La ciudad y los (parques para) perros

El doggy boom ejemplifica la configuraciรณn de colonias diseรฑadas para maximizar el valor de los bienes raรญces; no para generar comunidades diversas de todas las edades.ย 
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Los perros tienen motivo para celebrar en la delegaciรณn Cuauhtรฉmoc de la ciudad de Mรฉxico. En diciembre de 2014 se inaugurรณ el segundo espacio confinado para perros, en el Parque Pushkin de la colonia Roma. Se trata de unos 400 m2, resguardados por rejas y un sistema de doble puerta de acceso. Al interior los animales corren libremente sobre un suelo de sรญlica, beben agua de una pequeรฑa fuente y sus deshechos son depositados en tanques con desahogo directo al drenaje. Segรบn lo refieren asiduos visitantes, las zonas caninas son una iniciativa que los dueรฑos de mascotas agradecen: “Los perros no se pierden, no molestan a los paseantes, y no se salen de control”, dijo Balam Lamoglia, profesor de 42 aรฑos.

En el Parque Mรฉxico de la colonia Condesa, que desde hace mรกs de diez aรฑos se popularizรณ como espacio canino por excelencia de la ciudad, se prevรฉ la inauguraciรณn del, hasta el momento, mรกs ambicioso espacio de este tipo con un costo de 2 millones de pesos y un una extensiรณn considerablemente mรกs grande que el parque canino de la colonia Roma. Este proyecto ha despertado la adversidad de algunos colonos, quienes argumentan que este tipo de obra usurpa parte del espacio pรบblico a otros grupos sociales –ancianos, niรฑos, paseantes en general – y se lo cede al perro (o, mรกs bien, a sus dueรฑos, electores en potencia).

La delegaciรณn, por su parte, sostiene que los parques para perros solucionan problemas urbanos. El Parque Mรฉxico es el ejemplo paradigmรกtico. La cantidad de  perros, que han aumentado en cifras dignas de plaga (75 mil canes que producen, cada mes, siete toneladas de excremento en las calles de la delegaciรณn), generรณ problemas difรญciles de ignorar. Ademรกs de las ocasionales mordidas y accidentes ocasionados por algunos canes agresivos, hubo otra serie de problemas invisibles: “Echaron a perder las fuentes y el estanque de los patos. Las bombas se atascaban de pelos, y esos mismos pelos mataban a los patos, que se los tragaban”, comentรณ Natasha Uren, ex Jefa de Desarrollo Social y Participaciรณn Ciudadana en Roma Condesa, y promotora de dichos espacios. “La cantidad de heces fecales que los perros producen generaron un espacio tรณxico que exigรญa un cuerpo de personal dedicado a la recolecciรณn de los mismos, quienes a su vez estaban expuestos a riesgos sanitarios”.

Aunque los parques caninos puedan representar una soluciรณn a un problema urbano en zonas especรญficas, estos espacios obligan a reflexionar sobre la posiciรณn del perro –la mascota— como nuevo actor social, sujeto de polรญticas pรบblicas. Para ello, es importante entender la reconfiguraciรณn demogrรกfica y social de colonias cรฉntricas de la delegaciรณn Cuauhtรฉmoc, asรญ como la posiciรณn que ocupan las mascotas dentro de una nueva concepciรณn de familia. De acuerdo con datos del INEGI, la tasa de natalidad en Mรฉxico ha bajado de 24.5 nacimientos por mil habitantes en 2002 a 18.0 nacimientos para la misma poblaciรณn en 2009. En la ciudad de Mรฉxico, la tasa de natalidad es aรบn mรกs baja: apenas 14.7 nacimientos por millar en 2009. La poblaciรณn de perros, en cambio, va en aumento: de acuerdo con un estudio de 2010 publicado por la UNAM, en Mรฉxico hay 5.4 millones de perros “caseros”, y otros 13 millones que viven en la calle.

Antropolรณgicamente, salvo algunas excepciones, los animales han estado al servicio del humano: le dan protecciรณn, fuerza de trabajo, combustible, vestido y alimento. Las mascotas contemporรกneas rompen con esa concepciรณn: se han vuelto objeto de gran atenciรณn en los hogares, algo que el incremento de los negocios dedicados a ellas (ropa, alimentos, servicios, veterinarios y hasta spรกs) deja claro. Tรฉrminos como “perrhijos” (para perros con estatus de hijo) o “dog mom/ dog dad” (solteros que adoptan perros)  reflejan ese cambio de concepciรณn de la mascota que pasรณ de animal de compaรฑรญa a “miembro de la familia”. Si el hogar contemporรกneo sacรณ al perro del jardรญn y lo metiรณ en una cama acolchonada al pie de la de sus amos, los parques para perros traducen este salto a una escala urbana; son configuraciones que reconocen a las mascotas como merecedoras de su propios espacios de recreo en la ciudad.

No es casual que este doggie boom (boom de los perros) ocurra en algunas de las zonas mรกs cรฉntricas y codiciadas de la ciudad*. Mediante polรญticas de sustituciรณn de habitantes –alza de rentas, expulsiรณn de antiguos habitantes de edificios, especulaciรณn inmobiliaria: gentrificaciรณn– estas zonas, que hace algunos aรฑos eran tan demogrรกficamente diversas como cualquier otra, se han convertido en espacios dominados por profesionistas jรณvenes y parejas de doble ingreso sin hijos o en apartamentos compartidos bajo la modalidad de roommates, donde la รบnica forma de pagar una renta es fraccionรกndola. Los apartamentos construidos son, en general, cada vez mรกs pequeรฑos, cosa lucrativa para las constructoras pero inhรณspito para una familia de cuatro. Estas zonas ofrecen una “calidad de vida” basada, entre otras cosas, en acceso a bares, cafรฉs, restaurantes, y otras formas de consumo para adultos jรณvenes: se habla poco de que en la zona haya buenas escuelas o calles tranquilas para que los niรฑos jueguen. Son colonias cada vez mรกs hostiles y excluyentes hacia las familias y cualquier grupo de personas improductivas, incluyendo niรฑos y adultos mayores.

Las parejas jรณvenes ya no tienen hijos por muchas razones: pocas garantรญas sociales, horarios de trabajo errรกticos, ideas sobre la emancipaciรณn femenina que reniegan la reproducciรณn, etc. Los hijos son necesariamente improductivos: ocupan espacios y recursos durante dos (o tres) dรฉcadas antes de independizarse. Los perros, en cambio, se adaptan bien a la nueva ciudad: pueden habitar en el espacio residual de un departamento pequeรฑo y es improbable que reclamen mรกs que un paseo diario.

Idealmente, las ciudades tendrรญan la responsabilidad de no excluir a grupos demogrรกficos de su tejido. En la Condesa, el doggy boom ejemplifica la configuraciรณn de una colonia diseรฑada para maximizar el valor de los bienes raรญces; no para generar comunidades diversas de todas las edades (Parรญses hoy, quizรก, la ciudad que mรกs medidas toma al respecto). Aunque un parque para perros es un buen plan para atender un problema urbano, se necesitan medidas que diversifiquen – y preserven la diversidad socioeconรณmica y de edades—de los barrios. De lo contrario, tendremos colonias cada vez mรกs fragmentadas. Zonas cรฉntricas y deseables con predominio canino, y familias con niรฑos cada vez mรกs relegadas a las afueras.

 

 

*No hay un censo de perros por colonia. pero por la cantidad de heces fecales caninas que se producen en la Condesa, inferimos que puede haber entre cinco y siete mil perros (en la colonia viven unas 8,500 personas), una proporciรณn cuatro o cinco veces mayor al promedio nacional.

 

 

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Maestra en historiografรญa e historiadora de la arquitectura.


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