La guerra de adblockers puede ayudar a mejorar la web

Ha estallado la guerra entre las empresas de publicidad y las herramientas para bloquear sus anuncios; la configuraciĆ³n futura de la red parece estar en el medio.Ā 
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Ha estallado la guerra de los bloqueadores de publicidad o adblockers: extensiones del navegador que hurtan los anuncios. La publicidad ha invadido los navegadores y convierte el acceso al contenido en una pesadilla. En el caso de los mĆ³viles el abuso, ademĆ”s de molesto, sale caro al usuario porque los anuncios devoran la tarifa de datos y la baterĆ­a (ver el interactivo de The New York Times “The Cost of Mobile Ads on 50 News Websites”).

Los bloqueadores de publicidad han crecido exponencialmente y se calcula que hay 200 millones de personas que los usan en sus ordenadores. Una mera extensiĆ³n del navegador, estos adblockers son fĆ”ciles de activar y permiten eximir del bloqueo a sitios elegidos para que muestren sus anuncios, pero esto implica una labor extra y la mayorĆ­a de usuarios se limita a bloquearlo todo. Los adblockers tienen listas blancas de sitios con publicidad no invasiva y cobran por dejar pasar anuncios, especialmente a Google, pero el usuario puede bloquear todo a voluntad. Pagan justos por pecadores y los ingresos por publicidad caen.

La guerra de verdad llegĆ³ cuando Apple abriĆ³ su App Store a los bloqueadores para mĆ³viles Los mĆ³viles son las mayores vĆ­ctimas de la publicidad invasiva que lanza vĆ­deos con sonido sin avisar y hurta los botones de “cerrar” para que al pulsar se vaya al anuncio y compute como un clic. El smartphone ya ha desbancado al computador en MĆ©xico, segĆŗn la encuestadel Gabinete de ComunicaciĆ³n EstratĆ©gica. La decisiĆ³n de Apple ha puesto de los nervios al sector y a todo el mundo. La guerra es ya entre Google, Apple, Facebook. Todos los grandes intentan hacerse con contenido nativo de los medios y aplicar sus propias recetas para explotar el pastel de los anuncios: “Welcome to hell: Apple vs. Google vs. Facebook and the slow death of the web”.

El ingrediente emocional de esta historia de colosos lo ha puesto el programador y escritor Marco Arment, cofundador de Tumblr y creador de Instantpaper y Overcast (marco.org). Al abrirse la veda, Marco puso a la venta un adblocker –lo llamĆ³ Peace– que enseguida alcanzĆ³ el nĆŗmero uno de descargas en la Apple Store, y eso que costaba 3.99 dĆ³lares. Ese Ć©xito fulminante da una idea de la necesidad de los usuarios por librarse de la publicidad en los mĆ³viles. Pero Marco se dio cuenta de que Peace, ademĆ”s de bloquear la publicidad podĆ­a torpedear la supervivencia de sitios que destacan precisamente por ser respetuosos con los usuarios. AsĆ­ que a las 36 horas de haber lanzado su app, la retirĆ³ y ofreciĆ³, de acuerdo con Apple, devolver el dinero. Incluso recomendĆ³ otras aplicaciones similares que disponen de mĆ”s opciones para permitir anuncios a voluntad. “Simplemente –escribiĆ³ en su blog–, no me sentĆ­a bien”. El dilema Ć©tico que afligĆ­a a Marco Arment es el mismo, a escala, que puede sentir cualquier lector, usuario, navegante, persona: todos sabemos que si bloqueamos la publi de nuestras webs favoritas, las que nos nutren de contenido, estamos disparando contra ellas y amenazando sus ingresos. Esta guerra ayudarĆ” a los editores, si queda alguno, a ser mĆ”s cuidadosos con la publicidad que colocan o permiten en sus sitios.

El sector de la publicidad ha saltado como un tigre. Acusa a los adblockers de especuladores y tambiĆ©n hace autocrĆ­tica contra el abuso, innegable e insufrible, que ha llevado a esta situaciĆ³n. El artĆ­culo de Randall Rothenberg, presidente y CEO de Interactive Advertising Bureau, condensa bien la opiniĆ³n y los consejos para afrontar el envite.

La decisiĆ³n de Apple para permitir bloqueadores en su tienda de apps tiene que ver con su plataforma AppleNews, que ofrece a los medios clĆ”sicos un entorno veloz y formas conjuntas de explotar la publicidad, algo similar al Facebook Instant: The Washington Post ya ha lanzado su Instant Articles en Facebook y va a publicar todas sus noticias en ella. TambiĆ©n Google, Twitter y Samsung apuestan por este modelo. Las grandes redes no quieren a un usuario que vaya picoteando o navegando por ahĆ­, quieren que el usuario viva en ellas… y gaste en ellas.  La guerra de los adblockers, que solo acaba de empezar, es cosa de gigantes, y va a toda velocidad. Ya se ha vendido Adblock y el bloqueador de software libre, mĆ”s ligero, es Ublock. Edward Snowden recomienda instalar Adblock, aunque solo sea por seguridad. AdemĆ”s, Yahoo y el New York Times parecen estar ensayando medidas para lidiar con usuarios que utilizan bloqueadores. Los movimientos de recentralizaciĆ³n de las grandes pueden aplastar a las pequeƱas. Y en esta guerra todavĆ­a faltan las telecos, que no acaban de ver cĆ³mo hincarle el diente al pastel pero lo intentan de vez en cuando. La neutralidad siempre estĆ” en el aire.

Conclusiones: El contenido es el rey y hay que pagarlo: con dinero, con anuncios, con tiempo. La publicidad tiene que moderarse: mĆ”s creatividad y menos fuerza bruta. Ingenio, sĆ­; invasiĆ³n, no. Los editores son responsables de la publicidad que muestran en sus sitios y deben gestionarla para no molestar a los lectores (lo mismo con las pop-ups propias, otra epidemia, y con los avisos de cookies impuestos por la burocracia europea: hay sitios que no necesitan publicidad para importunar a sus sufridos adeptos); el contenido ha de mostrarse antes de la publicidad. Los lectores han de apoyar a los sitios que frecuentan, o en los que viven. Entretanto, bloquea con tiento. 

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la pƔgina gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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