A finales del 2009, en octubre para ser exacto, salió el disco Declaration of dependence, del dueto noruego Kings of Convenience, formado por Erlend Øye y Eirik Glambæk Bøe. La producción del disco comenzó cuando el dueto se instaló en México en 2007 con las maquetas de las canciones que formarían esta producción.
La línea general del disco es de música pop tranquila, con dos voces que se complementan muy bien y dos guitarras que constituyen todo el acompañamiento. Digamos rápidamente, para saber de qué estamos hablando, que su música se emparenta con grupos como America y Simon and Garfunkel, pero sin tener las sutilezas del primero ni las genialidades del segundo. En un par de canciones aparecen un violín y un piano, que aportan un muy agradecido nuevo color a la música del disco, que peca de excesivamente homogéneo. Las voces de los dos cantantes, que insisten en el mismo registro y los mismos colores, así como las secuencias armónicas y el ritmo, se repiten en cada pieza, y la cosa se empieza a poner tediosa. Se podría argumentar que la belleza de una música de este tipo radica en su sencillez, pero la sencillez no debe estar peleada con un poco de atrevimiento; se pueden escribir canciones sencillas echando mano de los mismos recursos, pero los resultados deben ser distintos en cada caso. Comparemos, por ejemplo, las canciones “Boat behind” y “Peace time resistance”. En ambas, el uso del violín es casi el mismo: cuatro compases de introducción de una línea melódica que vuelve a repetirse idéntica en los siguientes cuatro compases, antes de dar paso a la voz. ¿Era mucho pedir que la introducción del violín fuera diferente en las dos canciones?
Las letras de las canciones son medianas, sin ser absolutamente triviales, y es ahí donde hago mi crítica más fuerte: No se puede hacer una música tan liviana, y acompañarla de letras igual de evanescentes. Si en todas las piezas de este disco hiciéramos el experimento de quitar las voces para sustituirlas por un instrumento melódico, escucharíamos una música francamente aburrida, y lo mismo pasaría si recitáramos sus letras en una lectura de poesía.
Sin embargo, no todo es negro para este grupo. Tienen algunas canciones realmente buenas, como “Boat Behind” o “Me in you” que se ven desgraciadamente opacadas por la similitud de su hechura. Otra virtud es el sonido muy cuidado, detrás del cual se nota un trabajo concienzudo y meticuloso. A menudo, con recursos muy simples, consiguen colores y matices que, con un poco más de garra, lograrían encontrar el sello inconfundible de cada pieza.
Una metáfora para describir a este grupo sería el de la caja de un regalo muy bien arreglada, con el moño en el lugar, los pliegues del papel muy correctos y bonitos colores; sin embargo, a la hora de abrir el regalo, el contenido de éste no supera a la envoltura. En resumen, una música que genera un ambiente de tranquilidad y melancolía, excelente para recordar a la ex novia de hace 15 años, pero incapaz de azuzar la memoria como para vislumbrar nuevas verdades de nuestro pasado.
– Diego Morábito