mujeres no seamos subhumanas… Para eso se necesita pensar.

Esa nueva religión no sería la ciencia…

Es que la ciencia no persigue el código ético, sino entender.

¿Terminará la ciencia de explicar todo?

Hay teoremas matemáticos que demuestran que es imposible. Conocemos fragmentos de verdad, pero obviamente no todos, así que los científicos siempre tendrán trabajo.

– Yaiza Santos

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(Huelva, España, 1978) es periodista y editora afincada en México. Imparte clases de periodismo en la Universidad Iberoamericana.


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