La violaciĆ³n en Drama/mex

Importa, y mucho, cĆ³mo se filma y cĆ³mo se narra la violencia fĆ­sica y las violaciones en el cine.Ā 
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Una vez de vuelta en la oficina, el reportero que entrevistĆ³ a Gerardo Naranjo por el estreno de Drama/mex debiĆ³ haber hecho un esfuerzo considerable para no transcribir las declaraciones del director en solemnes mayĆŗsculas: “La juventud mexicana no cree que sus historias sean dignas de llevarse a la pantalla”. Pero no habĆ­a de quĆ© preocuparse. Gerardo Naranjo ya habĆ­a asumido la causa de representar “a los chavos de MĆ©xico” de cara a los odiosos Estados Unidos, cuyo cine no estĆ” hecho mĆ”s que de “espectĆ”culo, artificio, luces”. Con todo, se le puede perdonar al director que la excitaciĆ³n del estreno lo llevara a estelarizar un papel patriĆ³tico en la relaciĆ³n MĆ©xico-Estados Unidos. En cambio, no se pueden pasar por alto sus ideas sobre la narraciĆ³n y el cine, sobre todo, cuando se tiene en cuenta que Drama/mex se atreviĆ³ a representar una violaciĆ³n. “Necesitamos meternos mĆ”s con los personajes, tener mĆ”s intimidad con ellos”. Para hacerlos mĆ”s reales, dijo Naranjo, hay que “verlos en close-up”.

Llevar la violaciĆ³n a la pantalla es un riesgo. No porque la audiencia se escandalice ni porque los moralinos abandonen la sala, convencidos de que lo explĆ­cito es sinĆ³nimo de lo obsceno, sino porque Estados Unidos –a pesar de su “espectĆ”culo, artificio y luces”– ha sostenido, por mĆ”s de cuarenta aƱos, una conversaciĆ³n inigualable sobre la violaciĆ³n (por amplia, interdisciplinaria y profunda). Al respecto, teĆ³ricos del derecho, abogados, psicoanalistas, activistas, artistas visuales y crĆ­ticos de cine han estudiado todos los gĆ©neros cinematogrĆ”ficos: desde la pornografĆ­a y el horror hasta el drama y las soap-operas. En el marco de este debate es que debemos preguntarnos quĆ© intimidad retrata Drama/mex, quĆ© personajes encuadra en close-ups y si algunos son “mĆ”s reales” que otros.

Sentada a la mesa, en un bar de playa, Fernanda (Diana GarcĆ­a) recibe a su exnovio, Chano (Emilio ValdĆ©s), con una letanĆ­a de insultos y reproches. La cĆ”mara se enfoca en Ć©l: cĆ³mo tuerce los ojos y aparta la mirada, cĆ³mo asiente y baja la cabeza, cĆ³mo pasa de la incomodidad, a la indiferencia,al cinismo. Tenemos varios retratos de Chano y pocos de Fernanda, quiĆ©n mĆ”s bien se escucha como la fastidiosa voz en off de las mujeres que le reclaman a los hombres.

En la toma que abre la siguiente secuencia, la cĆ”mara se coloca detrĆ”s de Fernanda, lo que provoca que el espectador asuma el punto de vista del hombre. Caminamos con Chano, seguimos a Fernanda hasta su casa, a cada paso, nos parece mĆ”s frĆ­vola y cruel. Una vez en su habitaciĆ³n, Fernanda celebra haber rechazado a su exnovio en un trillado performance de lo femenino. Se avienta a la cama, levanta el auricular del telĆ©fono y le cuenta toooodo a una amiga hasta que Chano se brinca a la casa y aparece en el jardĆ­n de Fernanda.

Estas escenas importan: son el preludio de la violaciĆ³n. No sobra decir que el significado que esta adquiere depende del lugar que ocupa en la trama. Precisamente –y de acuerdo con Carol J. Clover, teĆ³rica feminista del cine–, The Accused (1988) logra comunicar que la violaciĆ³n es injustificable porque la presenta como flashback entre los testimonios de la vĆ­ctima. En cambio, Drama/mex hace del acoso un ritual de cortejo y de la necedad un gesto romĆ”ntico que terminan por justificar narrativamente que Chano entre a la casa por la fuerza y viole a Fernanda –ella se estaba haciendo la difĆ­cil, pensarĆ” mĆ”s de uno.

HabrĆ” quien necesite razones para aceptar que esta es la representaciĆ³n de una violaciĆ³n. Son las siguientes: ella intenta huir, forcejea, patalea; Ć©l la detiene, la avienta al piso, la somete; entre llanto y gritos, ella dice “dĆ©jame”, “Chano, ya”, “¿quĆ© haces?” –expresiones que bastarĆ­an para acreditar el rechazo de la vĆ­ctima en el mĆ”s conservador de los tribunales occidentales. Ahora bien, Chano y la cĆ”mara –y nosotros, por extensiĆ³n– persiguen a Fernanda, sin que se registre su punto de vista. Se oye una cachetada, Ć©l le arranca la ropa y la jala del pelo –clichĆ©s visuales que, segĆŗn Clover, se superaron a principios de los aƱos setenta.

A pesar de todo, el director decidiĆ³ filmar la violaciĆ³n desde el piso y en un Ć”ngulo oblicuo. La imagen que resulta tiene una composiciĆ³n erĆ³tica. En primer plano, vemos las piernas bronceadas, largas y atlĆ©ticas de Fernanda. Vemos debajo de su falda. Poco a poco, la violaciĆ³n deja de ser un acto de poder y la violencia se articula como “sexo apasionado”. La cĆ”mara de Naranjo vuelve a enfocar al hombre. Otra vez nos ofrece un prolongado retrato de Chano y su placer sexual en un interminable close-up que detalla cĆ³mo la besa, cĆ³mo se mueve encima de ella, cĆ³mo eyacula. Y cuando no estudia a Chano, la cĆ”mara los graba desde arriba, en un registro cercano a la pornografĆ­a softcore.

Uno pensarĆ­a que, con la cĆ”mara en el piso, el director podrĆ­a haber aprovechado para filmar al hombre de abajo hacia arriba, en un encuadre que mostrara su imposiciĆ³n. O bien, el camarĆ³grafo podrĆ­a haberse puesto de pie y filmado un close-up del miedo, la impotencia, la desesperaciĆ³n y la resignaciĆ³n de Fernanda. No lo hizo. Ella no mereciĆ³ el close-up.

La escena termina con otra convenciĆ³n de la industria pornogrĆ”fica: el orgasmo de Chano. De pronto, la cĆ”mara gira y presenta, por segunda vez, las piernas largas de Fernanda. En definitiva, el suyo no es el cuerpo vencido por un violador –como sĆ­ lo es el de Jennifer en la icĆ³nica pelĆ­cula feminista I Spit on Your Grave (1978)– sino el objeto exhibido para el placer de una mirada voyeurista. En el Ćŗltimo clichĆ© visual de la secuencia, Fernanda se pone la camisa de Chano y camina semidesnuda hacia Ć©l, que ahora estĆ” tendido en un sillĆ³n.

En suma, los recursos narrativos y cinematogrĆ”ficos de Gerardo Naranjo hicieron de la fuerza una forma de juego previo del llanto un gemido, de la dominaciĆ³n algo sexy. La violaciĆ³n se diluyĆ³ en sexo y la violencia en una melodramĆ”tica pelea de amantes. Importa, y mucho, cĆ³mo se filma y cĆ³mo se narra. Prueba de ello es que ninguna de las reseƱas de la pelĆ­cula distinguiĆ³ esta escena como una violaciĆ³n. La Ćŗnica que se percatĆ³ de ello fue Diana GarcĆ­a, la actriz que interpretĆ³ a Fernanda. Aunque, para el director, la pelĆ­cula sea un comentario irĆ³nico de las telenovelas, lo cierto es que su manera de tratar la violaciĆ³n no parece ironĆ­a sino la confirmaciĆ³n de ciertas convenciones visuales que The Accused (1988), Thelma & Louise (1991) y Boys Don’t Cry (1999) ya habĆ­an superado. Producidas y estrenadas antes de Drama/mex, debieron haberle servido a Naranjo como ejemplos de la perspectiva de gĆ©nero –uno de los puntos ciegos de su cĆ”mara.

Por si fuera poco, el personaje de Fernanda no guĆ­a la trama. Apenas reacciona a la voluntad de los demĆ”s, otra vez asistimos a la figura de la mujer que no sabe quĆ© quiere. En las siguientes escenas, lo que importa es la experiencia de Gonzalo (su novio), la infidelidad y el desamor que Ć©l padece (ella se limita a defenderlo y a consolarlo). No supimos quĆ© sintiĆ³ Fernanda porque el guion y la cĆ”mara no nos abrieron paso a su intimidad. Es voluble, incomprensible, chocante, pasiva, fresa, pero sexy. Laura Mulvey, otra importante crĆ­tica feminista de cine, dirĆ­a que “Fer” no es mĆ”s que un objeto erĆ³tico para los personajes de la pantalla y para el espectador en la sala de cine.

No deberĆ­a de sorprendernos que Drama/mex haya privilegiado el tema del triĆ”ngulo amoroso por encima de la violaciĆ³n. DespuĆ©s de todo, Naranjo se preguntĆ³ por “nuestra relaciĆ³n con la mujer”, es decir, por la relaciĆ³n del hombre con la mujer. Y cumpliĆ³: llevĆ³ a la pantalla grande la historia de los “chavos de MĆ©xico”, esto es, de los adolescentes hombres.

 

 

+ posts

(Ciudad de MĆ©xico, 1986) estudiĆ³ la licenciatura en ciencia polĆ­tica en el ITAM. Es editora.


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā