Se extiende del silencio hacia el silencio,
destejiendo el horizonte.
Se hace insoportable en las cenizas del otoño,
cuando las horas pesan como siglos.
Se descuelga del vacío y hace suyo el salón,
donde solía tocar melodías al calor del fuego.
Sobre el piano, deja siempre un destello de dolor,
el nombre que aprendí a sepultar junto a mi vida.
Como ya no respiro,
dejo que el humo de la pipa
entre y salga.
Me asomo al exterior de mis sentidos,
quedan atrás.
En un desgarro miserable de silencio,
me ha impuesto con sigilo,
con lentitud de años,
el eco de la oscuridad y del tiempo.
No me deja componer.
No quiere irse. ~